POLÍTICA

Pablo Ardila, un gobernador excéntrico y con sus cuentas bancarias enredadas

El gobernador de Cundinamarca contraataca y anuncia una demanda contra ‘El Espectador’. El semanario lo acusa de haber fortalecido sus ingresos a través de empresas en las que participan altos empleados de su administración.

13 de agosto de 2007
El gobernador de Cundinamarca, Pablo Ardila Sierra, posa con orgullo en la sala de su casa en la que aparecen, entre otras partes de animales, de un elefante y de una jirafa. FOTOS DE SANTIAGO FORERO / REVISTA DONJUAN.

El primer mandatario de Cundinamarca, Pablo Ardila Sierra, está en el centro de la polémica. En los municipios del departamento lo critican porque nunca lo ven para ofrecer soluciones a los problemas; debe responder por sospechosos y millonarios giros y cruces bancarios y, finalmente, está en boca de todo el mundo por sus extravagantes gustos: tiene animales exóticos disecados en la sala de su casa. Él, sin embargo, dice que es un cazador apasionado y que para hacerlo paga unos derechos con los que se “protege a las especies”.

De cualquier manera, desde muchos sectores lo critican con dureza no por sus gustos individuales que forman parte exclusiva de su ámbito privado sino del desdén con el que manejó el principal cargo del departamento.

Cundinamarca está situado en el corazón de Colombia. Además, rodea a la capital del país. Pese a su cercanía con el poder central, el departamento no ha logrado superar necesidades básicas cuya resolución no sólo es obligatoria, sino que debe ser la prioridad de sus gobernantes. Según el censo de 2006, el 19 por ciento de los cundinamarqueses no tienen acueducto, el 34 por ciento carecen de alcantarillado y el 65 por ciento no poseen teléfono.

Y es que si una persona decide recorrer el departamento por carretera desde Bogotá, a sólo 90 minutos de distancia encontrará comunidades tan pobres y sufridas como las de los sitios más lejanos y olvidados del país. Pero si decide hacerse una imagen del departamento a través del nivel de vida de su gobernador, puede llegar a una conclusión totalmente distinta.

Pablo Ardila Sierra es uno de los hombres más ricos del país. Vive como tal y gusta mostrarse como tal. Su reconocida excentricidad ha sido objeto de críticas desde antes de llegar al cargo más importante del departamento, que no ha tenido problema en dejar por temporadas cada vez que comienza la época de caza en el sur de África o se le da por ir a buscar nuevas piezas para su colección de animales salvajes disecados. Para ir a sus temporadas de caza, sus adversarios políticos le han criticado con vehemencia sus prolongadas ausencias de sus labores para las que fue elegido.

Desde ese mundo en el que vive –el del Club Internacional de Safari y las fiestas opulentas– parece mirar, como desde una lujosa ventana, la realidad de un departamento con una tasa de mortalidad del 6,8 por ciento y en el que el 71 por ciento de la población no sabe lo que es servicio de gas natural. Mientras la densidad de población en Cundinamarca es de 69 personas por kilómetro cuadrado, Ardila cuenta con 2.600 metros cuadrados para él en su lujosa mansión. Eso sin contar con otras propiedades de finca raíz. Parodiando al maestro Echandía, mientras los demás viven en Cundinamarca él parece hacerlo en Dinamarca.

Ser rico no es malo. Como tampoco es delito pertenecer a una familia acaudalada. Pero sorprende su nivel de ostentación cuando desde las comunidades que él gobierna lo critican porque pocas veces se hace presente para ayudarlos a solucionar sus necesidades. De ahí, la fatal coincidencia para él que aparezca con orgullo mostrando sus insólitas comodidades cuando en muchos sectores del departamento ni siquiera están cubiertas las necesidades básicas.

El nuevo escándalo

El fin de semana pasado coincidieron dos publicaciones distintas en las que Ardila Sierra era el protagonista. Mientras en una revista exhibía orgulloso sus trofeos de cacería por la selva africana, un semanario publicaba su más reciente escándalo por millonarias transacciones a empresas de sus subalternos y familiares.

Las imágenes con las fieras disecadas, tomadas por el fotógrafo
Santiago Forero para la revista DONJUAN, muestran al gobernador en diferentes espacios de su mansión junto a las sillas que mandó a hacer con las patas de un elefante disecado, las cabezas de rinoceronte, una jirafa y algunos otros animales que se le atravesaron en un día de cacería. Los amplios espacios en los que aparece, el ambiente salvaje de sus paredes, la mueca jactanciosa en cada fotografía y hasta el estado de pobreza de su pueblo traen de inmediato a la memoria a Haile Selassie, el emperador etíope que vivía de la veneración y el temor infundido en su olvidado pueblo, según la historia de Ryszard Kapuscinski.

Mientras el gobernador se enorgullecía de su eficacia para acabar animales indefensos, El Espectador publicó este domingo una investigación en la que da cuenta de los actos realizadas por Ardila para generar millonarios dividendos en empresas de su familia y sus asesores, algunas de ellas fundadas apenas unas semanas antes de las licitaciones ganadas en entidades oficiales.

Según la publicación, a una de las cuentas de Ardila, en Girardot, ingresaron más de 566 millones de pesos entre 2005 y 2006 en consignaciones fraccionadas (menores de 10 millones de pesos cada una), procedentes de socios de dichas empresas y coincidentes con las fechas de algunas de las licitaciones.

Entre los aspectos curiosos de la investigación figura la creación de la empresa SAP Agregados, de la cual es socia Mary Luz Olarte Villa, jefa de protocolo de la Gobernación. Fanny Rocío Olarte, hermana de la anterior, y una de las usuales acompañantes del gobernador en sus correrías, también figura como directiva de ladrilleras San Pablo, otra de las empresas comprometidas en los millonarios giros a través de una conexión panameña.

Mientras Ardila asegura que se trata de un error, que sus cuentas privadas nunca han sido mezcladas con las de la Gobernación y que todo comenzó cuando el ex senador Edgar Artunduaga dijo que SAP Agregados era una sigla para ocultar las iniciales de su nombre, varios diputados pidieron investigar lo ocurrido.

Para el ex gobernador Andrés González, quien se había declarado sorprendido por las “excentricidades” de Ardila, es necesario que el gobernador aclare hasta qué punto los movimientos de las cuentas de su familia y sus empresas están ajustados a la ley. “Que la justicia investigue y cada cual asuma las responsabilidades por lo que hace”.

Ardila, mientras tanto, asegura sentirse tranquilo. Insiste que él no ha tenido requerimientos de la justicia por sus negocios y que jamás ha mezclado su patrimonio familiar con los dineros públicos. Dice estar tranquilo. Casi listo para su próxima jornada de cacería.