secuestro
SEMANA tuvo acceso a la tensa audiencia en la JEP entre los exFarc que secuestraron a los diputados del Valle, y las familias de las víctimas: ¿dónde está la verdad?
SEMANA conoció lo ocurrido en una audiencia ultrasecreta entre los ex-Farc y familiares de los diputados del Valle asesinados. La molestia es general. Consideran que la prometida verdad no llegará.
“Yo estaba encima del campamento, en la guardia. Alexis y cinco más llegan y me interrogan, les digo que soy de las Farc. Empezaron a mirar para abajo donde estaba todo el personal y, de repente, empieza el plomo. Para mí fue un problema de falta de comunicación, creo que nadie se esperaba que fueran a disparar porque estábamos entre guerrilleros”. Ese es el testimonio de una guerrillera conocida como la Enfermera y, tal vez, es lo más cerca que han estado los familiares de los diputados del Valle, asesinados mientras estaban secuestrados, de conocer la verdad o una de las tantas versiones de la tragedia.
La declaración se presentó en una audiencia ultrarreservada, hecha por solicitud de las Farc, con los familiares de los diputados, que conoció en su totalidad SEMANA. Hablaron de uno de los capítulos más oscuros del conflicto, el atroz delito que cometieron de forma sistemática las Farc al secuestrar a miles de colombianos. A varios por la recompensa y a otros por un interés netamente político. Estando retenidos, fueron asesinados 11 de los 12 diputados del Valle en poder de la guerrilla y esta es ahora la prueba ácida para la JEP, que, sin duda, quedó debiendo. Así lo afirman las víctimas.
La citación llegó días después de que la defensa de los familiares de los diputados anunciara que se paraban de la mesa ante el cansancio y ausencia de verdad en los relatos, que no coinciden y solo dejan más preguntas.
No solo les han libreteado las audiencias, como lo reveló SEMANA. Han tenido que recurrir una y otra vez a escuchar versiones contradictorias, que, en lugar de aclarar dudas, profundizan su sufrimiento y ven lejos la promesa de la verdad.
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“La enfermera”
Francisca, conocida en las filas de las Farc como la Enfermera, no solo contó lo ocurrido ese 18 de julio de 2007. Reconoció los graves problemas de salud que vivieron los diputados como resultado de las pésimas condiciones en las que la guerrilla los obligaba a vivir.
Desde agosto de 2005 cuidó a los diputados. Dos de ellos padecieron de leishmaniasis y, cuando emprendían largas caminatas, uno de ellos, que tenía problemas de visión, se caía al piso repetidamente ante la mirada fría de los guerrilleros.
Francisca y sus compañeros les tenían que suministrar analgésicos y medicamentos, mientras las balas y los helicópteros servían de telón de fondo y ellos intentaban esconderlos. No había otra opción: caminar o les tendrían que disparar.
La defensa de los diputados
En el turno para la defensa de los diputados del Valle, nuevamente la queja fue la falta de verdad. Las versiones no encajan. Por ejemplo, la familia del diputado Carlos Alberto Charry preguntó por el carcelero, y una de las abogadas respondió, dejando más dudas, que ninguno de los guerrilleros recordaba quién los cuidaba con la excusa de que “la guardia cambiaba constantemente”. Es como si los relatos tuvieran una dosis de amnesia y frialdad ante el dolor de los familiares.
“Su señoría, recuerde que había, según las versiones, dos guerrilleros cuidando a cada diputado. Si estamos hablando de una persona, el otro que está aquí debe saber el nombre. Eran 18 guerrilleros del anillo de seguridad, eso fue lo que manifestaron en la audiencia anterior”, dijo uno de los abogados intervinientes en el proceso. El silencio fue total.
El correo de Raúl Reyes
En un hecho sin precedentes, la JEP permitió que los exguerrilleros fueran confrontados con el contenido del computador del abatido Raúl Reyes. En esos correos hay una versión sobre la masacre en la que aparecen mencionados.
Alfonso Cano solía escribir en los correos que había sido un ataque debido a la presencia de grupos paramilitares que había en la zona. Esa es otra versión.
La necropsia
En medio del cruce de narraciones diferentes, que tiene a las víctimas indignadas, la voz más clara surge de la necropsia: señala que los impactos de bala fueron desde una distancia de 15 a 20 centímetros, a quemarropa. Por el contrario, según la versión de los mandos medios, los disparos vinieron desde una zona montañosa, a larga distancia. ¿Cuál es la verdad que prometieron?, se cuestionan las víctimas.
“Los lavamos para quitarles la sangre”
En un instante tomó la palabra un excombatiente de nombre Edilson, quien contó que la orden del asesinato la dio el secretariado y fue transmitida por el comandante de la unidad, Héctor Julio Villarraga.
Se trata de uno de los pocos comparecientes que dieron sepultura a los diputados del Valle. Formó parte del comando de seis guerrilleros y contó detalles desconocidos. “Si se trataba de darles digna sepultura, teníamos que bañarlos. Quitarles la sangre, vestirlos. Le soy sincero, no sé si era la ropa de supervivencia, pero era la que cargaban”, contó.
Y una pregunta quedó en el aire: ¿tuvieron el tiempo para pensar en hacer ver a los diputados, ya masacrados, mejor vestidos? Con toda frialdad, respondió que, si en algún momento la imagen salía en medios o llegaba a la familia, lo correcto era que salieran “mejor vestidos”.
No hay verdad
Tras más de diez horas de audiencia, los familiares salieron profundamente decepcionados. A su juicio, lo que hubo fue un desfile libreteado de mentiras mezcladas con verdades y recuerdos vagos.
Pareciera haber un mismo relato en todos los exguerrilleros que pasaban al banquillo, como si hubiese un pacto para encubrirse. Sigifredo López, el único sobreviviente, ha contado ya ante la JEP que en la selva todo se escucha y la frase que aún retumba de ese momento fue la orden de alias el Grillo diciendo “mátenlos”.
Lo que queda claro es que, una vez más, la verdad y la reparación se ven lejanas. Mientras tanto, los jefes de las Farc y quienes estaban a cargo de los diputados asesinados en cautiverio gozan de libertad. Sus familiares, por el contrario, se sienten aún encadenados. No pueden perdonar.