Las personas sostienen carteles mientras se reúnen en los escalones de la Biblioteca Pública de Nueva York para mostrar su apoyo a Salman Rushdie el 19 de agosto de 2022 en la ciudad de Nueva York. La comunidad literaria de Nueva York se reunió en la Biblioteca Pública de Nueva York en solidaridad con Salman Rushdie una semana después de que fuera atacado y apuñalado varias veces mientras daba una charla en la Institución Chautauqua. Su atacante se declaró inocente el jueves de los cargos de intento de asesinato en segundo grado y asalto en segundo grado. Michael M. Santiago/Getty Images/AFP (Foto de Michael M. Santiago / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / Getty Images vía AFP)
Las personas sostienen carteles mientras se reúnen en los escalones de la Biblioteca Pública de Nueva York para mostrar su apoyo a Salman Rushdie el 19 de agosto de 2022 en la ciudad de Nueva York. La comunidad literaria de Nueva York se reunió en la Biblioteca Pública de Nueva York en solidaridad con Salman Rushdie una semana después de que fuera atacado y apuñalado varias veces mientras daba una charla en la Institución Chautauqua. Su atacante se declaró inocente el jueves de los cargos de intento de asesinato en segundo grado y asalto en segundo grado. Michael M. Santiago/Getty Images/AFP (Foto de Michael M. Santiago / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / Getty Images vía AFP) | Foto: Getty Images via AFP

ESTADOS UNIDOS

A propósito del ataque contra Salman Rushdie: ¿qué está pasando con la radicalización violenta en Estados Unidos?

El ataque a Salman Rushdie en el estado de Nueva York es solo un ejemplo más de cómo se está radicalizando la ciudadanía estadounidense. ¿A qué puede deberse este fenómeno?

19 de agosto de 2022

El reciente ataque contra Salman Rushdie en Chautauqua es una buena ocasión para analizar la violencia en la que está inmersa la capital del estado, la ciudad de Nueva York, y con ella el país entero. En lo que va de siglo XXI, la Gran Manzana ha sufrido once ataques terroristas. Los 3 001 muertos y más de 6 000 heridos que conllevan son la crónica más patente de una vulnerabilidad cuyas causas quizá no sean tan conocidas.

La radicalización violenta se puede estudiar empíricamente desde diferentes ángulos. Dos de estas perspectivas empíricas, en ocasiones contrapuestas, son: por un lado, el análisis de la trayectoria que siguen los individuos que terminan actuando violentamente con fines políticos bajo el paraguas de una organización terrorista que puede operar desde el exterior; y, por el otro, el examen de los factores macrosociales que conducen a la radicalización violenta de organizaciones con fines políticos.

Teniendo en cuenta la segunda perspectiva, la vulnerabilidad de Estados Unidos ante el terrorismo está relacionada con cuatro grandes factores que no se dan, en su totalidad, en otros contextos nacionales:

  • La existencia de más de 1 700 grupos legales en el país que el prestigioso Southern Poverty Law Center califica como “extremistas” o “de odio”.
  • La polarización rampante de la política norteamericana.
  • Los agravios subjetivos aducidos por múltiples colectivos ante el comportamiento geoestratégico del país en la escena internacional, en general, y en su lucha contra el terror, en particular.
  • La grandísima densidad poblacional y desigualdades de ciudades como Nueva York.

Grupos extremistas y de odio

Estados Unidos es la cuna de más de 1 700 grupos que justifican el odio, e incluso la violencia, contra ciertos colectivos. Estos están inspirados en ideologías muy diversas que van desde el nacionalismo cristiano, el supremacismo blanco y la defensa armada antigubernamental (más conocidos simplemente como Militia), hasta el supremacismo negro y el islamismo violento. Muchos de estos grupos estarían prohibidos en Europa. De hecho, Canadá tiene en la lista de organizaciones terroristas a algunos, como los Proud Boys o los Three Percenters.

Salman Rushdie
ARCHIVO - Salman Rushdie asiste a la 68a ceremonia y cena benéfica del Premio Nacional del Libro, el 15 de noviembre de 2017 en Nueva York. (Foto por Evan Agostini/Invision/AP, archivo) | Foto: Evan Agostini/Invision/AP

Sin embargo, la primera y segunda enmienda de su constitución blindan, en primer lugar, el derecho a la libertad de expresión y, en segundo, el derecho a portar armas y a autodefenderse. Ambos derechos generarían las condiciones para que no se vete ningún tipo de ideología, incluso las violentas o de odio, puesto que caerían en la esfera del pensamiento y la expresión; y para que las armas estén a disposición de grupos que pueden considerar al Estado como una amenaza de la que defenderse.

La polarización estadounidense

En Europa se considera que las democracias pueden amortiguar cierto grado de polarización. Además, se plantea que la polarización real de la población puede diferir de la creciente polarización política. Por ello, la polarización y la radicalización violenta se estudian por separado y rara vez se ve a la primera la causa de la segunda.

En Estados Unidos, donde la representación política de la ciudadanía se canaliza históricamente a través de dos únicos partidos que han buscado diferenciarse apelando a las emociones y a la identidad, y donde existe gran número de grupos violentos con quienes los partidos también quieren conectar (a fin de ampliar la base de su electorado), la polarización se relaciona de manera mucho más directa con la radicalización violenta que en Europa.

La movilización violenta de los agraviados

En un estudio comparativo monumental del yihadismo, la extrema derecha y la extrema izquierda mundiales, el exasesor del Gobierno holandés en materia de prevención de la radicalización violenta, Kees Van Den Bos, abunda sobre el papel que la sensación de agravio e injusticia desempeña como detonante de la violencia política, en ausencia de mecanismos de control emocional efectivos.

Si el supuesto que plantea Van Den Bos es cierto, la intervención de Estados Unidos en conflictos internacionales sangrantes recientes (tales como los 20 años de Afganistán, los más de 15 en Irak, las intervenciones desestabilizadoras de Libia y Siria y el enquistado conflicto de Yemen); las ejecuciones extrajudiciales en su guerra contra el terror, ya sea a través de operaciones especiales violando soberanía y coordinadas desde el extranjero (Bin Laden en Pakistán, 2011) o mediante drones (Al Zahahiri en Kabul, 2022); sus tensiones con países como Rusia o Irán; y la búsqueda, en ocasiones, de su interés nacional por encima del bien común, han suscitado la sensación de agravio en muchos países y colectivos dentro y fuera de Estados Unidos, lo que le convierte en blanco prioritario de objetivos terroristas.

La gran densidad de las ciudades

La densidad poblacional dentro de un territorio, la coexistencia de culturas diversas en un espacio reducido, las desigualdades y la degradación medioambiental de los barrios son factores clave de radicalización. Muchas ciudades de Estados Unidos reúnen estas condiciones.

Por ello, estos entornos, a pesar de estar en condiciones de cuasi militarización, son altamente vulnerables. Por un lado, tener bajo control a la población de una ciudad de más de diez millones de habitantes es imposible. Por el otro, ciudades con grandes desigualdades sociales y económicas y contrastes, con segregación poblacional de facto, favorecen la radicalización, más allá de su tamaño.

Hada Matar se declaró inocente tras apuñalar a Salman Rushdie
Hada Matar se declaró inocente tras apuñalar a Salman Rushdie | Foto: AP / Gene J. Puskar

Nueva York es solo símbolo de un poder aparente que disimula la vulnerabilidad. Además, desafortunadamente, cuando en lugares como las calles de Manhattan todo es espectáculo y consumo, algarabía y desenfreno, distraerse con el break dance callejero, los encantadores de serpientes espontáneos y la constatación de la prostitución y opresión de la mujer (a través, por ejemplo, de la publicidad en vivo de bares de barra americana) es más probable que atender a las dinámicas sobrias de seguridad.

Sergio García Magariño

Investigador de I-Communitas, Institute for Advanced Social Research, Universidad Pública de Navarra

The Conversation


Artículo publicado originalmente en The Conversation