Moneda y sello del Estado de Cartagena: De 1812 se encuentra una iconografía que simboliza a Cartagena de Indias: se trata de la moneda del estado de Cartagena y su sello de la Constitución. Una indígena es el símbolo utilizado con fines patrióticos. La moneda y el sello se relacionan con la independencia de la ciudad, y la imagen de la mujer representa emblemáticamente a la Heroica. Ella tiene atributos clásicos: la corona de plumas, el arco y el carcaj. Sin embargo, le añadieron nuevos elementos simbólicos: las cadenas rotas, el turpial que come la granada entreabierta –referente a la Nueva Granada–, sostenida por la india en la mano derecha. Moneda, 1812, colección Museo Nacional de Colombia.Constitución del estado de Cartagena de Indias, 1812, colección Biblioteca Luis Ángel Arango.
La india de la libertad: Después del grito de la independencia se hizo común celebrarlo sembrando un árbol. La ceremonia iba antecedida por la presencia de una indígena. Esta práctica seguramente fue la inspiración de la pintura La india de la libertad. Los patriotas también tuvieron la osadía de escoger una mujer indígena como símbolo del triunfo obtenido en la batalla de Boyacá. Ella está recostada sobre el tronco de una palmera y sostiene en una mano la lanza con el gorro frigio, símbolo de los revolucionarios franceses. Sus pies, como en la iconografía clásica de América, están apoyados sobre un cocodrilo. Anónimo, 1819, óleo sobre tela, Museo del 20 de Julio.
La cena en Santa Marta: Désiré Roulin fue incluido por Alejandro de Humboldt en el grupo de científicos que debían viajar a Colombia para fundar el Museo Nacional y una facultad de ciencias y mineralogía. En su viaje y permanencia en Bogotá, este científico y acuarelista fue registrando las imágenes que llamaban su atención, guiado por un impulso costumbrista y etnográfico. La cena en Santa Marta nos enseña la paz que se estaba registrando después de la batalla de Boyacá, y la inclusión de retratos de Bolívar en las residencias de las ciudades. François Désiré Roulin, 1823, acuarela sobre papel, colección Banco de la República.
Acción del Castillo de Maracaibo: José María Espinosa se propuso a partir de 1845, como programa artístico, reconstruir las batallas que condujeron a la independencia. Aunque no conoció el mar ni asistió a la batalla de Maracaibo, como sí lo había hecho en la campaña del sur de Antonio Nariño, resolvió informarse a través de los grabados originales que registraron los diversos combates. Uno de estos grabados debió servir de fuente para sus pinturas. José María Espinosa Prieto (atribuido), ca. 1840, óleo sobre tela, Museo Nacional de Colombia.
Tunja puente de Boyacá: Es una acuarela de Carmelo Fernández, pintor venezolano contratado por Agustín Codazzi para la Comisión Corográfica en 1851. En su viaje, en compañía de Manuel Ancízar, ilustró los sitios y costumbres de la región nororiental de Colombia. Su paso por el puente de Boyacá reseña las montañas, el paisaje y el pequeño puente que es observado a la distancia por dos personajes, a la manera de los panoramas humboldtianos. Carmelo Fernández, 1850, acuarela sobre papel, colección Biblioteca Nacional de Colombia.
Bolívar arengando a las tropas: En Colombia, el retrato caricaturesco con intención política no aparece en la lucha contra los españoles, a excepción de los testimonios burlescos y literarios. No obstante, cuando se desencadenó la confrontación en fracciones por el poder en la primera república, se inició tímidamente la gráfica crítica. En una investigación reciente se encontró una caricatura del Libertador arengando a la tropa, conformada, al parecer, por legionarios británicos. Aunque el rostro no recuerda al de Bolívar y no se entiende mucho el contenido, puede atribuirse a los británicos Gillray o George Cruikshank. Anónimo británico, ca. 1820, grabado en metal, colección particular.
Batalla de Boyacá: Marco Tulio Villalobos, quien se había desempeñado como arquero en el equipo América de Cali, se inició como pintor de manera tardía en 1963. Su mirada a la historia se configura en pinturas catalogadas como naíf por la crítica, que demuestran su emoción ante los temas históricos. Marco Tulio Villalobos, óleo sobre lienzo, 1970.
Barcos de río: Los símbolos de Colombia, como patria de la libertad, se pueden consignar en Barco Colombia de Noé León. A él, que ejerció múltiples oficios y profesiones como la de pintor y policía, le debió parecer muy sugestivo encontrar sobre el río Magdalena un barco, que como habría querido el Libertador para el país, se llamaría Colombia. Barco Colombia, Noé León, óleo sobre tabla, 1964, colección particular.
El Ejército libertador saliendo de los Llanos de Casanare: Para Pedro Carlos Manrique, crítico de arte de fines del siglo XIX, los paisajes del boyacense Jesús María corresponden a la frase de Amiel “El paisaje es un estado del alma”. Este cuadro no solo concuerda con el estado de ánimo, sino también con el estado de memoria patriótica. Jesús María Zamora, óleo sobre tela, 1919, Academia Colombiana de Historia, Bogotá.
Desfile en homenaje a Custodio García Rovira: Los fotógrafos han participado activamente en la historia, registrando los desfiles y las conmemoraciones para hacerlos perdurables. Los desfiles de las fiestas patrias han sido tema obligado. En esta fotografía se conmemora la memoria del héroe santandereano Custodio García Rovira. Anónimo, publicado en ‘Crónica del centenario en Bucaramanga’, Revista Santander n.º 5, 2010, pág. 13.
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