Internacional
La última oportunidad de detener a Irak
Con la decisión de la administración Bush de presentarle la próxima semana al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas una resolución sobre Iraq, quienes se oponen a la guerra se afirmarán en la noción de que Saddam Hussein puede ser disuadido de la agresión.
Continuarán señalando que la sola presencia de los inspectores de armas de las Naciones Unidas evitará que fabrique armas nucleares, y que incluso si las comprara, todavía se lo podría controlar.
Desgraciadamente, estos argumentos son parte de doce años, en realidad, de 30 años de historia.
Los observadores tienen un historial muy pobre en predecir el progreso del programa de armas nucleares iraquí. A fines de la década de los 80, expertos nucleares de los servicios de inteligencia norteamericanos estaban convencidos de que los iraquíes estaban por lo menos a cinco y quizás a diez años de tener armas nucleares. Por su parte, el Organismoç Internacional de Energía Atómica no creía que Iraq tuviera un programa de armas nucleares. Después de la Guerra del Golfo Pérsico en 1991, los inspectores de Naciones Unidas no sólo descubrieron que Iraq contaba con un programa bastante más amplio de lo que el mundo pensaba, sino que también estaba a menos de dos años de producir un arma.
Cuatro años más tarde, la agencia internacional estaba tan segura de haber erradicado el programa nuclear iraquí que quiso terminar con las inspecciones a fondo a cambio de una "vigilancia" pasiva. Luego, una serie de desertores salieron de Iraq, incluyendo al yerno de Saddam Hussein, Hussein Kamel al-Majid, quien lideró el programa iraquí para construir armas de destrucción en masa; Wafiq al-Samarrai, uno de los jefes de inteligencia de Saddam Hussein; y Khidhir Hamza, científico líder en el programa de armas nucleares de ese país. Estos desertores informaron que la presión externa no sólo había fracasado en erradicar el programa nuclear, sino que este programa era más amplio, estaba diseminado y oculto en forma más inteligente de lo que cualquiera pudiera imaginar.
A fines de la década de los 90, expertos norteamericanos e internacionales nuevamente concluyeron que el programa nuclear iraquí estaba dormido. Sí, efectivamente sus científicos continuaban trabajando en equipos; sí, todavía tenían los mismos planes; y sí, probablemente ocultaban alguna maquinaria - pero no conseguían progreso alguno. Entonces, una nueva
oleada de desertores escapó a Europa y narró a los servicios de inteligencia occidentales que tras la salida de los inspectores de armas de Iraq en 1998, Saddam Hussein había comenzado un programa rápido para construir un arma nuclear y que los iraquíes habían descubierto maneras de ocultar su esfuerzo.
Los informes de estos desertores hicieron que en 2001 el servicio de inteligencia alemán concluyera que Iraq sólo estaba de tres a seis años de distancia de obtener una o más armas nucleares. Hoy, los servicios de inteligencia norteamericanos, británicos e israelíes creen que, de no serdetenido, Saddam Hussein probablemente obtendrá un arma nuclear a mediados de esta década.
Incluso este estimado podría ser excesivamente optimista. Aunque es cierto que la presencia de los inspectores de armas estorba a los iraquíes, existen algunas advertencias críticas. Sencillamente no sabemos cuán cerca está Iraq de adquirir un arma nuclear, ni sabemos hasta qué punto la presencia de los inspectores de armas detiene el programa iraquí. Lo que
sí sabemos es que durante más de una década hemos sobreestimado constantemente la capacidad de los inspectores de impedir los esfuerzos iraquíes y hemos subestimado constantemente cuán lejos está Iraq de adquirir un arma nuclear. Debido a todas estas razones, las certezas de Mohamed ElBaradei, director del Organismo Internacional de Energía Atómica de que el programa nuclear iraquí está bajo control no debiera ser muy
tranquilizadora.
Tampoco existe razón para estar seguros sobre cómo Saddam Hussein se comportará una vez que haya adquirido un arma nuclear.
El ha sido cualquier cosa menos circunspecto sobre sus aspiraciones: ha señalado que quiere transformar a Iraq en una "superpotencia" que domine el Medio Oriente, para liberar a Jerusalén y sacar a Estados Unidos de la región. Ha dicho que cree que la única forma de lograr su objetivo es a través del uso de la fuerza. En efecto, se informó que su medio hermano y ex jefe de inteligencia, Barzan al-Tikriti indicó que Iraq necesita armas
nucleares porque desea "una mano dura para poder rediseñar el mapa del Medio Oriente".
Probablemente es cierto que el miedo a la respuesta haya evitado que Iraq usara armas químicas contra fuerzas de la coalición durante la guerra del Golfo. Sin embargo, esto debería darnos pocas esperanzas de que actuará en forma similar en el futuro. Con anterioridad a la guerra de 1991, el secretario de Estado James Baker advirtió a su homólogo iraquí, Tarek Aziz, que Iraq enfrentaba "serias consecuencias" si utilizaba armas de destrucción en masa, si organizaba ataques terroristas o destruía pozos
petroleros kuwaitíes.
Sin embargo, a pesar de esta advertencia, Saddam Hussein trató de enviar grupos terroristas a Estados Unidos e hizo explotar pozos petroleros kuwaitíes - sencillamente apostó a que era improbable que dos de las tres cosas mencionadas por el señor Baker hicieran que Estados Unidos terminara con el régimen. (De hecho, muchos funcionarios de esa administración Bush han sugerido que Saddam Hussein ni siquiera hizo el cálculo correcto).
Los defensores de la disuasión también argumentan que como nadie realmente
ha intentado disuadir a Saddam Hussein de no atacar a otro país, ¿cómo podemos ahora decir que hacer eso será difícil en el futuro? El ejemplo más citado es la invasión iraquí de Kuwait, donde se señala que gracias al confuso mensaje que recibió de la embajadora de Estados Unidos, April Glaspie, Iraq no tenía razón alguna para creer que nosotros pelearíamos.
Es más, todas las pruebas indican lo contrario: Saddam Hussein creía que era altamente probable que Estados Unidos trataría de liberar a Kuwait, pero se convenció a sí mismo de que nosotros sólo enviaríamos tropas ligeramente armadas, que podrían desplegarse rápidamente y que serían destruidas fácilmente por su ejército de 120 mil guardias republicanos.
Luego de esto, presumió que Washington se conformaría con su conquista.
Gran parte de las pruebas de esto permanece secreta, pero al menos dos puntos se pueden señalar utilizando material público: Tarek Aziz ha dicho a la prensa que esto es lo que Saddam Hussein pensó en ese momento; y sabemos que cuando la Guardia Republicana invadió Kuwait se movió rápidamente - incluso antes de haber consolidado el control sobre el país - para armar defensas a lo largo de la frontera de Kuwait y contra los
aterrizajes anfibios y aéreos.
En otras palabras, Saddam Hussein piensa que nosotros tratamos de disuadirlo, y que fallamos. Estaba listo y dispuesto a pelear contra Estados Unidos por Kuwait.
Sin embargo, incluso esa aplastante derrota no disminuyó su espíritu aventurero. Sólo dos años después intentó asesinar al emir de Kuwait y al ex Presidente Bush. Este no fue un acto racional sino un insensato intento de venganza. Y tuvo suerte de que los intentos fracasaran. Si hubiesen tenido éxito, no hay duda de que Estados Unidos habría eliminado su régimen.
Luego, en octubre de 2000, envió cinco divisiones al oeste de Iraq. Todas las pruebas que tiene el gobierno de Estados Unidos indican que, con el consentimiento de Damasco, tenía la intención de moverlas a través de Siria a las Alturas del Golán. En respuesta, Washington comenzó a preparar un ataque militar mucho mayor que "Zorro del Desierto" en 1999 (lo que provocó revueltas dentro de Iraq durante seis meses), y el ejército
israelí planificó su propia y aplastante respuesta. Solamente la intervención diplomática de Estados Unidos y Arabia Saudita con Siria, junto con los problemas logísticos del ejército iraquí, acabaron con la aventura.
Lo más siniestro hoy, que hemos sabido de fuentes de inteligencia - incluyendo desertores de alto nivel que ahora viven en Estados Unidos y en el extranjero - es que Saddam Hussein cree que una vez que tenga armas nucleares en su poder, será Estados Unidos quien será disuadido. Aparentemente, piensa que Estados Unidos estaría tan aterrorizado de
entrar en un enfrentamiento nuclear, que no se atrevería a frenarlo si decide invadir, amenazar o chantajear a sus vecinos.
Estados Unidos nunca se ha enfrentado a un país que ha considerado las armas nucleares como herramientas de agresión. Durante la Guerra Fría temíamos que los rusos pensaran de esta forma, pero eventualmente supimos que eran mucho más conservadores. Nuestros expertos pueden estar divididos en cuanto a cómo debemos manejar a Corea del Norte, pero concuerdan en que el régimen de Pyongyang quiere armas nucleares por razones de defensa para evitar lo que perciben como una amenaza de un ataque estadounidense.
Lo peor que se puede sugerir es que Corea del Norte podría chantajearnos para obtener ayuda económica o que podría vender dichas armas nucleares a terceros (con Iraq encabezando esa lista). Solamente Saddam Hussein ve estas armas como ofensivas, para permitir la agresión.
Finalmente, no podemos olvidar que todas las pruebas han demostrado que Saddam Hussein es un optimista incorregible que pasa por alto las señales de peligro. Tomen en cuenta que al menos en cinco ocasiones durante las últimas tres décadas se ha embarcado en aventuras de política exterior que casi lo destruyeron: su ataque a los curdos de Iraq en 1974 (que podría haber terminado en una invasión iraní de Bagdad si el shah de Irán no
hubiera decidido repentinamente traicionar a los curdos); la invasión de Irán en 1980; su invasión de Kuwait en 1990; su intento de asesinar al ex presidente Bush en 1993; y su amenaza de atacar Kuwait en 1994. En cada oportunidad, realizó acciones que sabemos que incluso sus asesores más directos consideraban extremadamente peligrosas.
Este es el problema con Saddam Hussein. La afirmación de que no es intencionalmente suicida podría ser verdad, pero es irrelevante. Al final, ha demostrado frecuentemente ser inadvertidamente suicida.
Y parece estar haciéndolo nuevamente. Con más de 150 mil soldados norteamericanos tomando posiciones en sus fronteras, continúa engañando a los inspectores de las Naciones Unidas, manteniendo una absurda confianza en que sus pequeñas concesiones evitarán una invasión. ¿Existe acaso alguna otra persona en el mundo que no pondría a su país patas arriba para demostrar que no tiene más armas de destrucción en masa? Una vez más,
parece estar apostando su vida a que el juego no es tan peligroso como todo el resto del mundo piensa.
Debido al comportamiento de Saddam Hussein, sus antecedentes, sus aspiraciones y sus terroríficas creencias en la utilidad de las armas nucleares, sería irresponsable de nuestra parte presumir que puede ser disuadido. Sí, debemos medir los costos de una guerra con Iraq hoy, pero por otra parte debemos medir los costos de una guerra nuclear con Iraq
mañana.
21 de febrero de 2003
*Ex analista de asuntos militares iraquíes de la CIA, es profesor en el Saban Center para Política del Medio Oriente de la Institución Brookings y autor del libro "The Threatening Storm: The Case for Invading Iraq".