Temporada Taurina
Tarde de emociones en Manizales: Luis Bolívar y Antonio Ferrera abrieron la puerta grande
El encierro de la ganadería de Juan Bernardo Caicedo permitió el triunfo del colombo-panameño y del español. Notas altas y bajas en la casta. José Arcila cortó una oreja y el segundo toro de su lote no tuvo ni un pase.
La noticia que no se deseaba escuchar llegó a las 3:35 de la tarde a la Plaza de Toros de Manizales: por los altoparlantes se anunció que el joven español Marco Pérez, quien a sus 15 años revoluciona la fiesta del toro en el mundo, no podía participar en el festejo.
El motivo principal, proteger su vida ante una actividad de riesgo, por ser menor de edad. El fondo, un ataque más contra la cultura y la tradición taurina. Una pena para el novillero y para los más de 10 mil espectadores que colmaron los tendidos.
Sin pasar el mal sabor de boca, clarines y timbales sonaron para el paseillo de Antonio Ferrera (España), Luis Bolívar (colombo-panameño) y José Arcila, torero manizaleño que llena de orgullo e ilusión a los taurinos de la ciudad de las puertas abiertas y de Colombia.
Gran tercio de banderillas. Saludaron Héctor Fabio Giraldo y Jaime Devia, tras ejecutar dos pares soberbios, ambos vestidos con papelillos blancos y puros, como el toreo de verdad.
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Momento de mucha nostalgia y caballerosidad. Brindó Ferrera la lidia y muerte del toro a su compatriota Marco Pérez. Estalló la plaza en aplausos, abrazo entre colega y palabras de un ‘padrino’ clave para el momento amargo.
Se encontraron en el centro del ruedo Cerillero, un toro negro astracanado (450 kilos) y el toreo español Antonio Ferrera. El astado de la ganadería de Juan Bernardo Caicedo se aplomó en la arena, fue un cerillo con poca luz (movilidad), y esta es clave para ver torear y que la emoción de las embestidas se transmitan al tendido.
Lo intentó Ferrera, por la derecha y la izquierda. Le puso la muleta en la cara, baja y, a base de paciencia y técnica, le robó, de uno en uno, pases que fueron dando forma a una faena para aficionados, entendiendo que eso era lo que necesitaba el toro.
Llegó la música como premio al valor y al mérito. Las manos del torero, como un machín, extrajeron el poco combustible que llevaba Cerillo entre sus carnes. Fue el torero el que no dejó que el toro desluciera, pues tenía bondad.
Espadazo de Antonio Ferrera, el toro rodó sin puntilla tan solo unos segundos después. Faena que bordó con paciencia el español, puntada a puntada, paso a paso, como quien se dedica a hacer un traje de luces, con delicadeza, esmero y arte.
“Hoy era un día muy especial para Marco Pérez. Llevaba esa ilusión que se tiene de joven al vestirse de luces. Lleva la sangre taurina en las venas y vendrán más y mejores momentos para él”, declaró Antonio Ferrera, quien recibió claveles rojos y blancos y la corona de café, premio máximo que desde el tendido se otorga a los triunfadores de cada tarde.
Navegante, sin brújula
El torero colombo-panameño Luis Bolívar recibió con dos largas, de rodillas, a Navegante (444 kilos), toro de capa negra con manchas blancas (burraco), similares a las de un normando.
Desorden en el tercio de banderillas. Hasta ocho hombres en el ruedo. En el primer par solo quedó una banderilla en el morrillo, el segundo fue el mejor y el tercero lo pusieron a la carrera, por cumplir.
Brindó Bolívar al público. Empezó la faena en el centro del ruedo, cambiándose el torero, técnica de valor, pero que no terminó de lucir por la falta de fijeza del toro en la muleta.
Bolívar, con la muleta, hizo las veces de GPS, ante un Navegante que buscó las tablas y huyó en varias ocasiones. Entendió el torero las condiciones, lo leyó y, a base de derechazos y recursos, elaboró una faena, en varios actos, en los que el toro humilló y, en momentos, hubo pases de calidad.
La muleta a la mano izquierda, pitón por el que el toro salió después de cada pase más suelto, desentendido, pero acudió, repitió, sin mucha clase, las embestidas, mismas que Bolívar, arrodillado, con pases de las flores, armó un collage de faena, persiguiendo al toro, de sombra a sol. La música acompañó una labor de brega ardua del torero. Cierre por estatuarios.
Silencio en la plaza. Entró a matar Bolívar con decisión, en corto y por derecho. Estocada delantera. Una oreja para Bolívar y pitos en el arrastre para Navegante, que deambuló sin clase.
Jilguero, en deuda
El torero manizaleño José Arcila, vestido de grana y oro, recibió a Jilguero (484 kilos), toro negro azabache, engatillado de pitones.
Tres verónicas a pie junto y remató con media verónica, en todo el centro del redondel. De salida, el toro no fue fijo en el capote. Por delantales, llevó a toro hasta el caballo, pero no acudió al llamado del picador. Arcila lo llevó de nuevo. Puya corta y trasera. En banderillas, dos pares bien colocados.
Brindo José Arcila y arrancó si faena con emoción, dos muletazos de rodillas, intentó torear en redondo, pero no estaba bien colocado.
Tomó la muleta con la mano derecha, pero el toro, falto de casta, miró y se dirigió en dirección a los tableros. Toreo al natural, ante una embestida noble, remate lento, por bajo.
Le dio tiempo y espacio Arcila. Molinete. Dos derechazos y pase por bajo mirando los tendidos. Le dejó en la muleta en la cara y sumo un par más de pases a su faena.
Recibió la espada, respiraron Jilguero y el torero manizaleño. Cerró con manoletinas y se dobló con el toro. Acomodó al astado, lo igualó de sus patas delanteras y dejó una espada completa, levemente caída hacia el costado derecho del toro. Tardó en rodar, le sacaron la espada y dobló.
Petición mayoritaria y oreja otorgada por el presidente para el torero de la tierra. Luego de terminar de dar la vuelta al ruedo, ovación cariñosa del público para Arcila.
“Hoy es un día importantísimo. Estoy en mi casa, con toda la responsabilidad y dispuesto a hacer lo que sea necesario para dar la cara ante estas dos figuras (Ferrera y Bolívar). El camino se hace para poder caminar”, remató Arcila, en los micrófonos de RCN Radio.
Ganadores
El cuarto de la tarde, Ganador (446 kilos), de la ganadería de Juan Bernardo Caicedo, castaño, chorreado en verdugo, se guardó las embestidas en el capote.
Toreo de capa clásico para citar al toro, de tauromaquia de siglos pasados. Dejó al toro para la pica, de largo, a unos 30 metros, se arrancó el toro y un puyazo accidentado, cerca del costillar izquierdo. El segundo intento en el morrillo. Tercio deslucido.
En banderillas, dos muy buenos pares de Joao Ferreira, quien saludó desde el callejón. Paso seguido, brindis de Ferrera a los espectadores.
El torero español, entendedor de las condiciones del toro, hizo todo bien, lo espero, respetó el terreno donde el toro deseó ser lidiado. Por el pitón izquierdo, barrió con mucha lentitud la arena gris del ruedo manizaleño. Acompañó cada embestida hasta el final, enseñándole a embestir.
El toro, falto de casta, buscó las tablas. Allí, Ferrera ejecutó dos circulares invertidos con la mano izquierda, y remató con suavidad por lo alto. Por pases por bajo y un molinete, galleando la figura y fundiéndose en la muleta.
Caminó cerca de 15 metros, paso a paso, para encontrarse con el toro y matar recibiendo. Mete y saca defectuoso en el primer intento y estocada tendida en el segundo. El español recibió una ovación calurosa de los aficionados.
Legionario, el mejor toro del encierro
A las 4:40 p. m. salió Legionario, toro negro de 488 kilos. Mostró su calidad desde la salida, se enceló en el capote y respondió con velocidad y fiereza a las verónicas que ejecutó Bolívar.
Peleó en el caballo, persiguió en banderillas. Nota destacada en la casta y embestidas de Legionario, que en la muleta arrancó de largo, humilló con calidad por ambos pitones.
Toreó con temple y despacio. Tauromaquia de la buena. Retumbó el pasodoble en la plaza. Se deleitó Bolívar, el toro no paró de embestir nunca. Sonó Feria de Manizales y la emoción se desbordó. Al final, el toro buscó las tablas y, un tanto atropellado, indultó a Legionario.
En los tendidos, los gritos que pedían que entrara a matar fueron opacados por la petición mayoritaria del indulto.
“Tenemos que luchar, echarle afición a lo que nos mueve y nos conmueve, que es la tauromaquia. Torear es el reflejo del alma”, dijo Bolívar antes de recibir las dos orejas, simbólicas, tras alcanzar el máximo premio para todos en la fiesta brava, que se perdone la vida del toro para que regrese a la ganadería a hacer aún más legionaria la cabaña brava de Juan Bernardo Caicedo y de Colombia.
Disfrutó Bolívar la vuelta al ruedo, sonriente, devolviendo las atenciones del público, que reconoció su poder con la muleta. Agradeció al cielo con la corona de hojas café colgada en la nuca.
Del sexto, General, de 478, jabonero sucio, poco o nada que decir. Falto de casta e imposible de sacarle un pase de calidad con la muleta. Truncó la ilusión de José Arcila de triunfar en su plaza y de acompañar a Antonio Ferrera y a Luis Bolívar por la puerta grande.