Justicia
Terror en Bogotá: una banda, liderada por un disidente de las Farc, convirtió una zona de reserva forestal en fosa común
Las víctimas eran descuartizadas y enterradas. Buscan a desaparecidos.
“Me dijo que subiera a La Finca… Hay que abrir el hueco para el trabajo”, señala una conversación que dejó en evidencia la sevicia de una organización criminal que, por casi una década, mantuvo secuestrada a una comunidad en la localidad Rafael Uribe Uribe, en el suroriente de Bogotá, y que convirtió una zona de reserva forestal en el cementerio de sus víctimas.
La banda de torturadores y asesinos era liderada por un disidente de las Farc, preso en Santander, y que desde su celda decidía quién dejaba de respirar. La sentencia de muerte llegaba con una invitación que aterraba a los propios delincuentes: “Suba a La Finca”. Esta era la frase que desde la cárcel alias Compa, el supuesto disidente del frente 10 de las Farc, lanzaba para advertir que el ‘invitado’ tenía que desaparecer.
La investigación de la Fiscalía, en la seccional de Bogotá, y la Sijín de la Metropolitana permitió, luego de más de dos años de seguimientos, hacer la radiografía de este grupo de sádicos, que a sangre y motosierra se apoderaron de este sector y de zonas vecinas, incluso en una alianza con otras organizaciones criminales. Una denuncia por desaparición se convirtió en un operativo sin precedentes en la capital.
“El 12 de febrero en la noche, a eso de las 7:22, me envía un audio por WhatsApp y me dice: ‘Amor, yo la amo mucho, yo voy a subir a hacer cuentas, pídele a Dios que me vaya muy bien’. Unos días antes de que subiera por allá, me empezó a enviar unos audios diciendo cosas como: ‘Amor, si me llega a pasar algo, sepa que la amo mucho’”, señaló una declaración que obtuvo la Fiscalía y que reveló la forma en que las víctimas eran enterradas en la zona conocida como La Finca.
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Cuando alias Compa desertó del proceso de paz con las Farc, se instaló con un grupo de delincuentes en la localidad Rafael Uribe Uribe. Fue capturado en 2021 por el incendio de buses en el llamado estallido social y desde entonces mantuvo el control del barrio a través de sus secuaces, que parecen discípulos del diablo. Están alias Lucifer, 666 y la Mamá.
Todos son responsables de cumplir la orden del asesino encarcelado. La Finca es un sector en la parte más alta de la montaña, una frontera entre las localidades Rafael Uribe y Usme. Los delincuentes, al mando de alias Compa, convirtieron esta zona de reserva forestal en área de sacrificios, donde los enemigos o traidores de este disidente de las Farc eran secuestrados, torturados y desmembrados para terminar sepultados.
“Yo como pude traté de preguntar, por lo menos que me dijeran dónde estaba el cuerpo. Pero cómo hago, si yo subo por allá, por allá me dejan. Me dijeron: ‘Si usted quiere saber eso, le va a tocar denunciar todo, contar todo lo que usted sabe y allá van a encontrar cuerpos de todos los que han matado’”, señaló un testigo que buscaba a su pareja y contó cómo las víctimas eran enterradas en La Finca. No es sencillo llegar hasta allí. Solo quienes tienen autorización o son ‘invitados’ pueden subir. Nadie en el barrio se atrevía a preguntar qué pasaba, por qué no todos regresaban de ese bosque. “Desde ese día lo tienen desaparecido, yo no sé si lo tienen allá, amarrado, sacando la información de pronto que él sabía. O ya lo habrán matado y enterrado allá”, señaló el testigo.
Un integrante de la organización criminal le contó a la Fiscalía de qué forma los cabecillas los entrenaban para desaparecer los cuerpos que dejaban abandonados en una marranera, ubicada en el sector de La Finca. Los delincuentes se vestían de overol, con guantes de cirugía y botas pantaneras, como asesinos seriales listos para desmembrar a sus víctimas.
“Me dijo: ‘Toca subir esas bolsas a la marranera, pero primero toca ponernos un overol negro, impermeable, tapabocas y guantes de cirugía’. Que no podía quedar evidencia de nada. Yo sí sabía que se trataba de cuerpos desmembrados, como brazos, piernas, cabeza y tronco. Cuando me la echo al hombro, sentí como el brazo de una persona, era delgadita, como de una mujer”, dijo el testigo. La organización criminal se apoderó del barrio, desplazó familias y sembró el terror.
Las personas empezaron a desaparecer y luego llegaron las extorsiones a las víctimas, madres de los desaparecidos. Les pedían dinero, primero por información, después por salvarle la vida, luego por el cuerpo. Rápidamente, pasaron del tráfico de estupefacientes a la tortura y al homicidio. Una madre buscaba a su hijo adolescente. La información que recibió es que estaba en la casa de alias la Mamá, conocida expendedora del sector. Cuando la mujer logró entrar a la vivienda, se encontró con una imagen aterradora. Niños y adolescentes regados por habitaciones, desnudos y drogados. Ahí logró identificar a su hijo, estaba perdido en el vicio.
“Comencé a revisar las habitaciones. En la primera encontré a un niño de 9 años, estaba somnoliento, como drogado. Me pasé a la segunda habitación y encontré otras cuatro o cinco niñas, entre 12 y 15 años de edad, muy jóvenes, acostadas. Pasé a la tercera y fue cuando encontré a mi hijo, acostado en una cama, en compañía de otra joven, drogados”, señaló la testigo.
El director de Fiscalías en Bogotá, Javier Paba Mejía, explicó que esta organización inducía a los menores al consumo, los secuestraban con el vicio y luego los convertían en expendedores, campaneros y en esclavos de la banda. “Como consecuencia de ello, la Fiscalía les imputó el delito de trata de personas, además del uso de menores de edad en actividades delictivas”, dijo el director.
El trabajo meticuloso de los investigadores de la Sijín, bajo coordinación de una fiscal de la Unidad de Estructura y Apoyo en Bogotá, se completó después de seguimientos, más de 90 interceptaciones telefónicas, agentes encubiertos, análisis técnicos, drones, eternas vigilancias desde los cerros y un gigantesco operativo en una compleja zona donde ni siquiera una moto tenía acceso. Veintiuna personas fueron capturadas, todas imputadas por delitos como secuestro, homicidio, tortura, concierto para delinquir y desaparición forzada.
La contundencia del material probatorio, lleno de audios, declaraciones, inspecciones y videos, permitió que un juez ordenara cárcel para todos los delincuentes y notificar al disidente de las Farc de una nueva medida de aseguramiento en su contra. La sonrisa y las burlas de los criminales tras su captura se empezó a borrar, mientras algunos expresaron su deseo de colaborar con la Justicia. La Fiscalía y los investigadores esperan recibir más denuncias contra esta organización.
Los vecinos, en voz baja, agradecieron a la Policía por el operativo. Fueron años de zozobra, un barrio secuestrado con un camposanto que llamaban La Finca y que no era más que un matadero de seres humanos. Ahora recuperado, esperan que el Distrito haga lo propio y llegue con proyectos sociales para evitar que delincuentes que quedaron rezagados intenten retomar el poder.