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Vuelve el terror: la trágica historia de la presentadora de televisión afgana que inspiró a las mujeres de su país
Malala Maiwand es una más de las víctimas recientes de la nueva ola de asesinatos selectivos a periodistas y activistas en Afganistán. Según sus colegas, era un ídolo para la gente de su región y muchas jóvenes querían ser como ella.
Malala Maiwand sabía que su presencia diaria en televisión rompía tabúes en un Afganistan en el que las mujeres apenas se ven en público sin una hiyab que les cubre la cabeza y el pecho.
A sus 26 años, también era consciente de la importancia de su papel en la sociedad: como presentadora del programa matutino de Enikaas TV, era una de las pocas voces femeninas en la provincia de Nangarhar, e inspiraba a otras a alzar la suya.
“Era un ídolo para la gente de su región. Escuché decir a muchas mujeres que querían ser como ella, igual de activas,” dijo a BBC Mundo Badam Ahmadzai, una colega del canal de televisión, que había estudiado en el mismo colegio y en la misma universidad que Malala. “Influenció a mucha gente.”
El impacto de la voz de la presentadora –conocida por sus entrevistas desafiantes–, iba más allá de su región. Al enterarse de su asesinato, Mariam Safi, directora y fundadora del grupo de expertos de la Organización para la Investigación de Políticas y Estudios de Desarrollo (Drops), tuiteó que había sido testigo de lo mucho que Malala había trabajado por la paz de Afganistán, destacando las voces y las realidades del país.
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Deeply saddened by the horrific attack on Ms Malala Miawand n Jalalabad today. In her tireless efforts as a member of @AMIP_AFG Steering Committee, I witnessed 1st hand how hard Ms Miawand fought to bring peace to Afg by bringing to forefront the voices & realities of Afg peoples pic.twitter.com/rHtpFrb2ck
— Mariam Safi (@OfficialMariamS) December 10, 2020
Crónica de una muerte anunciada
Poco antes de su asesinato, Malala le dijo a su hermano menor, Hamad Hillal, que debía prepararse para asumir más responsabilidades porque ella sentía que su vida corría peligro. Sabía que había extremistas a los que no les gustaba la idea de verla en televisión.
La mañana del 10 de diciembre, sus palabras retumbaron en la cabeza de su hermano.
“No me había sentado cuando escuché los disparos. Mi hermana pequeña y yo salimos corriendo a ver que estaba pasando”, contó Hamad a BBC Mundo. “Cuando salí vi al chofer muerto detrás del timón. Malala todavía estaba viva, pero bañada en sangre. La sostuve y murió en mis brazos”.
Poco después, Enikaas TV daba la triste noticia: “Hombres armados mataron a la presentadora de televisión de Enikaas, Malala Maiwand, y al conductor Mohammad Tahir, de camino al trabajo”.
“No creo que podamos encontrar un reemplazo para ella. Era única. No tenemos a nadie más. Tuvimos que pedirle a un presentador que condujera el programa”, dijo Shukrollah Passon, director de noticias de Enikaas TV.
Malala era una de las pocas periodistas mujeres del canal.
La historia se repite
Cuando la presentadora era pequeña, su familia emigró a Pakistán huyendo de las guerras civiles de su país. En 2004 regresaron a Afganistán, donde Malala terminó de estudiar Gestión y Políticas Públicas.
Cuatro años después, su madre, una líder comunitaria, fue asesinada por su papel activo en la sociedad.
Tras la muerte de Malala, su padre, Gul Mula, contó que vivía preocupado por su hija porque “les hacía preguntas serias a ciertos funcionarios”. Ella le respondía que ese era su trabajo.
Ola de asesinatos selectivos
El 11 de diciembre –un día después del atentado contra Malala– la Policía confirmó el asesinato del periodista Fardin Amini cerca de Kabul.
Y la lista continúa.
El 26 de noviembre habían encontrado los cuerpos de otros dos trabajadores de medios en los suburbios de esa ciudad, y dos semanas antes habían sido asesinados el reportero de guerra Aliyas Dayee y el conocido presentador de televisión Yama Siyawash.
Según el grupo defensor de la libertad de prensa NAI, desde 2016, 70 periodistas y personal de medios han sido asesinados o hallados muertos en Afganistán.
El Comité para la Seguridad de Periodistas Afganos dijo que Malala era la única presentadora de televisión mujer en esa zona particularmente conservadora de Afganistán, y que después de su asesinato la mayoría de las periodistas mujeres de las provincias del este del país no se presentaron a su trabajo.
A Farahnaz Forotan –presentadora de un programa de política en vivo en Kabul–, le dijeron que ella podría ser la siguiente víctima.
La teoría del gobierno afgano es que los talibanes están intentando crear un clima de terror en el país, pero Farahnaz dijo a la BBC que en estos días “no pueden confiar en nadie”.
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