Jorge Enrique Vélez, columnista invitado

Opinión

2025 y 2026 no son años para tibios

Solo hay dos opciones: respaldar la continuidad del gobierno actual o comprometernos con la oposición para liderar un verdadero cambio en el país.

Jorge Enrique Vélez
2 de enero de 2025

Estamos iniciando el tercer año del gobierno del cambio, donde queda claro que la estrategia política e ideológica trazada por el líder de este proceso se está cumpliendo al pie de la letra: dividir al país entre quienes respaldan sus políticas y quienes nos posicionamos como oposición. Esta estrategia se basa en una vieja táctica política que suele ser efectiva: “divide y reinarás”, y el gobierno la está ejecutando con absoluta claridad.

El objetivo es fragmentar a la oposición en dos grupos: por un lado, quienes somos realmente críticos y, por el otro, aquellos que podríamos llamar ‘de centro’, quienes siempre están calculando cómo actuar para quedar bien con ambos bandos. Esta actitud ambivalente, aunque parezca inofensiva, termina beneficiando al gobierno, permitiéndole consolidar su poder y proyectarse más allá del 2026.

Con absoluta claridad lo digo: estos políticos del ´centro’ suelen adoptar posturas ambiguas. Un día elogian algunas políticas del Gobierno de Gustavo Petro, y al siguiente, aparecen como sus críticos más vocales. Sin embargo, nunca se comprometen del todo ni con la oposición ni con el gobierno. Este comportamiento, más estratégico que genuino, busca captar apoyo de ambos lados para alcanzar sus propios objetivos.

Es precisamente esta táctica la que favorece al presidente Gustavo Petro, pues le permite plantear escenarios en los que él o alguno de sus precandidatos del petrismo lleguen a una segunda vuelta, o incluso personajes como Claudia López, Sergio Fajardo o Juan Fernando Cristo, quienes se posicionan en el centro. Aunque se presentan como moderados, todos ellos comparten afinidades con las políticas de centroizquierda que, en gran medida, representan al gobierno actual.

Por eso no sorprende que el presidente Gustavo Petro adopte posturas duales hacia estos personajes: a veces los trata como enemigos y, otras, como aliados estratégicos. No cabe duda de que están más cerca del gobierno que de lo que une hoy a la mayoría de los colombianos: una oposición clara, coherente y firme frente al actual gobierno. No debemos olvidar que su cercanía con el gobierno no es casual. Están bien representados por amigos y aliados dentro del proyecto del cambio, aunque públicamente lo nieguen. Es ahí donde nosotros, los colombianos, no podemos permitirnos caer de nuevo en su juego, ni en sus intentos de presentarse como los abanderados de la decencia.

Este enero de 2025 marca el comienzo del proceso electoral que definirá quién reemplazará al actual gobierno, cuyo impacto en el país ha sido, a todas luces, nefasto. No es necesario detallar nuevamente los resultados que conocemos de sobra; lo realmente importante es reflexionar sobre nuestro papel en este momento crucial.

Debemos decidir de manera clara y contundente de qué lado estamos. Solo hay dos opciones: respaldar la continuidad del gobierno actual o comprometernos con la oposición para liderar un verdadero cambio en el país. No hay espacio para liderazgos tibios ni para aquellos que se presentan como una “tercera alternativa”, jugando a complacer a ambos bandos en busca de conveniencia personal.

Colombia no soporta más indecisión ni organizaciones políticas ambiguas. Lo digo con total claridad: un liderazgo tibio solo allana el camino para la reelección de Gustavo Petro y su ideología en 2026, y, lamentablemente, podría condenarnos a décadas de esta misma línea política.

El problema radica en que estos ‘tibios’ no pueden ser una alternativa real después de un gobierno que ha puesto en jaque los más de 200 años de nuestra democracia sólida. En poco más de dos años, hemos visto cómo la estabilidad democrática se ha visto amenazada en varias ocasiones, lo cual exige que aquellos de nosotros que nos oponemos a estas políticas y estrategias asumamos una responsabilidad ciudadana ineludible: unirnos alrededor de un candidato o candidata con convicciones firmes y claras que defienda nuestra democracia.

Este candidato debe representar todo lo contrario a lo que simboliza el actual gobierno. No obstante, también debemos sumar a aquellos que, aunque tibios y reacios a tomar posturas definidas, pueden ser rescatados del limbo político.

Quienes estamos en la oposición no lo hacemos, en su mayoría, por intereses políticos o partidistas. Lo hacemos porque reconocemos que, si no reaccionamos con decisión, el gobierno seguirá avanzando sin descanso en la implementación de reformas que, hasta ahora, hemos logrado frenar gracias a una combinación de factores: la actuación de la oposición en el Congreso de la República, las decisiones en derecho tomadas por la rama Judicial, y el compromiso de una ciudadanía unida que ha defendido la democracia frente a actuaciones disruptivas y riesgosas que han puesto en peligro el equilibrio institucional.

Sin embargo, este equilibrio es frágil y será imposible sostenerlo si en 2026 no logramos consolidar una oposición unida que aglutine a todos los sectores identificados con la defensa de la democracia y la institucionalidad. Es el momento de elegir un bando: o estamos del lado de la oposición clara y coherente, o permitimos que continúe el proyecto político del actual gobierno. No hay lugar para medias tintas ni posiciones ambiguas que solo generan espacio para la ambigüedad. En una palabra: no hay espacio para ser ‘tibios’.

Hoy, en un contexto donde nuestra democracia se ha visto amenazada por políticas como la paz total y donde las fuerzas militares han perdido su liderazgo, Colombia requiere un cambio profundo. Este cambio debe fortalecer la institucionalidad y devolver el equilibrio a nuestras estructuras democráticas. Para ello, no podemos depender de enfoques moderados o indecisos que son insuficientes para abordar los desafíos profundamente arraigados que han polarizado nuestra sociedad.

Ejemplos como los liderazgos de Javier Milei en Argentina o Nayib Bukele en El Salvador demuestran que es posible implementar transformaciones profundas que saquen a los países de crisis económicas y sociales. Estos líderes han asumido decisiones firmes que generan resultados concretos, y Colombia necesita esa misma determinación.

La solución está en unirnos en torno a candidatos o partidos que adopten posturas claras y decisivas, que demuestren voluntad y capacidad para actuar con firmeza. Después de un gobierno que ha debilitado la democracia, no podemos confiar en los ‘tibios’ para enfrentar los retos inmediatos. La democracia colombiana necesita políticas audaces y enérgicas que prometan un cambio significativo.

El 2025 y 2026 no son para tibios. Feliz año.