Medellín
Este es el desgarrador testimonio de una mujer que, por una tusa y depresión, perdió sus extremidades
Una mujer confiesa que perdió las extremidades mientras buscaba a su esposo en Antioquia. Hoy él tiene una nueva familia y ella trata de sobrevivir sin pies y sin manos.
Diana Herrera asegura que una tusa amorosa la dejó sin pies y sin manos: una poderosa bacteria le invadió las extremidades cuando perseguía al amor de su vida en las calles de Medellín. En diálogo con SEMANA, describió el infierno que padece.
Recuerda la escena como si hubiera sido ayer. Los dos vivían felices en un apartamento en Acacías (Meta) y, de un momento a otro, él le dejó 200.000 pesos sobre la mesa del comedor y no volvió a aparecer. El desespero se adueñó de su cuerpo. Por azares del caso, la mujer encontró en la prostitución el sustento para sus tres hijos mientras rastreaba el paradero de su esposo. La angustia la acompañaba de día y de noche, en tanto satisfacía los deseos sexuales de hombres desconocidos.
Una amiga le sugirió consumir sacol, un pegamento que al ser inhalado produce alucinaciones: “Yo le di un plon a ese tarrito y yo miré a mi marido a un lado, con eso bastó para que me volviera una adicta, esa era mi felicidad”. La imagen del hombre se borraba de su mente cuando pasaba el efecto. Tras varias semanas, tomó la decisión de viajar a Medellín para tratar de hallar a su pareja, pues tenía información de que podía estar en esta región.
Herrera fue recibida en las ollas de vicio y, en los momentos de consciencia, buscaba a cualquier sujeto que le diera dinero a cambio de sexo. El pegante y el alcohol fueron su refugio. Era otra mujer envenenada por la fiebre de un desamor.
En una de las tantas madrugadas en las que intentaba conciliar el sueño, su cuerpo adquirió un tono negro y no podía moverse. Los médicos que la recibieron en el servicio de urgencias creían que se había electrocutado, pero el diagnóstico era otro. Adquirió el neumococo, una bacteria que genera infecciones y procesos invasivos severos: “La cogí en el aire y, de tanto consumir drogas por verlo a él a mi lado, se formó una debilidad en mi cuerpo y perdí las defensas”.
La única solución para salvar su vida era amputarle las extremidades, con el fin de frenar la expansión de la infección hasta el corazón. Ella se negó y pidió el alta médica, en contravía de todas las recomendaciones de los especialistas. Entre lágrimas, hoy recuerda: “Yo dije que mocha no vivo porque yo vivía de mi cuerpo, mi trabajo era mi cuerpo, yo prefería morirme así”.
Un paro cardiorrespiratorio fue su salvación: estuvo muerta por segundos y su madre aprobó la intervención. Al abrir los ojos, no encontró las manos ni los pies; en un solo procedimiento le exterminaron el bicho. Ese día cambió todo y un dolor físico y mental la tomó por completo, porque le producía vergüenza no tener extremidades por una tusa. Confiesa que duró siete meses sin salir de un sótano por pena. Solo se levantó de la silla de ruedas cuando fue consciente de su existencia: “Me dije, sigo respirando, me puedo mover, sigo comiendo; tengo que seguir el ritmo de la vida”.
Como pudo, consiguió un par de prótesis para dar los primeros pasos y hoy están quebradas. Se arrastra por el piso de su casa para hacer de comer y adelantar la limpieza, también produce videos en TikTok para que el mundo conozca su historia. Finalmente, encontró al hombre por el que cruzó todo el país y, a su juicio, la dejó sin pies y manos: “Lo vi en una estación del metro y tenía un anillo en el dedo, ya está casado, tiene a su mujer y míreme yo cómo estoy”.