Hace casi 5 años escribí un artículo sobre un proyecto que, en ese momento, era un híbrido entre un colectivo curatorial, una plataforma para promover artistas y una galería itinerante que tomó por nombre:
La Central. Dirigido por Beatriz López y Katy Hernández, este proyecto poco a poco se convirtió en un espacio comercial como cualquier otro pero con la firme intención de crecer junto a una serie de artistas que asumían grandes riesgos formales y que le apostaban a tener una mirada crítica de su contexto. Parte de la premisa tenía que ver con lo que López llama “
cheverismo”, otra forma de denominar una actitud "buena onda" y de practicar las artes de manera fresca pero aguda. De esto quedó la constancia de numerosas exposiciones en Bogotá, una decena de artistas que han ido transformado la escena local y latinoamericana y, sin duda alguna, una red de contactos excepcionales, luego de sus múltiples visitas a ferias internacionales. Con esa materia prima, pero bajo la dirección de un nuevo grupo de personas y profesionales, incluyendo a Beatriz, abrió sus puertas otro espacio denominado
Instituto de visión*. Una galería comercial cuyo programa incluye no sólo la investigación, experimentación e intercambio entre artistas locales e internacionales, sino una revisión a procesos y obras de artistas de larga trayectoria en su práctica pero de poca presencia en la historia, aún si sus obras marcaron claras tendencias y rompieron paradigmas.