VIDA

Por qué ser perfeccionista no es tan bueno como se cree

Cada vez más estudios científicos demuestran que el perfeccionismo, contrario a lo que suele pensarse, no es una característica para promover en el ámbito laboral. Es más, los perfeccionistas tienden a afectarlo negativamente.

7 de agosto de 2020
| Foto: foto: getty images

Científicos alemanes, ingleses y norteamericanos llevan años estudiando y analizando el perfeccionismo desde distintos ángulos. 

En la Universidad de Marburgo, Alemania, las psicólogas Emily Kleszewski y Kathleen Otto están realizando una investigación para determinar el impacto que las personas perfeccionistas tienen en el ámbito laboral.

Su punto de interés, es analizar las dinámicas de trabajo entre una persona perfeccionista y su equipo de trabajo. “Sabemos por investigaciones previas que el buen ambiente en un equipo es importante para mantener la salud mental de sus integrantes,” explica Kleszewski.

La conclusión de su investigación es que: “si los colegas pudieran elegir entre trabajar con un perfeccionista o con alguien que no lo es, preferirían siempre a este último, a la persona con expectativas realistas y no a los que esperan lo imposible tanto de sí mismos como de los demás.”

En 2018 los investigadores británicos Andrew Hill y Thomas Curran dieron a conocer los resultados de su estudio sobre perfeccionismo. Si las alemanas querían determinar qué tan populares eran los perfeccionistas entre sus colegas de trabajo, los ingleses estaban interesados en saber si los jóvenes están tendiendo cada vez más hacia el perfeccionismo

Entre 1986 y 2015 entrevistaron más de 40.000 estudiantes universitarios, preguntándoles por sus “escalas de perfeccionismo.” 

Las respuestas mostraron que los jóvenes de hoy son más proclives a ser perfeccionistas, que son mucho más conscientes de lo que se espera de ellos, y que tienen más expectativas en su futuro.  

A mediados del siglo XX, el perfeccionismo solía verse como especie de neurosis. La psicoanalista alemana Karen Horney describía a los perfeccionistas como personas aterrorizadas por la “tiranía del debería.” Los atormentaba imponerse la necesidad de alcanzar una serie de ideales imposibles, y muchas veces incluso contradictorios. 

La opinión académica hoy es un poco más conciliatoria, pero sigue tendiendo a ver el perfeccionismo con ojos negativos

Parece estar estrechamente relacionado con problemas de salud mental como depresión, ansiedad, trastornos alimenticios... También tiende a llevar al agotamiento y a aumentar los niveles de estrés, pues la imposición de expectativas imposibles de cumplir hace que el fracaso sea inevitable. 

Sin embargo, los científicos también saben que el perfeccionismo se manifiesta de muchas formas, y que no todas son igual de severas y dañinas.  

A los perfeccionistas generalmente se los divide en tres grupos: 1) se puede ser un perfeccionista que se enfoca principalmente en si mismo; 2) uno que está seguro de que su aceptación en sociedad depende de su nivel de perfección; 3) o alguien que espera que quienes lo rodean sean siempre perfectos. 

En cada uno de estos grupos hay fortalezas y debilidades y, como demostró el estudio de Kleszewski y Otto, unos son más dañinos que otros para la dinámica en equipo. Los que se limitan la búsqueda de la excelencia personal, por ejemplo, son menos tóxicos para el ambiente laboral.   

¿Tiene algo positivo ser perfeccionista?

El estudio de las alemanas también mostró que los perfeccionistas son vistos como personas capaces y motivadas

Esto llevaría a pensar que podría existir una relación entre el perfeccionismo y el éxito profesional. 

Sin embargo, la investigadora Dana Harari -quien participó en un meta análisis desarrollado a lo largo de 30 años por el Instituto de Tecnología de Georgia-, llegó a la conclusión de que, para sorpresa de muchos, no hay ninguna relación entre el perfeccionismo y el desempeño laboral.  

Para su investigación, Harari y sus colegas dividieron a los perfeccionistas en dos: 1) los que buscan excelencia y 2) los que evitan el fracaso

Los primeros están obsesionados con alcanzar estándares excesivamente altos. Los segundos, con no cometer errores. 

Dividirlos así, dio más luces sobre el perfeccionismo. En ambos grupos se ve que trabajan en exceso y que eso les genera ansiedad y agotamentamiento. Pero entre los perfeccionistas que evitan el fracaso, esos efectos son más agudos. 

"Para mí, lo más importante de esta investigación, es que aclara que no hay ninguna relación entre perfeccionismo y desempeño‘‘, afirmó Harari. 

Los estudios mostraron que las personas que enfocan todos sus esfuerzos en cumplir una tarea o en alcanzar una meta, pueden, sin darse cuenta, ignorar otros caminos o posibilidades, y desestimar la importancia de tener una buena relación con otras personas. 

Por eso, quien lidie con perfeccionistas debe alentarlos a invertir menos en su trabajo y más en su bienestar; a ser más amables y tolerantes con quienes los rodean, y a ampliar su definición de éxito.