Los habitantes de Nariño (Antioquia) fueron los primeros en medírsele a ‘arrancar’ las minas sembradas en su territorio. Johany Zuluaga es uno de ellos, tiene 26 años y lleva más de tres ayudando a desactivar los artefactos que fueron abandonados por la guerrilla.Desde cuando empezó a trabajar con Halo Trust –la mayor ONG de desminado en el mundo–, a este joven no le queda tiempo para aplicar los estudios que hizo en sistemas. Se metió de lleno en el cuento y optó por hacer carrera en todo lo que tiene que ver con las etapas del desminado humanitario.Primero trabajó con uno de los equipos que se encargaban de recoger información con los campesinos para saber dónde había campos minados. Luego pasó al grupo de los estudios técnicos, a confirmar en terreno si eran ciertas o no las sospechas de contaminación. Finalmente, se dedicó a coordinar la remoción o destrucción de las minas: el despeje.“De donde soy, o de donde vienen la mayoría de mis compañeros, son municipios muy afectados por la violencia. Allí los accidentes con minas son muy comunes (…) pero a pesar de que la gente lo ve así, no es algo normal, no debería estar pasando y eso fue lo que motivó. Esas minas no deberían estar ahí”, le dijo a Semana.com.Johany fue desminador, luego líder, supervisor y ahora es el oficial de operaciones. El encargado de destruir las minas sembradas a lo largo y ancho de Nariño. Una población de 13.000 habitantes que está próxima a ser declarada libre de la sospecha de la presencia de minas, luego de que los mismos campesinos de la zona desactivaron, al menos, 110.Ya no le teme a las minas. Desde hace dos meses apoya las labores de descontaminación en un pueblo bastante alejado del que lo vio crecer: Ataco. Allí Halo Trust, financiado por el gobierno de Japón, llegó para despejar más de 100 veredas de la presencia de minas. Se trata del municipio con más solicitudes de restitución de tierras del departamento.Al igual que en Sonsón, Nariño, Abejorral, Carmen de Viboral, La Unión y San Rafael, en Antioquia, en este municipio al sur de Tolima los desminadores serán los campesinos del pueblo. La iniciativa fue bien recibida por la comunidad. En la primera convocatoria se presentaron más de 100 candidatos, entre hombres y mujeres, para acceder a una de las 10 vacantes que tenía la organización.“Hemos sido muy bien recibidos en Antioquia y Tolima. Por ejemplo, acá (Tolima) ya vamos a reportar la primera zona con presencia de minas y todo se hace gracias a la acogida de la comunidad”, relata Zuluaga, sobre la avanzada que hicieron desde hace dos meses en una zona que fue bastión de la guerrilla. La ONG Halo sólo trabaja en zonas aprobadas por la Dirección para la Acción Integral contra Minas Antipersonal (Daicma). Desde cuando aterrizó en Colombia y se comprometió a “sacar las minas de la tierra, para siempre”, el orden público no ha sido un problema. Sin embargo, llegar a este resultado no fue fácil. Para muchos la metodología ha sido un ‘sapo’ difícil de tragar porque rompe con las estrictas reglas con las que el Ejército venía trabajando por años.Es decir, para muchos resulta bastante cuestionable que sean las víctimas las que se pongan la camiseta, y no el Gobierno y las FARC.Pero para Jhoany todo tiene una razón de ser: “Si la comunidad se va a sentar a esperar a que el Gobierno y las FARC quiten esa problemática, es muy probable que tardemos mucho tiempo”. Se trata de un proceso lento que ellos pueden sacar adelante de la mano de un experto en el tema.“Halo les está dando la herramienta a las comunidades para que lo hagan. Obteniendo un empleo, claramente. Para estos pueblos es una fuente de ingreso y adicionalmente nos quitan de encima una problema”, relata.El expertoSon contadas las organizaciones internacionales que han conseguido la acreditación del Gobierno para poner en marcha los procesos de desminado en Colombia. No es fácil. Además de las exigencias del terreno, son civiles los que se están exponiendo.Fueron más de cuatro años de trámites para conseguir el aval. Esta ONG con más de 25 años de experiencia, que opera en 17 países, es la encargada de entrenar a los campesinos que están dispuestos a desactivar los explosivos.Chris Ince es el director del programa en nuestro país. Aunque nació en África, es un inglés que sirvió durante 37 años al Ejército británico. De más de tres décadas de servicio ha pasado casi 20 años apoyando misiones en el extranjero: “Me he desempeñado en Afganistán, en Kuwait, en los Balcanes y he estado destinado en Italia, Países Bajos y España”, cuenta este hombre radicado desde hace cuatro años en Colombia.Según relata este veterano militar, el proceso de desminado acá tiene muchas particularidades que entorpecen la labor. “Es distinto. La mayoría de minas son lo que se diría: artefactos explosivos improvisados. Vienen con poco patrón, pocas o muchas cantidades. Para enfrentarlo nos toca basarnos en la recopilación de información. Eso viene propiamente de las comunidades con las que trabajamos”, asegura.Halo Trust emplea en el mundo alrededor de 7.500 desminadores que están acompañados por no más de “50 expatriados como yo (…) Cada programa, en cada país, tiene unos dos expatriados, pero la mayoría de los que trabajan son civiles de la zona”.Desde cuando la ONG llegó al país ha formado por lo menos 230 desminadores, la mayoría antioqueños. Pero la lista ahora alcanza otras dimensiones. Cuando la Embajada de Japón en Colombia firmó una donación para respaldar la financiación del proceso desminado humanitario en Ataco, los campesinos de Tolima se unen a la selectiva lista.El desminado y La HabanaLas cosas han cambiado desde el anuncio del acuerdo de desminado. A un mes de que se cumpla un año desde cuando las FARC y el Gobierno pusieron a andar el primer pacto tangible que dejan los diálogos, los resultados se ven a simple vista pero los créditos no solo se lo llevan los negociadores sino que también corren por cuenta de los civiles.Actualmente en el país hay cinco municipios libres de minas: San Vicente de Chucurí (Santander), San Carlos y San Francisco (Antioquia), Zambrano (Bolívar) y El Dorado (Meta). A ello se suman las gestiones que vienen adelantando guerrilleros y soldados en El Orejón (Antioquia) y Mesetas (Meta).Aunque Halo no está ligado al plan piloto que adelantan en conjunto el Gobierno y las FARC, el fin es el mismo: abonar el camino para que las comunidades afectadas por la violencia regresen a sus territorios.En Antioquia y Tolima sucede algo que muchos en Colombia creían imposible e inviable: que las mismas víctimas respaldadas por organismos internacionales se unieran para trabajar en sus comunidades y despejar los territorios de un enemigo invisible que por años había llenado de terror sus vidas.El turno ahora es para los campesinos de Ataco, que de la mano de Halo intentan agilizar los procesos para que el Gobierno, a través de la Unidad de Restitución, les regrese lo más rápido posible las tierras que algún día fueron suyas.