Medellín
Las dos caras de Medellín: Daniel Quintero saca pecho de su gestión y organizaciones denuncian una oscura administración
La administración de Federico Gutiérrez arranca con dos versiones de la capital de Antioquia: la cara amable que expone la Alcaldía saliente y la oscura gestión que denuncian las organizaciones sociales.
Medellín vivió cuatro años traumáticos: una pandemia que puso en riesgo a todos los habitantes, una confrontación política que afectó la gestión distrital y denuncias de presunta corrupción que llevaron a los entes de control a poner la lupa sobre la ciudad.
Daniel Quintero, quien renunció a la Alcaldía el pasado 30 de septiembre para participar en política en el marco de las elecciones territoriales, defiende a capa y espada su liderazgo, mientras que veedurías y organizaciones sociales critican su paso por lo público.
Hay dos relatos sobre lo que ocurrió entre 2020 y 2023. Por un lado, se da cuenta de un mandato intachable donde todos los ciudadanos se beneficiaron. Por el otro, se advierte sobre un abandono a la ‘tasita de plata’ de Colombia, como se le conoce al Aburrá.
Quintero levanta el rostro y saca pecho cuando se le pregunta por sus logros: las autoridades disminuyeron en un 36 % las muertes violentas, el desempleo cayó en un 8.3 %, encendió cuatro turbinas en Hidroituango y entregó 130.000 computadores a estudiantes de bajos recursos.
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Él también cita el reconocimiento que le otorgó el Departamento Nacional de Planeación a su plan de desarrollo, la recuperación de cinco elefantes blancos, el buen tiempo de las finanzas en EPM, la disparada del turismo y la recuperación económica tras la pandemia.
“Pocos se dieron cuenta que la ciudad se convirtió en una de las más pacíficas, recibí un municipio y entregué un distrito, se hizo una apuesta por convertirla en la capital del entretenimiento de América Latina y se activó la construcción”, dijo el exalcalde.
Medellín Cómo Vamos, quien le mide la temperatura a la calidad de vida de los habitantes desde hace 17 años, reconoce la disminución en los asesinatos, las estrategias para generar empleo y el auge de viajeros; aunque se distancia de los demás indicadores.
Sus datos pondrían en evidencia una ciudad sitiada por el hambre donde el 28 % de los ciudadanos manifestaron no tener las tres comidas al día, la desnutrición superó el 9 % en menores entre cero y cinco años, se frenó la edificación de casas y se disparó la extorsión.
También empeoró la imagen favorable de las entidades públicas, la más crítica de las últimas dos décadas: “La favorabilidad de la Alcaldía fue del 31 % y se identificó una muy baja confianza en el alcalde, también en el Concejo”, reportó la organización.
A Daniel Quintero le cuesta aceptar estos resultados por las personas que los emitieron e interpreta los números como una confrontación política. Detrás del grupo están las compañías del sector privado que, a juicio del exalcalde, confrontó durante su cuatreño.
Mónica Ospina, directora de Cómo Vamos, responde que los números no mentirían y expondrían una crisis institucional:
“La gestión se vio muy detenida porque la contratación que se hizo desde la Alcaldía estuvo muy orientada a fines políticos, no técnicos”. El exmandatario desmiente esta hipótesis y confiesa que le cobraron su persecución por recuperar a Hidroituango.
Así la pasó Medellín en los últimos cuatro años: peleando entre dos narrativas que cobraron relevancia en la elección que le dio el triunfo a Fico Gutiérrez. Él se convirtió nuevamente en alcalde tras un discurso anti – Quintero, anticipó rastrear cualquier indicio de supuesta corrupción y prometió unir a la ciudad: “Cesó la horrible noche”, mencionó luego de sumar las mayorías el 29 de octubre.
En palabras de la administración saliente, en cabeza de Óscar Hurtado, Gutiérrez tiene tres retos: “Construir sobre lo construido, impulsar la tecnología y apoyar lo social”.