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Exclusivo: el desgarrador testimonio del sobreviviente de la tortura por parte de militares a tres hombres. Otro más murió y al último lo enviaron a la cárcel
SEMANA entrevistó a Maicol Jeyson Hoyos, quien asegura haber sido golpeado y ahogado por cerca de seis horas hasta casi perder la vida. Además, es el testigo de otras dos torturas que resultaron trágicas.
Pasada la medianoche del 21 de abril, exactamente sobre la 1:50 a. m., empezó la tragedia para Maicol Jeyson Hoyos, quien dormía con su novia en la casa de sus suegros. En ese momento, hombres del Batallón de Infantería Aerotransportado n.º 31 Rifles entraron a esta casa con armas en mano, algunos con el rostro tapado y sin orden judicial. Estaban buscando armas y, al no encontrar, se llevaron a Hoyos, quien fue torturado por más de seis horas y fue testigo de la golpiza a otros dos hombres. Uno terminó muerto y el otro está detenido. Esta es la brutal narración de los hechos.
“El Ejército llega, en el pueblo de Cuturú, donde yo me estoy quedando, en casa de mis suegros, sin ninguna autorización de allanamiento ni permiso, me sacan de la casa, luego me llevan a donde ellos acampan”, ese fue el inició de horas de golpes, ahogamientos y maltratos en búsqueda de unas armas de las que no tenía idea.
“Allá me amarran, me empiezan a torturar, a dar golpes, patadas, me queman con una mechera y luego me echan sal en el cuerpo, que también me la hacen comer. Eso fue desde las 2:00 a. m. hasta las 5:00 que me estuvieron torturando. Tipo 6:00 me metieron a una fosa de agua, donde me sumergían, dos, tres veces me hundieron hasta dejarme prácticamente sin respiración”, cuenta Maicol Jeyson Hoyos.
Durante las largas horas, 12 militares, al mando de un cabo, de quienes SEMANA se reserva sus nombres porque es un asunto que está siendo investigado, lo golpearon, pero Maicol también fue testigo de otras dos torturas. La primera terminó con un muerto, el segundo está en la cárcel, pero hay dudas sobre su responsabilidad, la víctima dice que se trata de un falso positivo.
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“Me sacaron y me tuvieron amarrado. Ese mismo grupo del Ejército volvió a llegar al pueblito y regresaron con dos muchachos, uno es Jesús David Hurtado, el otro se llama Jonathan Velásquez. Llegaron sin ningún tipo de arma, pero luego de por ahí una media hora, eso fue como a las 7:00 a. m., llegaron los del Ejército con una arma, se la ponen a Jonathan Velásquez y le dicen que eso le pertenece”, advierte el relato de Maicol, que explica por qué Velásquez se encuentra detenido, por los delitos de tráfico y porte ilegal de armas y por qué lo denominan “falso positivo”.
Pero su narración es más aterradora y da cuenta de un posible homicidio, en medio de las torturas, que están en investigación. “A Jesús David Hurtado lo empiezan a torturar, lo torturan; yo escucho cómo se quejaba, cómo imploraba a la mamá de él. Solamente gritaba que la mamá, ay mamita, mamita, Dios mío mamita, era lo único que él decía”.
Hurtado fue el hombre que apareció muerto al otro día al lado de la carretera. Y según cuenta Maicol, después de la golpiza de la que fue víctima lo llevaron a la misma fosa, que los militares llamaban “Cancún”, donde lo ahogaron a él por lo menos tres veces hasta dejarlo inconsciente.
“Lo subieron como a diez metros de donde yo estaba y veía cómo lo golpeaban, cómo le pegaban. Lo tenían amarrado con las manos hacia atrás. Le daban patadas en las costillas, le pisaban la cabeza, lo golpeaban por todas partes del cuerpo. No eran ni uno ni dos, eran varios, eran aproximadamente unos siete u ocho que estaban ahí encima de él dándole golpes”, contó Maicol a SEMANA.
Luego, describió el lugar donde se dan los ahogamientos: “Es una fosa, ellos le llaman así, le llaman Cancún. Es hondísimo, eso siempre queda como a unos cinco, seis metros. Yo prácticamente estuve al borde de la muerte”.
“Después de tanto golpe, de tanta tortura y al ver que yo no les daba ningún resultado, porque no tengo conocimiento de armas ni de caletas, ni nada, pensaron en meterme en esa fosa ya queriéndome acabar, queriéndome quitar la vida, porque estaba como agonizando. Me sacaron arrastrado de la fosa y me dejaron amarrado, tirado en el suelo”, ese fue el final de su tortura, y lo dejaron libre, pero no por voluntad, según cuenta, llegaron hombres del CTI de la Fiscalía y se negaron a llevarlo porque con la cantidad de golpes que tenía encima “era un problema”.
“Veo cuando llegan los dos señores del CTI, ellos llegaron en camioneta y todo, un carrito que parece como un carrito de frío, que es todo sellado. Me iban a llevar también, a mí me pusieron las esposas, ahí fue que se acercó donde el otro señor del CTI, alguien como que de más rango, y dijo que así como yo estaba no podían llevarme, que era prácticamente un problema para la captura”, eso, asegura, le salvó la vida.
El fin de la tortura es el mismo inicio de su huida. El cabo que ordenó su libertad dijo que aprovechara que “estaba madre”. Pero, después de que lo dejaron salir, nuevamente los militares salieron a buscarlo, así se lo contaron los pobladores de Cuturú. Con lo que tenía encima se fue para Medellín y puso la denuncia en la Fiscalía.
“Para soltarme y eso, me hicieron firmar una documentación, donde decía que me no me habían maltratado ni física ni psicológicamente, en la cual decía que ellos me habían entregado a unas personas que se hicieron responsables de mí. A las 8:00 p. m. me dijeron váyase”. Terminó su historia de miedo que ahora lo mantiene escondido.
La historia de tres hombres que habrían sido torturados por militares; uno murió, otro está preso y el tercero se salvó y habló con SEMANA
En el remoto corregimiento de Cuturú, en Antioquia, sus pobladores no paran de hablar de un caso que los tiene aterrorizados. Se trata de la historia de tres hombres que habrían sido retenidos y su destino resultó trágico. Uno terminó muerto, tirado a la orilla de la carretera. El segundo fue torturado, quedó con graves lesiones y se encuentra escondido y atemorizado. El último está detenido por porte ilegal de armas y señalado de pertenecer a una organización criminal. Todo lo califican como un montaje, y, ante la gravedad de los hechos, el Ejército respondió que ordenó el inicio de una investigación disciplinaria y realizó la compulsa de copias a la justicia penal militar.
Los gravísimos señalamientos apuntan a hombres del Batallón de Infantería Aerotransportado n.º 31 Rifles, que opera en Caucasia, en la zona minera del Bajo Cauca antioqueño. Este espinoso tema ya se encuentra en manos de la Fiscalía, que tendrá que esclarecer lo que sucedió con estas tres personas. Las familias reclaman justicia.
SEMANA investigó los hechos y tiene en su poder demoledoras pruebas como videos, fotografías, chats, documentos y audios de una de las víctimas horas antes de morir, cuando ya había sido torturado. Además, habló con las familias y protagonistas, los relatos resultan aterradores. Se trataría de graves violaciones a los derechos humanos por 13 hombres del Ejército, la primera denuncia de este tipo en el gobierno del presidente Gustavo Petro. Esta es la historia.
Pasada la medianoche del 21 de abril, exactamente sobre la 1:50 a. m., empezó la tragedia para Maicol Jeyson Hoyos, quien dormía con su novia en la casa de sus suegros.
De repente, lo despertó una escuadra de uniformados, bajo el mando de un suboficial, que, con sus fusiles en mano, irrumpieron de forma violenta en la humilde casa en busca de armas.
Hoyos se lo contó SEMANA: “El ejército llega a donde me estoy quedando, en casa de mis suegros, en el corregimiento de Cuturú, sin ninguna autorización de allanamiento. Me sacan de la casa y me llevan a donde ellos acampan. Allá me amarran, me empiezan a torturar, a dar golpes, patadas, me queman con una mechera (encendedor) las costillas. Luego, me echan sal en el cuerpo y también me la hacen comer”.
Maicol Jeyson reconoce que estuvo preso durante tres años y medio por los delitos de concierto para delinquir y porte ilegal de armas, pero por buen comportamiento le dieron la libertad condicional. “Eso fue en Cúcuta y ahí me dieron la libertad. Desde entonces, la única condición era que no podía delinquir. Yo me dediqué a la minería y nunca he tenido problema, puedo mostrar mi cédula, mi documentación, a donde me pida la Policía o quién sea, no tengo problema”.
Este hombre, de 27 años, insiste en que es un sobreviviente, que es claro que lo querían matar. “Después de tanto golpe y de tanta tortura, al ver que yo no les daba resultado, porque no tengo ningún conocimiento de armas ni de caletas, empezaron a meterme en esa fosa que llaman Cancún, ya queriéndome acabar, queriéndome quitar la vida. Cuando vieron que estaba agonizando, me sacaron arrastrado de la fosa y me dejaron amarrado, tirado en el suelo. Eso fue como a las seis de la mañana”, dijo en su crudo relato.
“Estamos madre y lo vamos a soltar”
El drama de su retención está apoyado por videos presentados como prueba, que son publicados por SEMANA. En ellos se observa cómo militares con fusil en mano, algunos con pasamontañas, irrumpen en la vivienda. Con las linternas de sus celulares esculcan el lugar en busca de las armas que no encontraron.
Ya en la mañana, tras horas de golpes, quemaduras y ahogamientos, su tortura terminó. “Yo me encontraba golpeado, maltratado, y uno de menor rango dijo que llevarme a mí era un problema por la situación en la que yo me encontraba. Entonces, uno de mayor rango llegó a decirme que como no tenía ningún arma me iban a dejar libre ‘porque estaba madre’”.
Su cuerpo es la prueba. Las imágenes, que publica SEMANA y que ya tiene la Fiscalía, no dejan duda. No hay una sola parte del cuerpo en la que no tenga moretones, laceraciones, heridas y quemaduras. También cuenta un asunto de extrema gravedad: supuestamente, lo obligaron a firmar un documento en el que aseguraba que no había sido maltratado como condición para dejarlo ir. “Para soltarme, me hicieron firmar una documentación donde decía que no me habían maltratado ni física ni psicológicamente, que me entregaban bien y con vida a unas personas que se hicieron responsables de mí”, contó a este medio.
Al recuperar la libertad, Maicol, atemorizado, se escondió y como pudo, luego de que algunos lugareños le advirtieran que los militares nuevamente lo estaban buscando, salió corriendo de Cuturú con rumbo a Medellín, donde no dudó en presentar la denuncia.
El 24 de abril, al finalizar la tarde, llegó a la Fiscalía de la capital antioqueña. Durante horas se sentó con los investigadores para presentar la denuncia por los delitos de tortura y lesiones dolosas contra 13 uniformados, a los cuales, incluso, señaló con nombre propio. Esta denuncia, un documento de 26 páginas, presentada bajo la gravedad del juramento, cuenta al detalle las oscuras horas que vivió. Con fotos documenta la barbarie de la que presuntamente fue víctima. En ella se cita como testigos a su pareja, el suegro y las personas que estaban en la casa cuando irrumpieron buscando armas y, al no encontrar nada, se lo llevaron.
Se lo llevaron y apareció muerto
Pero Maicol no sería la única víctima. Él asegura ser testigo de lo que pasó con otros dos hombres. Uno terminó muerto, se trata de Jesús David Hurtado. El otro, Jonathan David Velázquez, está preso, acusado, según él, falsamente por porte ilegal de armas.
“Ese mismo grupo del Ejército volvió a llegar al pueblito. De allá regresaron con dos muchachos que no tenían ningún tipo de arma. Eso fue como a las 7:00 a. m., el Ejército llega con un arma, se la ponen a Jonatan Velásquez y le dicen que eso le pertenece. A Jesús David Hurtado lo empiezan a torturar, yo escucho cómo se quejaba, cómo imploraba a la mamá. También lo llevaron a la fosa donde me metieron a mí, pero al día siguiente aparece muerto en la carretera entre Cuturú con Caucasia”, contó Maicol, en lo que es el inicio de otra trágica historia.
La narración es estremecedora: “A Jesús David lo subieron como a diez metros de donde yo estaba y veía cómo lo golpeaban. Lo tenían amarrado con las manos hacia atrás, le daban patadas en las costillas, le pisaban la cabeza, lo golpeaban por todas partes. No eran ni uno ni dos, unos siete u ocho estaban ahí encima dándole golpes. Lo trataban mal, que hijueputa. Él solamente gritaba que la mamá, mamita, mamita, Dios mío, mamita, era lo único que decía”.
SEMANA también habló con familiares de Hurtado, quienes se sienten en riesgo y ni siquiera son capaces de ir a la zona donde apareció el cuerpo. Por eso, pidieron la reserva absoluta. El drama de Jesús David, según su familia, comenzó unos días antes cuando había sido detenido por primera vez. También fue torturado y lo dejaron libre. Dan información delicada, dicen que les había contado que era guía o informante del Ejército.
Uno de ellos entregó una prueba clave. Se trata de audios, en poder de SEMANA, en los que cuenta lo que le hicieron en la primera detención, la golpiza que recibió. “No (…) yo si estoy mal, esa gente me dejaron fue hijueputa, mano, me cogieron, eran 11, y me cogieron mal. Me crucificaron en un palo, me tapaban la boca para que no gritara. El uno me daba en la cabeza, el otro me daba en las costillas, el otro por el otro lado de las costillas, el otro me daba en la boca del estómago, el otro me daba patadas. Me dejaron fue por muerto esos hijueputas”.
Estos son audios enviados por WhatsApp de la última vez que escucharon con vida a Jesús. “Me estaban ahorcando, me estaban engañotando. Tengo tres días que no como, hasta para pasar la saliva es un problema, paso mucho trabajo, y esta dolencia que tengo en el cuerpo, te digo (…), en la cabeza, en la cara, ¡oiga! Todo”.
En otro mensaje enviado al celular de un familiar, se escucha: “Me cogían a ahorcarme y, cuando ya veían que me estaba quedando, me estaba yendo, me estaba ahogando, ahí mismo cogían y ahorcándome. El otro estaba dándome en la barriga por un lado, dándome en la cabeza y tapándome la boca. Muchos malditos, jueputa”.
Jesús también envió un mensaje de texto: “Un poco mal yo. Bea lo que pasa es que por acá donde ando me cogió un hp de una ejército y me metieron una, casi me matan esos hp me dieron duro, estoy un poco mal, disque por sospechoso, los voy a demandar a esos hp, ya a le con el abogado (sic)”.
Uno de los familiares de Jesús David Hurtado accedió a hablar con SEMANA bajo reserva de su identidad y contó lo que ha averiguado. “A él lo agarró el Ejército en el Bajo Cauca, lo golpearon, lo soltaron y fueron otra vez por él. Ahí resultó desaparecido”. Relató que al otro día la gente del pueblo decía que lo habían visto sin vida en la carretera. En la Fiscalía de Caucasia les indicaron que tenían que buscarlo en hospitales, en la morgue, pero no lo encontraron. Su mamá, en medio de la angustia, rogaba que le dieran razón.
Ahí sucedió algo extraño que será parte de la investigación. “Nos dijeron que teníamos que buscarlo en Medicina Legal, no nos dejaron verlo, porque estaba en estado de descomposición, pero no se refirieron a los golpes. Nos lo entregaron sellado, imagínese el dolor de su mamá, no poder verlo por última vez. Tampoco nos dejaron poner la demanda que porque el caso estaba en el Bajo Cauca y como usted sabrá nosotros allá no podemos bajar porque corremos peligro”, le contó a SEMANA su familiar, quien agregó que lo único que les dicen con certeza es que murió ahogado.
Las historias cruzadas de las tres víctimas tienen coincidencias claras: el lugar de los hechos, los militares, la búsqueda de información de armas y la tortura, que en este caso habría desencadenado la muerte.
“La gente del pueblo vio cuando lo sacaron, lo llevan hacia donde estaban los otros dos muchachos, que son los testigos, y lo soltaron. Dicen que lo recapturaron y apareció muerto al otro día en la carretera”, contaron.
En esta historia hay asuntos oscuros que requieren explicación. Por ejemplo, no se explican por qué no les dejaron ver el cuerpo, que, sabían, estaba con marcas de tortura. La Fiscalía de Caucasia, señalan, de manera informal les informó que murió ahogado, pero los mantiene muy intranquilos, pues les dijeron que solo tendrán dictamen de Medicina Legal en dos meses.
Terminó en la cárcel
El coletazo de ese 21 de abril, cuando se desencadenó la triple tragedia, tiene también tras las rejas a Jonatan David Velásquez, sindicado de porte ilegal de armas. Sobre las 7:00 a. m., advierte el relato de Hoyos, el Ejército llegó con un arma, que él no sabe de dónde la trajeron, pero se la pusieron y dijeron que le pertenecía.
“Eso era un tipo fusil. A él le dijeron, eso es suyo y se lo pusieron ahí. El pelado no tenía eso, simplemente fue algo que le montaron para poder legalizar la captura. De dónde apareció esa arma, no se sabe, porque el ejército salió y volvió con eso. A Jonathan le dieron como unas cachetadas, unas patadas y lo amarraron”, contó Maicol.
SEMANA contactó a Haminton Palacio, el abogado que defiende a Velásquez. Él asegura que según su cliente fue golpeado, que el arma que le pusieron no era de él y que este podría ser un falso positivo. Con un dato adicional: su defendido también sería guía o informante del Ejército y, según señala la familia, no le querían pagar una recompensa.
“El informe entregado por el Ejército señala que después de una hora de ser retenido él les manifiesta dónde, al parecer, hay unas armas. De esta forma legalizan su captura, pero esa persona no tenía armas en su poder. Por lo tanto, no se configuraría el tipo penal, se puede hablar que podría ser un falso positivo”, dijo el abogado a este medio.
Palacio hace énfasis en inconsistencias entre el informe inicial de Medicina Legal, que manifiesta que no tenía laceraciones, y el informe del médico rural, que, por el contrario, afirma que le propinaron golpes en el cuerpo producto de manos (puños) y pies (patadas).
El abogado no dejó pasar el diálogo con SEMANA para advertir que se encuentra en riesgo. “Temo por mi vida, uno como abogado defiende los derechos de cada persona y es el juez el que decide. Yo no he tenido ningún problema con el Ejército”.
Entre los documentos que obtuvo este medio, está el reporte operacional del Ejército, firmado por el superior, un cabo. También están los nombres de 12 soldados, cuya identidad SEMANA se reserva, pues este espinoso asunto está en investigación.
El informe señala que “encontramos en la operación de estabilidad Ares, en el corregimiento de Cuturú, que siendo las cinco horas se inicia con patrulla perimétrica y, siendo las siete horas, se observa un sujeto en un terreno baldío al que se le requiere para registro. El sujeto emprende la huida y se logra detenerlo. La patrulla advierte que las características físicas coinciden con alias Narcopea, presunto miembro de un grupo de delincuencia organizada denominado Los de Abajo, se procede a conducirlo a la base de la patrulla móvil”.
Más adelante se lee que “siendo las 8:20 a. m. el sujeto es identificado como Jonathan Velásquez, quien manifiesta que tiene un arma de fuego escondida, se realiza la verificación del lugar encontrando un fusil Ak-47, un proveedor y 136 cartuchos de guerra calibre 7,62. En razón a ello se captura al señor por el delito de tráfico y porte de armas”.
En esta historia hay evidentes irregularidades y será la justicia la que finalmente determine qué pasó en el remoto corregimiento de Cuturú.
Ante este escandaloso hecho, que mezcla tortura, muerte, prisión y excesos de parte de militares, el Ejército envió un comunicado de respuesta a SEMANA en el que señaló que “se ordenó el inicio de la investigación disciplinaria en el Batallón de Infantería Aerotransportado n.º 31 Rifles. También, se dispuso la compulsa de copias a la Justicia Penal Militar, del cual, por reparto, fue asignado al Juzgado de Instrucción Penal Militar n.º 97, con sede en Cáceres (Antioquia)”.
En relación con el operativo que terminó con la captura de Velásquez, que se ha calificado como un montaje, afirman que se dio en “en el desarrollo de una operación terrestre y estos fueron puestos en conocimiento de las autoridades competentes, por parte del personal militar orgánico del Batallón quienes, en coordinación con el CTI, adelantaron los actos urgentes correspondientes y actualmente se adelantan las investigaciones”.
Y agregan que “se obtuvo el hallazgo de un depósito ilegal, el cual contenía material de guerra. Estos elementos materiales probatorios fueron puestos a disposición del CTI, de acuerdo con los procedimientos establecidos, en consecuencia, se dio la captura”.
El Ejército reitera que está dispuesto a colaborar en las investigaciones, algo que resulta necesario en este oscuro tema del que aún hay mucho que aclarar.