Caldas
Así viven en la cima del volcán Nevado del Ruiz: “Ruge, tiembla y no da miedo”
2.500 personas deberán evacuar sus fincas en el marco de la alerta naranja por la posible erupción del volcán Nevado del Ruiz.
SEMANA recorrió las veredas de Caldas que están en proceso de evacuación por cuenta de la posible erupción del volcán Nevado del Ruiz. Las familias desafían las advertencias del Servicio Geológico Colombiano y se niegan a abandonar sus hogares a pesar del riesgo.
Ni los más de 20 mil sismos de los últimos días los han hecho temblar de pánico. Por años han compartido con un gigante dormido cuyo poder destructor se mide con los estragos que causó en 1985 cuando mató a 25.000 personas y arrasó con el municipio de Armero.
Sandra García duerme hace 12 meses a pocos kilómetros del cráter. Casi todos los días, a las seis de la mañana, el volcán muestra su mejor cara para que los campesinos vean sus entrañas. No lo perciben como un enemigo o un monstruo, sino como un fiel amigo.
“Es hermoso, especialmente cuando llueve”, contó. Se le partió el corazón cuando recibió la visita de los organismos de socorro y le pidieron que abandonara su casa porque podría presentarse una explosión. No cedió, dado que no cree que haya ninguna novedad con él.
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“¿Que tire ceniza, que ruja cada momentico, que se mueva la tierra? Eso es normal. Aquí vamos a estar con él, no tengo miedo y lo que Dios quiera”, manifestó. Los expertos expusieron que sí hay anomalías: los movimientos de 2023 no se registraban desde 1985.
Su vecina, Viviana Galvis, tiene la certeza de que están exagerando con las condiciones del volcán porque la emisión de gases es su diario vivir. El pánico que hoy tienen en los pueblos que resultarían afectados no lo comparten los cientos de vecinos del Nevado.
“Para la ciudad es algo impresionante, pero para nosotros ya no. Vivir con él es lo máximo, es de los mejores vivideros del planeta”. Por eso, rechazan las evacuaciones ordenadas por los Consejos Municipales para la Gestión del Riesgo de Desastres.
Según la familia Cipagauta Sánchez, “en su humilde opinión”, y basada en la experiencia de 1985, si hay erupción en el volcán, no causaría una avalancha, por eso, “no nos pensamos ir de acá y no tenemos para dónde irnos”.
Además de las corazonadas, las evacuaciones están frenadas en algunos sectores porque los campesinos no quieren soltar sus actividades económicas. Los animales son la principal fuente de ingreso y dejarlos en el abismo los sumergiría en una crisis financiera.
En las montañas abundan vacas, gallinas y ovejas. Las pérdidas serían millonarias si atienden la petición de los organismos de socorro: ponerse a salvo en un lugar que no represente un riesgo para su integridad física, aunque sí implique otros peligros.
Las autoridades les han dado dos soluciones. La primera, trasladarlos a zonas donde la amenaza sea menor y puedan suministrarles alimentos. La segunda, ir a las fincas bajo la responsabilidad de cada uno y atender los animales mientras el sol esté alumbrando. Eso implica multiplicar los gastos que agudizan las pérdidas.
Aunque el gobierno nacional se mostró dispuesto a ofrecer un subsidio para aliviar el bolsillo de los campesinos que se sometan a las evacuaciones preventivas, nadie les da la palabra de que así va a ocurrir.
Otro de los dolores de cabeza y gran preocupación es el futuro del turismo, uno de los músculos económicos del Eje Cafetero. Una vez se declaró la alerta naranja, la Gobernación de Caldas tomó la decisión de cerrar el parque Los Nevados.
Los hoteles sobre las montañas tuvieron que despedir a los viajeros y cancelar las reservas programadas para la Semana Santa, uno de los mejores periodos del año. Las fuentes consultadas por SEMANA no han recibido salvavidas de las autoridades.
Así lo advirtió Alexandra Jaramillo, propietaria de un hostal ubicado en la vereda Montenegro de Villamaría: “En ningún momento se mencionaron apoyos económicos para suplir las necesidades. Tenemos caballos, gallinas, cultivo de truchas y mini pigs”.