CATOLICISMO

Pastorcillos de Fátima, los santos más jóvenes de la historia

Ante medio millón de personas, en el santuario de Fátima (Portugal), el papa Francisco presidió la misa para canonizar a los niños a los que se les apareció la virgen hace 100 años.

13 de mayo de 2017
Papa Francisco en Fátima | Foto: AFP

El papa Francisco proclamó santos a los dos hermanos pastorcillos Jacinta y Francisco, que junto con su prima Lucía presenciaron las apariciones de la Virgen en Fátima, hace 100 años.

Ante medio millón de personas que se congregaron en la explanada del santuario en una jornada soleada, en Fátima (Portugal), Francisco presidió la misa para canonizar a los dos primeros niños, murieron con 9 y 10 años, que subieron a los altares de la Iglesia por un milagro y no al ser considerados "mártires".

En esta ceremonia de canonización, la primera que se celebra en Portugal, Francisco proclamó santos a los dos pastorcillos con la tradicional fórmula, pero esta vez de manera excepcional la leyó en portugués y no en latín.

Los cientos de miles de fieles que se congregaron hoy en la explanada recibieron esta proclamación con un fuerte aplauso.

Durante la procesión que abrió la ceremonia, las reliquias de Francisco y Jacinta, que murieron con 9 y 10 años, se colocaron junto al altar con la imagen de la Virgen.

El milagro por su intercesión que fue aprobado para poder ser santos es la curación de un niño brasileño, Luca Baptista, que sufrió una grave lesión cerebral al caer por una ventana en marzo de 2013, cuando tenía 5 años.

El niño, junto con su hermana y sus padres, João Baptista y Lucila Yuri, llevó las ofrendas en la misa y recibió un abrazo del pontífice.

De los nuevos santos, señaló que fue de Dios de dónde "recibían ellos la fuerza para superar las contrariedades y los sufrimientos".

Antes de celebrar la misa, Francisco había visitado las tumbas de Francisco y Jacinta, y de Sor Lucía, quien después transcribió los llamados tres secretos revelados por la Virgen hace cien años.

Pero su visita a Fátima, como había adelantado y repitió en la homilía, fue para suplicar a la Virgen que conceda la esperanza y la paz a toda la humanidad.

"Gracias por haberme acompañado. No podía dejar de venir aquí para venerar a la Virgen Madre, y para confiarle a sus hijos e hijas", afirmó.

Y agregó: "Bajo su manto, no se pierden; de sus brazos vendrá la esperanza y la paz que necesitan y que yo suplico para todos mis hermanos en el bautismo y en la humanidad, en particular para los enfermos y los discapacitados, los encarcelados y los desocupados, los pobres y los abandonados".

También exhortó a una "movilización general contra esa indiferencia que nos enfría el corazón y agrava nuestra miopía".

"No queremos ser una esperanza abortada. La vida sólo puede sobrevivir gracias a la generosidad de otra vida", subrayó.

Según Jorge Bergoglio, aunque "advirtiéndonos sobre el peligro del infierno al que nos lleva una vida -a menudo propuesta e impuesta- sin Dios y que profana a Dios", lo que hizo con sus apariciones la Virgen fue "recordarnos la Luz de Dios".

"Queridos Peregrinos, tenemos una Madre. Aferrándonos a ella como hijos, vivamos de la esperanza que se apoya en Jesús", agregó.

El papa pidió a los católicos que descubran "de nuevo el rostro joven y hermoso de la Iglesia, que resplandece cuando es misionera, acogedora, libre, pobre de medios y rica de amor".

A la misa acudieron además de las autoridades portuguesas, los Jefes de Estado de Paraguay, Horacio Cartes, y de Santo Tomé y Príncipe, Evaristo do Espírito Santo Carvalho.

Al concluir la ceremonia, Francisco leyó un mensaje a los enfermos en el que les dijo que son "un tesoro valioso para la Iglesia".

De esta manera, el papa argentino concluyó su visita de solo 24 horas a Fátima, y tras almorzar con los obispos en la Casa de Nuestra Señora del Carmen, donde se alojaba, regresó a Roma.