OPINIÓN
La herencia de Bernardo Jaramillo Ossa, mi padre
Bernardo Jaramillo Zapata, hijo del candidato presidencial y líder de la Unión Patriótica asesinado hace 20 años, recuerda el legado de su padre.
Yo había cumplido 8 años. Mi hermana Paula Tatiana estaba cerca de los 11 y vivíamos en Pereira, en la estructura de un nuevo hogar que mamá había decidido establecer 6 años antes, cuando Bernardo Jaramillo Ossa, nuestro padre, cayó asesinado en Bogotá.
Lo que cambió para nosotros no fue tanto el estilo vida, sino la conciencia de muchos hechos y situaciones que desde hacía tiempo gravitaban sobre nosotros, y que habían cobrado cierta visibilidad desde cuando mi padre comenzó a tener una figuración importante en la vida nacional. Primero como concejal y personero de Apartadó, luego como Representante a la Cámara y finalmente como candidato presidencial de la Unión Patriótica y Senador electo en las elecciones del 13 de marzo de 1990, 11 días antes de caer asesinado.
Entre 1984 y 1990, Paula Tatiana y yo estuvimos muchas veces con nuestro padre encuentros de los que conservamos diversas fotografías y que evidencian la alegría que nos embargaba a todos. En nuestro hogar, ni por parte de mamá ni por parte de quien tanto mi hermana como yo hemos considerado otro padre, hubo jamás la más mínima oposición a estos encuentros. Además, la memoria de Bernardo Jaramillo Ossa, en vida tanto como después de muerto, siempre ha sido cultivada con el apoyo de mamá y de nuestro papá de crianza. Aún sigue siendo así y nada modificará en el futuro este hecho.
Todos saben que el pensamiento político de mi padre se venía distanciando del Partido Comunista Colombiano, formación en la que nació y creció como político. Mamá ha continuado firme en su militancia. Tatiana y yo le respetamos a mamá su opción, y más que eso, le admiramos su lucha. No concebimos a mamá por fuera del Partido, ni tampoco queremos verla fuera. Desde niños y sobre todo mientras se perpetraba impunemente el genocidio contra la Unión Patriótica, la vimos ir a tantos sepelios, que no se nos pasa siquiera por la mente la intención de faltarle al respeto a la cuota de sangre de cuyo volumen la de papá también es una parte.
Tatiana solía acompañar a mamá a todas las reuniones del Partido. Siempre han sido amigas inseparables. Pero desde la muerte de papá, Tatiana nunca más volvió. Desde entonces, guarda un hermetismo que ninguno de nosotros intenta siquiera penetrar. Guardando la memoria de papá, como la guarda; y queriéndolo como lo quiere, no acude a ningún acto público relativo al sacrificio de nuestro padre, distinto de las eucaristías.
He estado siempre en REINICIAR, la organización que ha luchado por llevar el genocidio de la Unión Patriótica hasta la Corte Penal Internacional. Allí he conocido a algunos miembros del Partido, a muchos otros, que como mi padre, hicieron parte de la Unión Patriótica, a Jahel Quiroga y a Iván Cepeda entre ellos, de quienes he sentido al mismo tiempo que de todos los demás, un intenso afecto nacido directamente de la vida y del sacrificio de papá.
Hemos mantenido una cálida amistad con Lucho Garzón, de la que debo decir lo mismo: en ella palpita muy fuerte la memoria de papá, y esa etapa de dificultades y de peligros mortales a los que Lucho ha podido sobrevivir, para permitirle, entre muchas otras cosas, brindarnos a nosotros un apoyo incondicional. A todos nos une un factor común: la memoria, el cariño y el reconocimiento a Bernardo Jaramillo Ossa.