Chocó
La masacre de tres menores que sacudió a Quibdó y aún genera dolor y miedo
Las familias de las tres víctimas aseguran que otros dos jóvenes, que los acompañaban en el recorrido, también aparecieron desmembrados en un caño de Quibdó.
Tres menores de edad fueron convocados a un escalofriante juego de tortura en la ciudad de Quibdó. Los criminales empezaron a cortarles partes de su cuerpo a sangre fría y, cuando estaban dando los últimos respiros, decidieron rematarlos con armas de fuego.
La masacre ocurrió porque las víctimas de 10, 12 y 17 años cruzaron una frontera invisible en el barrio Buenos Aires. Los integrantes de un grupo ilegal los confundieron como miembros de la organización que estaban combatiendo: los acusaron de campaneros.
Cuando los vieron caminar por la calle, los invitaron a pasar a una casa con la excusa de entregarles reciclaje para que lo vendieran. Todo fue una farsa. Luego los secuestraron e hicieron preguntas. Si las respuestas no los complacían, cortaban sin piedad sus brazos.
Esa información la entregó el más pequeño de los afectados, Cristián David Mena, ante la Fiscalía. Él alcanzó a sobrevivir tres días y aprovechó su consciencia para revelar la aterradora escena, a pesar de que tenía tres balas en el cuerpo y sin una mano.
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Todo empezó en la tarde del 20 de abril de 2021. Este niño salió del colegio y se reunió con cuatro amigos del barrio en el malecón de Quibdó. Cuando se acercaron las cinco de la tarde, decidieron volver a sus casas. Tomaron la ruta más fácil donde los mataron.
Con base en su relato, los cinco fueron retenidos en la casa. Los primeros golpes los recibió el adolescente de 17 años, cuando murió, siguieron con el de 12 y su turno fue el tercero. De los otros dos desconoció la suerte, pero luego aparecieron desmembrados.
Sus cuerpos quedaron tendidos en el suelo. El único que pudo resucitar fue Cristián David. Fueron sus lamentos los que advirtieron a los vecinos del sector sobre la matanza y la Policía reaccionó. En un quirófano trataron de curarlo, pero los daños ya estaban hechos.
Durante los tres días en que estuvo con vida, no volvió a sentir las piernas porque una bala llegó a la columna, pidió que lo llevaran a su cama y estaba cansado de recrear el dolor que vivió ante las autoridades judiciales. Él murió al frente de su progenitora.
La mujer que lo trajo al mundo, Milena Córdoba, detalló que su pequeño hijo le confesó que no tenía líos con los hombres que lo mataron. “Yo le pregunté que si había cogido algo ajeno o qué había pasado, pero dijo que no, que no sabía las razones”, comentó.
Reconoció que era travieso. Acostumbraba a dormir por fuera de la casa a sus 10 años y ella le clamaba al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) apoyo para frenar su conducta, pero la fórmula psicosocial que le aplicaron durante el 2021 no le sirvió.
Cuando desaparecía, les informaba a las autoridades, pero le habrían dicho que tenía que esperar 24 horas. La noche de ese 20 de abril todo parecía normal: no llegó a dormir, pero lo esperaban al otro día. No volvió a cruzar la puerta, su destino fue el cementerio.
Su familia denunció que los hombres que alcanzó a señalar Cristián David como presuntos responsables del crimen no habrían sido judicializados. “Esto no puede quedar así y el Estado debe encontrarlos, ya va para dos años y no ha pasado nada”, agregó la mamá.
Los tres menores de edad hacen parte de la lista de 600 personas que han muerto de manera violenta en los últimos siete años en la ciudad de Quibdó, donde la violencia ha estado sin freno y se ha enfurecido desde la pandemia que causó el covid – 19.
El conflicto urbano lo volvieron a despertar las organizaciones delincuenciales, quienes están batallando por el control territorial. La extorsión y el orgullo es el resultado de la violenta confrontación. Los más frágiles han caído en el aterrador campo minado.