Contador en mano, los funcionarios de Migración Colombia este domingo trataron de llevar la cuenta de la cantidad de gente que está pasando la frontera desde Venezuela hacia Cúcuta. Ellos no dejan de hacer clic con el pulgar y cualquier cifra exacta sería incierta.En imágenes: ¡Gracias Colombia! gritaron los venezolanos Aun así, la Gobernación de Norte de Santander señaló que el día anterior, cuando las barreras se abrieron de manera sorpresiva, 35.000 personas cruzaron la frontera hacia territorio nacional. En esta ocasión, algunos encargados se aventuran a señalar que la cantidad de personas sería suficiente para llenar dos veces el estadio El Campín de Bogotá.A simple vista, desde las 6:00 a. m. hasta las 11:00 p. m. del domingo, se han podido contar alrededor de 100 personas por minuto atravesando el puente Simón Bolívar. A primera hora, el lugar ya era un río de gente enfrascada a presión desde la noche anterior.“Mis amigos me dijeron que grabara cuando estuviera pasando porque no creían que fuera a pasar”, dice Isidoro Escobar, de 34 años, que viajó 22 horas por tierra desde Puerto La Cruz hasta San Antonio del Táchira, el pueblo del lado venezolano de la frontera. En efecto, para no defraudar a sus amigos, se grabó pasando la frontera, como muchos otros venezolanos.Viene preparado con tres costales para él solo. “Tengo que llevar muchas cosas como aceite, arroz, granos, azúcar. Ya no conseguimos nada… La harina de maíz la venden mezclada con cal porque ya no hay y la gente se está enfermando… Y no sé si llegue con todo, en el camino podrían detenerme y decomisarme cosas”, dice.Después de atravesar el corredor humano en el que los reciben el personal de Migración Colombia, el Ejército, la Policía, la Defensa Civil y la Gobernación de Norte de Santander con mensajes de ánimo, los visitantes se encuentran con un improvisado circuito de ventas ambulantes con todo tipo de víveres, que se extiende desde las salida del puente hasta el centro de Cúcuta, a donde llegan buscando alimentos y medicinas.Carlos Mario Casanava es uno de esos miles de venezolanos entre la oleada que corre a conseguir los productos básicos que no encuentra en su país. Cruzó la frontera a las 9:00 a. m. del domingo. Para lograrlo, salió de su casa en Trujillo en la tarde del sábado junto a su esposa, Elisa, y viajaron por tierra durante ocho horas para estar en San Antonio del Táchira en la noche. Llegaron cerca de las 5:00 a. m. y la fila de gente ya se extendía 13 cuadras. Pisaron territorio colombiano cuatro horas después. “Las filas son lo de menos… en Venezuela estamos acostumbrados a hacer fila para todo y no hay nada”, dice. Esto le podría interesar: Venezuela abre paso fronterizo con Colombia por 12 horasVinieron a buscar azúcar, aceite, arroz y papel higiénico y, para obtenerlos, lo que le espera después de la frontera es una sucesión de filas interminables: primero, la fila para cambiar bolívares (2.500 pesos por cada 1.000 bolívares).Luego, está la fila para tomar el bus que los llevará de Villa del Rosario al centro de Cúcuta por 1.600 pesos. Una vez en el centro, deben hacer una fila para entrar a algún supermercado y luego la acostumbrada fila para pagar y luego realizan el circuito inverso para regresar, antes de las 6:00 p. m. preferiblemente, para que puedan alcanzar a tomar el bus que los llevará de nuevo a su casa en Trujillo desde la frontera.Podría leer: El hambre se toma VenezuelaLas filas para entrar a los supermercados son imposibles: la gente le da la vuelta a la manzana y las autoridades sólo dejan entrar a diez personas cada cinco o diez minutos. Ya a punto de entrar, a Carlos y Elisa les advierten que ya no hay azúcar en ninguna parte de la ciudad. Y sólo pueden llevar máximo 2 kilos de harina de maíz y demás alimentos, ya que por el paro camionero en Colombia los supermercados se están quedando sin abasto.“Es verdad lo que dicen: no hay nada ¿o qué hacen todos estos venezolanos aquí?... mira lo que acabo de comprar –dice mostrando un Vick Vaporub de 12 gramos–. Me costó 3.600 pesos… con esa plata antes me compraba tres en Venezuela… pero es que ya no se consigue y mi mamá lo necesita”, dice Carlos Mario antes de perderse entre el tumulto de gente que entró con él al supermercado Los Montes, donde dicen que aún queda azúcar.Desde el viernes 15, cuando se hizo el anuncio de la apertura del paso libre, Cúcuta se esmeró en recibir a los compradores venezolanos que llegarían en masa. Aunque por estos días la ciudad está celebrando sus fiestas tradicionales, el banquete ha sido para los visitantes. Las estanterías se llenaron con montañas de azúcar, harina de maíz, aceite, arroz, lentejas, leche en polvo y mucho papel higiénico, dispuestos provocadoramente con precios de oferta resaltados en carteles amarillos.En la calle, las ventas ambulantes han dejado de ofrecer jugos o artesanías como en un día cualquiera, y en vez de eso se han abarrotado de tarros de champú, desodorantes, jabones, talco, rollos de papel y crema de manos porque es lo que más escasea en Venezuela. “Yo veía las estanterías llenas y quería llevármelo todo… Si pudiera, me lo llevaría todo”, dice riendo Kiliana Paradas, de 40 años y oriunda de San Cristóbal. “No sé bien lo del cambio de los precios… es que imagínate, hace tanto no merco. Así me haya salido caro, me salió barato, porque para comprar un rollo de papel higiénico tendría que hacer una fila desde la noche anterior en el supermercado y si tengo suerte, lo consigo”. Ella lleva tres bolsas de mercado, pero no encontró aceite. Lo está rebuscando entre los puestos de la frontera pidiendo rebaja, porque no tiene los 4.500 que cuesta la botella.Una vez cargaron el mercado con lo que se pudo y a los precios que encontraron (en la calle el desodorante en roll-on más pequeño no baja de 4.000 pesos), los venezolanos deben apresurarse a volver a la frontera. Los buses a Villa del Rosario pasan con más frecuencia pero atestados de gente y costales de mercado. El trancón es inminente y comienza a la entrada de La Parada, el barrio en el que queda el puente Simón Bolívar, y la gente debe bajarse tres kilómetros antes, alzar sus paquetes al hombro y caminar hasta llegar al otro lado. El cierre ineludiblemente es a las 8:00 p. m.En el camino, los vecinos colombianos los alientan: algunos van repartiendo bolsas de agua, otros ayudan a llevar paquetes. Los más ingeniosos ofrecen servicio de carretilla hasta el puente por 2.500 pesos. En algunas carpas instaladas desde la mañana regalan panela y en otra Kola Román, y la gente hace tumulto sin dudarlo.Desde las 2:00 p. m. los venezolanos ya se están devolviendo y hacen cuentas a la orilla del puente: los mercados, en su mayoría, no superan los 40.000 pesos colombianos, que con el bolívar como está, parece una fortuna. Los que pueden se dan un lujo para el camino: una cerveza o una paleta de agua. Se despiden gritando “gracias”. La mayoría no saben cuándo puedan volver.