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Sorprendente giro en el caso de Julianita: la mujer transgénero estaba supuestamente muerta antes de llegar al retén militar en el que el soldado disparó | Entonces, ¿quién la mató?
SEMANA revela un documento en el que el soldado acusado del asesinato, sorpresivamente, afirma que la muerte de esta mujer transgénero no fue su responsabilidad. Pide investigar si ya iba muerta en el vehículo.
“Me la mataron, me la mataron, mataron a Julianita”, el país recuerda cómo, entre gritos y lágrimas, Francisco Larrañaga se lamentaba por la muerte de su pareja, una mujer transgénero de 35 años, quien falleció por un impacto de bala en la cabeza, en medio de un retén del Ejército en Miranda (Cauca), cuando pasaban en un carro y no se detuvieron. Todos los reflectores apuntaron a la responsabilidad de los militares, en especial al soldado Cristian Saavedra, a quien acusan de haber hecho el disparo. Esta trágica historia de amor, roto por las balas, dio un giro radical.
SEMANA conoció que a pocos días de iniciar el juicio en su contra, el soldado Saavedra abrió la puerta de otra hipótesis sobre lo sucedido esa mañana del 24 de septiembre de 2020. Insiste en que no es responsable de la muerte de Juliana y con pruebas en mano pretende demostrar que ella presuntamente no falleció por los disparos que él hizo, sino que la trasladaban ya muerta en el carro.
Por eso, le solicita a la Fiscalía que se investigue esta posibilidad. En un documento conocido por SEMANA y enviado al fiscal general, dice lo siguiente: “Se hace necesario que se investigue si en efecto el señor Carlos Julio Giraldo (Juliana) ya venía muerto, porque constatado por los peritos balísticos de mi defensa era imposible que yo, desde el piso, pudiera efectuar un disparo como el que asegura la Fiscalía que acabó con la vida de la víctima. Además, si bien es muy poco probable que un tiro de fusil se fraccione en la forma como sucedió, lo hallado en el cuerpo no obedece a las características de una herida de un disparo de fusil”.
Se trata de una doble tragedia, no solo Juliana murió, el soldado Saavedra hasta pensó en suicidarse. Así quedó plasmado en el documento en el que pide a la Fiscalía revisar el caso y evaluar las pruebas según las cuales Juliana ya estaba muerta: “Cuando me incorporé de nuevo me decían los compañeros que yo había matado al pasajero. Me asusté mucho, y al calor de los hechos llegué a creer que eso había sucedido, y tomé la decisión de suicidarme, un compañero lo impidió cuando interpuso su dedo contra el disparador de mi arma y me la quitó”.
En el mismo documento, el soldado reconoce que sí disparó, pero puso sobre la mesa algo que resulta extraño y que es la base del giro en el caso: la posibilidad de que Juliana ya estuviera muerta: “El conductor Larrañaga Restrepo hizo un amague de abrir la puerta, pero me arrolló con su vehículo, caí al piso, reaccioné accionando mi arma desde el piso, impactando la llanta trasera izquierda, impidiendo la fuga. El conductor se bajó gritando: ‘Me la mataron, me la mataron’, y no permitió que tocaran a la persona que iba en el asiento del pasajero para que le prestaran los primeros auxilios”.
Acá está el meollo del asunto, que seguramente sacará chispas en el juicio. Según la defensa, Juliana ya iba muerta en el carro, por eso no permitieron la atención médica de urgencias. José Luis Villafane, abogado penalista, defensor del soldado, dice que tiene los argumentos para sostener esta tesis.
“Revisado lo descubierto por los peritos de la Fiscalía, si Cristian impactó la llanta trasera izquierda del carro desde el piso, era imposible que el disparo ingresara por el panorámico trasero lado derecho, esquina superior, pues no se corresponde con la trayectoria determinada por el balístico de la Sijín”. En este argumento –para el defensor– hay contradicciones y el disparo solo lo pudo hacer una persona de pie. Así se ve en el informe técnico de laboratorio de reconstrucción de los hechos, al que tuvo acceso SEMANA.
A esto se suman argumentos como la decisión de no detenerse en el retén, que el carro Mazda blanco correspondía con una denuncia de un vehículo que transportaba explosivos, la rapidez con que Larrañaga gritó que habían matado a Juliana y sus antecedentes. Para la defensa, es necesario explicar un morado que tenía la víctima en la pierna, al parecer de violencia física previa a su muerte, y las huellas del impacto en la cabeza, porque el patrón que dejaron las heridas no correspondería a una bala de fusil. El soldado Saavedra se juega su última carta enviando estos argumentos a las más altas instancias: el fiscal, la procuradora y hasta la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
La acusación de la Fiscalía
Contrario a los argumentos de la defensa, para la Fiscalía no hay duda: el soldado Saavedra asesinó a Juliana. Por eso lo acusó, lo sentó en juicio y lo mantiene detenido por homicidio en persona protegida, con base en meses de investigaciones, recopilación de pruebas, exámenes forenses, de balística y más de 20 testimonios, incluso de sus propios compañeros.
“Al momento en que hacen el retorno del cañaduzal salen dos militares, entre ellos el soldado Saavedra, quien sin un motivo justificado, desacatando la instrucción de sus superiores y desatendiendo la formación en materia de derechos humanos y DIH, efectúa dos disparos con su arma de dotación fusil galil calibre 5.56 hacia el vehículo desde la parte trasera, impactando uno de ellos en la humanidad de la joven Juliana Giraldo”.
Para la Fiscalía es concluyente que el soldado sabía lo que hacía al hacer el disparo, y además faltó al principio de distinción al accionar el arma. No aplicó la premisa de “es mejor un bandido fugado, que un inocente asesinado”.
La tragedia de una madre
Detrás de la muerte y más allá de los gritos desesperados de Francisco Larrañaga que conmovieron al país, está la tristeza y búsqueda de justicia de una madre, Gloria Díaz, quien ha sido reconocida como víctima por el juez y está convencida de que su hija sí murió por el disparo del soldado Saavedra, con quien se reunió, lo miró a los ojos y, asegura, lo perdonó.
“He estado en todas las audiencias, me las sé de memoria y no tengo duda de que mi hija murió por un disparo del fusil de ese joven. Los proyectiles tienen un código o número que permiten la identificación. La investigación de la Fiscalía no deja dudas. Tengo las fotos de la necropsia de Juliana y su semblante en la camilla no es de alguien que hubiera muerto tiempo atrás, tiene la piel fresca, se ve como dormida”, explicó a SEMANA Gloria Díaz.
Más allá de las pruebas, dijo que la certeza de la responsabilidad del militar se la dio el cara a cara que tuvo con él y que describió así: “Los dos estábamos nerviosos, él estaba tembloroso, me miró una vez a los ojos y agachó la mirada. Estaba triste, se le veía arrepentido y que no quería recordar. Le dije que me había quitado una parte de mi vida, pero lo perdonaba. Le pedí que no atentara contra su vida, que pensara en su mamá, porque ya había una mamá sufriendo. Uno solo se arrepiente cuando ha cometido un crimen”.
Asegura que no quiere que el joven soldado cargue con toda la responsabilidad, “el muchacho no estaba solo, hay un mando, él obedece órdenes, y deben poner la cara”. Sobre la posibilidad de que Francisco Larrañaga tenga que ver con el crimen, lo descarta y echa mano de una versión según la cual él tenía un parqueadero que contaba con cámaras de seguridad y el día de los hechos se ve a Juliana en videos aún con vida.
SEMANA se comunicó con Larrañaga, no quiso referirse al caso y también se ha marginado del proceso jurídico, pero ahora está emproblemado, el soldado Saavedra pide que lo investiguen por el delito de agresión contra funcionario público, por haberle tirado el carro encima, lo que generó la trágica reacción.
En la lucha por justicia queda Gloria Díaz, quien desde España no le pierde paso al juicio, que ha tenido aplazamientos y dilaciones. Su dolor, como señala ella, no tiene nombre, “ella era una mujer, era mi niña, yo lo único que busco es justicia”.
Una radiografía a la violencia contra la comunidad LGBTI
A ciencia cierta, en Colombia no se ha determinado cuántas personas componen la comunidad LGBTI del país. Por primera vez, en 2019, el Dane incluyó y utilizó las respuestas relacionadas con la orientación sexual e identidad de género en la Encuesta Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas (ENCSPA). Aunque las preguntas sobre estos ítems ya se habían hecho en ediciones previas de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud y de la Encuesta Multipropósito de Bogotá, el director de esta entidad reconoció –en agosto de 2020, cuando se entregaron los resultados de la ENCSPA– que estas variables no se tenían en cuenta para las mediciones.
“Todas las poblaciones deben ser reflejadas en los datos de un país y, como dicen lemas de nuestra entidad, lo que no se mide no se ve”, afirmó Juan Daniel Oviedo.
En todo caso, esta encuesta arrojó que había 256.000 personas con orientación sexual diversa: 105.000 hombres gais, 56.000 mujeres lesbianas y 85.000 personas bisexuales. Además de 0,05 % de personas que se identificaron como transgénero, para un estimado de 10.000.
A estas cifras hay que añadir que las organizaciones sociales denuncian que hay un subregistro porque las entidades todavía no han implementado a cabalidad una política pública para que la identidad de género sea tenida en cuenta en varias esferas del Estado. Fenómeno que conlleva a que, incluso, en el momento de morir una persona trans sea tachada por su sexo de nacimiento y no por la identidad que los representaba.