NACIÓN
Reportan nuevo secuestro en Cesar, la víctima sería la esposa de un comerciante
La mujer salió de practicar deporte y fue interceptad por sujetos que se la levaron con rumbo desconocido.
El secuestro en el sur del departamento del Cesar se ha convertido en la principal fuente de financiamiento de grupos armados ilegales; y cada vez son más los casos de personas secuestradas, la mayoría de ellos, ganaderos, palmicultores, comerciantes y ahora, la esposa de un comerciante.
Se trata de María Beltrán Quintero, esposa del comerciante Oswaldo González en el municipio de Pelaya en ese departamento. La información que hasta ahora manejan las autoridades es que este 15 de junio cuando María salía a practicar deporte cerca al corregimiento de Costilla, en esa localidad, fue interceptada por hombres armados que la raptaron.
Las autoridades realizan una búsqueda en la zona para dar con su paradero y dar captura a los responsables.
Este hecho no es más que uno de los tantos registrados recientemente en el departamento del Cesar y Ocaña. Sanín Mena, de 87 años, un abogado y ganadero ampliamente reconocido en el departamento y en Norte de Santander, también fue secuestrado exactamente entre los corregimientos de Los Ángeles y Montecitos en el municipio de Río de Oro.
Tendencias
La misma suerte la corrió Amanda Arroyo Arrieta, una mujer de 53 años, que fue sacada de su finca en Tamalameque y quien lleva más de dos meses privada de la libertad.
La historia de un secuestrado liberado
A Norte de Santander viajaron representantes de la Iglesia católica y de la Defensoría del Pueblo para facilitar la liberación del adulto mayor Heriberto Urbina, quien había sido retenido por un grupo armado ilegal en Curumaní (Cesar) el pasado 24 de abril. Él, de 86 años, se había convertido en el hombre más viejo en estar en poder, en poder de un grupo ilegal armado.
Urbina llevaba cerca de mes y medio en poder de sus captores, pudo haber sido la persona con mayor edad en cautiverio en el mundo, según señala en un comunicado la Defensoría del Pueblo, lo que a todas luces se constituyó en una clara violación a sus derechos y una flagrante infracción al Derecho Internacional Humanitario.
“Saludamos con complacencia el regreso a la libertad del señor Urbina y el hecho de que pueda retornar al seno de su hogar, sano y salvo, luego de que fuera entregado a la misión humanitaria en la región del Catatumbo”, aseguró el defensor del Pueblo, Carlos Camargo Assis.
De igual manera, indicó que la entidad mantendrá abiertos sus canales humanitarios y sus equipos dispuestos en todos los territorios de la geografía nacional para que las personas privadas de la libertad por los grupos al margen de la ley en Colombia puedan retornar, también con su integridad salvaguardada, a sus hogares y actividades cotidianas.
Heriberto Urbina Lacouture siempre ha sido un hombre de campo. Desde la adolescencia, recuerdan quienes lo conocen, aprendió a levantarse mucho antes de los primeros soles del día para ordeñar vacas y agitar el azadón sobre las tierras de San Juan del Cesar, en La Guajira, un pueblo que se levanta entre la Sierra Nevada de Santa Marta y la serranía del Perijá, y donde él nació hace ya 86 años.
Una zona de la que nunca quiso irse. Don Heriberto hizo del Cesar y La Guajira su patria. Fue allí donde aprendió a levantarse a las 5:00 a. m. y donde se hizo campesino y luego ganadero.
Es que no tuvo otra elección: la tragedia lo alcanzó muy joven, con apenas 15 años. Su padre murió tempranamente y, sin otra herencia distinta que el trabajo duro y unas pocas vacas, se marchó para buscar tiempos mejores a La Jagua de Ibirico, donde un pariente le enseñaría a sembrar arroz, uno de los cultivos más prósperos de la época. Con el tiempo, también se le mediría a la palma de cera.
Su secuestro estuvo a manos del frente Camilo Torres del ELN, mientras se encontraba en una estación de combustible.
Todo sucedió tan rápido que no dio tiempo de reaccionar, tal como relataron varios testigos. Los hombres lo acecharon, se le subieron al carro y partieron con rumbo desconocido, dejando una estela de incertidumbre, de llanto y de angustia no solo en la familia Urbina, sino en esa comunidad de Chiriguaná y Curumaní a la que generosamente don Heriberto ha apoyado durante décadas.