Orden Público
Esta es la historia secreta de los contactos entre las Farc de Mordisco y el soldado Orozco, quien masacró a tres de sus compañeros
SEMANA revela detalles inéditos de la investigación sobre la masacre de tres militares en Putumayo, en la que las disidencias de las Farc infiltraron al Ejército sin que la contrainteligencia militar se diera por enterada.
Los informes de la investigación judicial develan cómo una mujer de la estructura Carolina Ramírez, de las disidencias de las Farc, se hizo amiga a través de Facebook del soldado Alexánder Orozco unas semanas antes de que cometiera la masacre de tres de sus compañeros. La mujer logró convencerlo para que traicionara al Ejército y le sirviera de infiltrado a fin de reclutar a otros uniformados y robarse el armamento militar del batallón, pero todo se salió de control.
Orozco, manipulado por la integrante de las disidencias, asesinó al capitán Juan Pablo Herrera Mazo, al sargento Carlos Fernando Rojas y al soldado Yoandris Mejía Mejía, los dos primeros con amplia experiencia militar y el tercero en formación para convertirse en uno de los mejores soldados.
No obstante, el asunto es mucho más complejo, pues Orozco no estaba solo: otros tres compañeros también habían sido infiltrados y accedieron a las propuestas de la mujer de las disidencias. Sus testimonios son ahora el eje central de la investigación para determinar si fue ella quien los convenció de traicionar al Ejército con la misma estrategia o si quien lo logró fue el soldado protagonista de la tragedia.
Así fue la masacre
SEMANA investigó este espinoso caso y reconstruyó en detalle lo que ocurrió ese día. A las 8:40 de la noche, aproximadamente, del pasado lunes 26 de febrero, la tranquilidad del capitán Juan Pablo Herrera Mazo, quien se encontraba asignado al Batallón de Infantería n.º 49 Juan Bautista Solarte Obando, de La Tagua, Putumayo, se vio interrumpida violentamente.
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A esa hora, el oficial, un destacado hombre que hizo la mayor parte de su carrera militar en las fuerzas especiales, estaba en su habitación. Escuchó un fuerte alboroto, gritos y gente corriendo que le hicieron pensar lo peor, incluso que las disidencias de las Farc que delinquen en esa región atacaban el batallón.
La reacción del capitán Herrera, como un hombre con experticia en el campo de batalla, fue desenfundar su arma de dotación y salir a ver qué era lo que estaba sucediendo, pues unos segundos antes se habían escuchado unos disparos en la alejada ala del batallón que colinda con el río Caquetá, donde estaba como centinela el soldado regular Alexánder Orozco. Herrera tenía que ir hasta allá a ver qué era lo que estaba sucediendo.
Al llegar al punto, Orozco y Herrera se cruzaron en el camino y aparentemente el capitán le pidió alguna explicación al soldado de lo que ocurría. La respuesta, al sentir que el capitán lo había descubierto, fue apuntar su arma de dotación contra su superior y disparar. El tiro fue certero, entró por el cuello del capitán dejándolo sin posibilidades de sobrevivir.
Con Herrera muerto, el soldado Orozco, que se encontraba al otro lado del batallón, sabía que ya no había marcha atrás. Tenía que llegar a la guardia y para ello debía cruzar toda la unidad militar llevándose por delante a quien se le pusiera en el camino.
El factor que tenía infortunadamente a su favor Orozco, le informaron a SEMANA, era que nadie sabía qué era lo que estaba pasando y la confusión del momento le dio ventaja al militar. Solo se tenía información de que se habían escuchado unos tiros en el ala lejana donde estaba como centinela Orozco, un sector oscuro, pegado al río, punto desde donde las disidencias podían lanzar cualquier ataque. Quienes llegaron al sitio vieron al capitán Herrera tirado en el piso, lo intentaron auxiliar, pero ya no había nada que hacer.
Por su parte, Orozco siguió su recorrido hacia la guardia. Él ya tenía una misión encomendada por las disidencias de las Farc, que lo habían abordado semanas antes para convertirlo en infiltrado del grupo criminal en el Ejército. Orozco llevaba ocho meses en esa unidad militar y la conocía a la perfección.
Con el crimen del capitán Herrera sobre su espalda, el uniformado sabía que tenía que fugarse a como diera lugar del batallón. Fue así como en el recorrido se encontró con su segunda víctima, el sargento Carlos Fernando Rojas.
Rojas vio que Orozco iba hacia la salida del batallón, lo detuvo y le preguntó qué era lo que estaba pasando. Le pidió que se regresara al punto donde estaba de centinela. En ese momento, el sargento, que también desconocía las intenciones de Orozco, se dio media vuelta para irse hacia la zona del río y el soldado le disparó en tres ocasiones por la espalda. El primero, en una pierna; otro, en la espalda, y estando en el piso lo remató con un disparo en la cabeza.
Descontrolado, con un potente fusil en sus manos y suficiente carga para enfrentar a quien intentara interponerse en su plan de fuga, Orozco siguió su recorrido hacia la salida del batallón, haciendo disparos en las instalaciones militares. En una de esas acciones descontroladas hirió a otros dos soldados, entre ellos Yoandris Mejía Mejía, quien murió unas horas después en un centro médico.
Finalmente, Orozco, luego de ocasionar el caos en la unidad militar, según el informe preliminar de los hechos conocido por SEMANA, se fugó del batallón. Con el pasar de las horas, y tras la confusión, otros tres soldados regulares compañeros de curso de Orozco, según fuentes judiciales, decidieron contar lo que sabían. Dijeron que el responsable de lo que había pasado en el batallón era su compañero.
La infiltración
Entre los detalles del caso, que conoció en exclusiva SEMANA, se estableció que Orozco unas semanas atrás, al parecer, había sido contactado por una mujer bonita por medio de Facebook. Ella entabló una relación de amistad con el soldado regular, el trato entre los dos se volvió más seguido y siguieron la conversación por WhatsApp.
La mujer (se indaga si visitó a Orozco en la unidad militar) se ganó su confianza y lo habría seducido prometiéndole una mejor vida, con más dinero, mejor trato y más poder, pero en las disidencias. Con esta estrategia lo habría reclutado para que traicionara al Ejército.
Pero para obtener estos beneficios, según la indagación preliminar de las autoridades judiciales, Orozco tenía que pasar una prueba: robarse el armamento que le había dado como dotación el Ejército y reclutar a otros soldados regulares.
Una de las conclusiones preliminares de los investigadores del caso, pero que podría dar un giro en cualquier momento, es que Orozco, como estaba lejos de la salida, disparó al aire el día de la masacre en el batallón para simular un ataque del otro lado del río y así concentrar la atención de sus compañeros en ese punto para salir con tranquilidad de la unidad militar con el armamento y con los otros soldados. Los había convencido para que hicieran lo mismo y así cumplir la prueba que les exigían las disidencias.
Según los hechos presentados, todo se salió de control para Orozco, quien en medio de su huida, al verse seguramente descubierto por el experimentado capitán Herrera, decidió asesinarlo y atacar a todo el que se pusiera en su camino.
El soldado Orozco, después de durar varias horas fugitivo, fue encontrado por la policía remando una canoa cuando pretendía huir posiblemente hacia Ecuador o Perú, como informó el Ejército. El soldado recibió una poderosa descarga de disparos de los policías, quienes lo hirieron en dos oportunidades y lo sacaron en delicado estado de salud de las aguas del río Caquetá.
El soldado fue trasladado a un centro médico de la región, en donde le practicaron una delicada cirugía, pero debido a la gravedad de las heridas falleció horas después. Por esta acción, los policías que participaron del operativo de captura de Orozco serán investigados por el delito de homicidio, según informó la justicia penal militar.
Por el momento, no se conoce pronunciamiento del comandante del Ejército, el general Luis Mauricio Ospina, sobre por qué la contrainteligencia de la institución falló en este caso y no detectó que cuatro militares habían sido infiltrados por las disidencias de las Farc.
Como se recordará, SEMANA ha revelado escándalos que sacuden al general Ospina por utilizar la inteligencia y contrainteligencia militar para casos personales, como la escena de celos con su esposa ordenando que siguieran a un profesor de inglés, o el posible montaje de la contrainteligencia para hacer ver al general Jhon Jairo Rojas como presunto aliado de las disidencias de las Farc en Cauca. En estos casos, la contrainteligencia militar del comandante del Ejército funcionó perfectamente.