DÍA INTERNACIONAL CONTRA EL TABACO
“Sí, yo dejé de fumar”
Semana.com publica varios testimonios de lectores que nos escribieron para contar cómo y por qué dejaron el cigarrillo. Algunos de ellos demuestran que las normas que restringen los espacios con humo ayudan a dejar el vicio.
A propósito de la semana contra el tabaquismo, que está en curso, y de las intenciones de algunos congresistas de meter ‘micos’ en la ley que busca reglamentar los espacios libres de humo, Semana.com quiso conocer las experiencias de fumadores que dejaron el vicio.
Al correo lineaciudadana@semana.com escribieron cientos de personas entre miércoles y jueves contando sus experiencias con el cigarrillo y cómo lograron dejarlo, a raíz de la convocatoria hecha en el artículo '¿Dejó de fumar? Cuéntenos por qué'. Semana.com las leyó y encontró muchas coincidencias entre las personas que han dejado el cigarrillo.
Una de las más recurrentes es la de personas que fuman más mientras consumen licor o salen a bares y discotecas. Paradójicamente, la Cámara de Representantes está a punto de tumbar la norma actual que impide el consumo de licor en estos sitios, pese a que cada año mueren 25 mil colombianos como consecuencia del cigarrillo.
Otras coincidencias entre estos ex fumadores que escribieron a Semana.com son haber empezado a fumar desde la adolescencia, la influencia de hijos y parejas en la decisión de dejar el vicio y los temores a sufrir graves problemas de salud. Estos tres datos, si llegan a sustentarse en estudios más completos, podrían ser tenidos en cuenta en campañas cuando haya un verdadero interés de reducir el consumo de tabaco.
Básicamente, de los usuarios que enviaron sus historias, todos dejaron de fumar solos, por una motivación personal, a punta de fuerza de voluntad, después de recaer y sin ninguna estimulación de política pública alguna. ¿Cuántos estarán ahora en esa lucha? Nadie lo puede determinar. Pero una ayuda, como por ejemplo establecer espacios libres de humo, reducir la publicidad o encarecer los precios de los cigarrillos, como lo sugieren expertos internacionales, podría darles un empujón a dejar de fumar y mejorar su salud.
Semana.com seleccionó algunos casos que reflejan las principales coincidencias entre los ex fumadores.
“Dejé de fumar por amor”
Edgar José Orozco escribió que “después de haber fumado una cajetilla diaria por casi diez años, y de varios intentos de dejar el vicio por salud, dejé de fumar por amor. ¿Cómo así? Hace cerca de 23 años conocí en la Universidad Tecnológica de Pereira a quien hoy es la madre de mis tres hijas. En aquel entonces, cuando éramos novios y salíamos a discotecas, yo encendía un cigarrillo e inmediatamente esto le producía tos y le tocaba retirarse de la mesa mientras pasaban los efectos del humo del cigarrillo. Esto me hacía sentir mal y apenado. Fue así como decidí dejar de fumar.
“Mi esposa me dijo que en el sexo me sentía aliento a cigarrillo y el sudor olía a nicotina”
Freddy Carreño cuenta que “empecé a fumar a los 18 años motivado por las películas de acción y porque quería verme como mis compañeros que tenían este vicio. Fumé aproximadamente por 15 años. ¿Por qué dejé el cigarrillo? Primero, porque estaba asustado por el consumo de un paquete y medio diario, lo cual perjudicaba mi salud y ya se veía reflejado en mi rendimiento físico. Segundo, porque me sentía un fumador empedernido, pues ya había dejado de fumar en dos oportunidades y había vuelto a recaer. Y tercero, lo que rebosó la copa fue que una noche, cuando estaba con mi esposa, me dijo que durante la relación sexual me salía aliento a cigarrillo, que en el sudor transpiraba nicotina y que eso le fastidiaba. Me dejó frío.
“Me dije ‘no fumo más’ mientras les leía un cuento a mis hijos”
Beatriz Guzmán empezó a fumar cuando tenía 24 años y fumó durante los 15 años siguientes. “Yo tenía tres hijos de 4, 3 y 1 año. Una noche de 1982, cuando los acompaña a dormir leyéndoles un cuento, me dije “no fumo más”. La motivación principal fue haber visto cómo un cáncer terminal acababa con la vida de la abuela de mis hijos y pensé que mis pequeños podían quedar huérfanos también muy pronto si yo seguía fumando. Inmediatamente dejé el vino, el ron y la cerveza. No fue nada fácil. Había momentos en que me sentía enloquecer por la adicción al cigarrillo, pero pensando en mis tres hijos, me sentí fuerte para continuar la lucha”.
“Le prometí a mi hija que no volvería a verme fumando”
Héctor Giovanni Vargas contó que “empecé a fumar cuando tenía 14 años. A los 21, en una noche de rumba, conocí a la mujer que hoy es mi esposa. Esa noche fumé lo que nunca había fumado. Éramos tan tontos, que apostábamos al que fumara más. Al día siguiente no podía ni hablar. Con el paso del tiempo, no fumé más, pero tampoco menos. El problema siguió.
“Al tiempo, mi esposa quedó embarazada y nació mi hija, que ya tiene 13 años. Un día, cuando ella tenía 2 ó 3 años, llegué a la casa con mis tragos en la cabeza y fumando, como siempre. Sin culpa, tumbé un cuadro de la sala que hizo un ruido de los mil demonios. Mi hija salió y con una carita de terror me vio en ese estado. Me quité el cigarro de la boca, alcé a mi hija y en medio de mis tragos le prometí que nunca más me volvería a ver fumando.
“Al día siguiente, me levanté con más ganas de fumar que de costumbre. Fui a buscar cigarrillos a mi saco, tomé uno y en ese momento vi a mi hija en la puerta, como si supiera lo que yo iba a hacer. Recordé la promesa que le hice y a partir de ese día comenzó una lucha infernal por dejar de fumar.
“Les juro que nadie puede imaginar lo que se siente. Dentro de mi cabeza me decía “sólo es una niña, un solo cigarro no me hace daño, salgo y me lo fumo afuera, al baño, a la terraza”. Mi cabeza daba vueltas. Recuerdo que mi hija se acercó, me abrazó como si supiera lo que estaba pasando. La lucha fue muy dura. Hoy han pasado diez años en los que no he fumado, pero los primeros seis meses fueron de desesperación y ansias”.
“Dejé de fumar cuando vi la imagen de un pulmón destruido”
Jonny Aristizábal estaba un día visitando a su padre en una clínica y “a la salida estaba un evangelista que iba todos los días. Encendí un cigarrillo y me entregó un volante que tenía la imagen de un pulmón seccionado de una personas que había sido fumadora. Ese pulmón parecía una esponja como esas con las que lavan carros, pero estaba totalmente negra. Me dio tanta impresión, que dejé el cigarrillo en el acto. Algunas veces fumo porque algún amigo lo está haciendo y mi cuerpo lo rechaza inmediatamente”.
“Casi me ahogo montando en bicicleta”
Orlando Saavedra cuenta que “empecé a fumar cuando tenía 18 años, creo. Cuando iba a cumplir 40, terminé en la cama de una clínica por una hernia lumbar, consecuencia del sobrepeso, la mala postura y la falta de actividad física. Siempre dije que a los 40 debía hacer algo diferente, algo que me hiciera sentir orgulloso a mí y a mi familia. Por eso, decidí comprar una bicicleta de montaña e iniciar actividades físicas.
“El primer día que me reuní con unos amigos, casi me ahogo cuando llevábamos como dos kilómetros de recorrido. No era capaz de respirar, me sentía muy mal, sentía que todo me daba vueltas. Y fue ahí cuando tomé la decisión de no seguir fumando. Hoy en día soy asiduo deportista”.
“Mi padre murió de enfisema”
Meyer Díaz cuenta que “dejé de fumar después de haberlo hecho durante 17 años. Varios motivos me ayudaron. Primero, siempre quise dejarlo, pero no tenía la voluntad. Segundo, me dije a mí mismo: “después de los 35 años de edad es más difícil”. Otra razón fue que mi padre murió de enfisema. El verlo ahogarse y rogar por un suspiro de aire, me dio más motivos para dejar el vicio. Por último, me ayudo mucho tener amigos que no fuman, eso es bien importante. Finalmente, un buen día, antes de ir a dormir, me fumé hasta la colilla del cigarrillo que tenía, luego me puse el parche que venden aquí en Estados Unidos y me fui a dormir. Ese fue mi último cigarrillo. Ha sido la mejor decisión que he tomado en mucho tiempo”.
“Fercho, esta mierda del cigarrillo es una adicción igual a la droga”
Carlos Eduardo Barragán escribió que “a finales agosto de 2004, el camarógrafo Fernando Ferro y yo aceptamos hacer parte de un proyecto del periodista Manuel Teodoro: disfrazarnos como indigentes, recorrer las calles de tráfico de drogas de la capital y con cámaras escondidas entrar a los huecos donde miles de colombianos se mueren en vida por culpa de la droga. La caracterización nos llevó más de un mes.
“Como yo fumaba entre 30 y 35 cigarrillos al día, el humo de la droga que se consumía en esos sitios no me fastidiaba, pero sí comenzó a despertar en mí el anhelo de libertad porque comencé a descubrir que yo estaba preso en el tabaco. En la última noche, luego de ver a una mujer perder el conocimiento en uno de esos viajes sin razón, lloré y al lado de Fernando, un ducho y veterano camarógrafo, reflexionamos sobre la vida y sobre cómo un vicio o una adicción puede acabar con un ser humano.
“Me lancé entonces con mi teoría: "Fercho, esta mierda del cigarrillo es una adicción igual a la droga, a esto que se fuma esta gente. La única diferencia es que es una adicción social y permitida. El cigarrillo también lo mata a uno lentamente, le quita el aire, ahoga, produce ansiedad, desasosiego y desesperación si uno no lo tiene a mano. Yo lo he sentido".
Ese día, luego de atravesar la Plaza de Bolívar para tomar la carrera séptima hacia Chapinero, me hice y le hice a Ferro una promesa: dejar de fumar. No sabía cómo, ni cuál sería la fórmula pero me comprometí con ese empeño que sólo diez meses después pude coronar después de un curso de autosuperación”.
Si quiere hacer público un problema de la vida cotidiana que lo afecte a usted y a más personas, escriba a lineaciudadana@semana.com. Recuerde incluir un número telefónico para que un periodista pueda contactarlo.