OPINIÓN

A Héctor Abad le digo

Usted actuó en venganza porque no le gustó un artículo con datos ciertos que publicamos en SEMANA sobre El Espectador.

Vicky Dávila, Vicky Dávila
11 de julio de 2020

Héctor, decidí responderle porque usted, en su columna del pasado domingo, puso en duda mi integridad. Eso no se lo admito a nadie. Usted actuó en venganza porque no le gustó un artículo con datos ciertos que publicamos en SEMANA sobre El Espectador. La misma noticia salió en todos los medios. Usted usó las páginas del periódico para ejecutar un ataque sin sentido. Quedarme callada sería aceptar que soy lo que usted señala. Usted faltó a la verdad, esa que debe honrar como opinador y columnista de El Espectador. 

Algunos me advirtieron que contestarle podría traerme consecuencias y desatar su ira y la de sus amigos contra mí. No importa, me someto. Al fin y al cabo, no es la primera vez que usted me descalifica. No puedo aceptar “pactos de no agresión” como los mafiosos, solo por conveniencia. Aquí encontrará la respuesta de una mujer digna, que no teme a su poder, ni a sus relaciones. Sé que la gente que me quiere y que confía en mí no espera menos de mi parte. 

Empiezo por decirle que no es cierto lo que usted asegura. Yo publico por convicción y cumpliendo con mi deber de informar de manera veraz. No porque me dan órdenes. No soy mandadera de ningún accionista de SEMANA, ni de Felipe López, ni de Gabriel Gilinski. De nadie. Supongo que usted tampoco lo es del Grupo Santo Domingo, ni de Gonzalo Córdoba o de Fidel Cano.

La única vocería que represento es la de mi conciencia. ¿Le resulta imposible creer que una mujer como yo tenga criterio propio, después de casi 30 años en el oficio? No nos digamos mentiras, usted considera que no puedo pensar por mí misma, porque no pienso como usted, porque no le rindo pleitesía a usted, porque no me deslumbro con gente como usted, porque no hago parte de ese circulito que lo protege a usted y que usted a su vez protege. Yo solo tengo mi carrera, mi talento y mi integridad. Cada línea que pronuncio o escribo es producto de mis convicciones que tengo derecho a expresar. Me temo que su diatriba solo se debe a que “el ladrón juzga por su condición”.

Usted actuó en venganza porque no le gustó un artículo con datos ciertos que publicamos en SEMANA sobre El Espectador

Me pregunto: usted, Héctor, que se dice defensor de la libertad de expresión y de los derechos humanos, es el mismo que, prepotente, me llama peyorativamente “Vickita”. Yo jamás lo llamaría “Hecticor”. Tratar a alguien con diminutivos, en medio de un reclamo, es perverso. Lo veo misógino y machista. Usted solo quería reducirme a la mínima expresión. Decir que soy poquita cosa. Eso le queda muy mal, y más a sus años. Ese clasismo de élites es una de las cosas más abominables en esta sociedad. Aunque le cueste aceptarlo, Héctor, como seres humanos somos iguales. Usted está obligado a respetarme como persona y como mujer. Usted no es más que yo, usted no es más que los demás. Héctor, usted ha sido un privilegiado y un consentido del establecimiento. Pero yo no quiero ofenderlo como usted lo hizo conmigo. Sin embargo, esa es la verdad. 

Ni qué decir de la expresión que usted utiliza: “Su Vickita”, esa es aún más insultante. Yo no soy de nadie. Sus insinuaciones son muy bajas. ¿Usted sí es de alguien?

Luego, muy hábilmente, dejó entre líneas que no soy la más “honesta” y sí “la mejor paga”. Soy íntegra. Gano un buen salario, he hecho méritos y he trabajado sin descanso. Supongo que usted cree que no tengo derecho a ser bien remunerada. ¿Ese debe ser un derecho solo para los hombres como usted? No es usted ejemplo de las buenas prácticas periodísticas de El Espectador, que, contrario a lo que usted hizo conmigo, no permitió que el escritor Fernando Vallejo lo atacara con bajezas sobre usted y su valeroso padre. Por fortuna usted tuvo quien lo protegiera. Yo no. Por eso me tocó salir a defenderme de usted y sus infamias.  

No quiero pensar que su rabia sin razón contra mí tiene orígenes en su defensa almibarada a Juan Manuel Santos, a quien en 2016 llamó personaje del año y a quien le hacía poesía en sus escritos por el Premio Nobel de Paz desde Oslo. Decía usted: “...Ahora ese título lo va a compartir García Márquez con un hombre de Estado, con un político valiente y audaz, Juan Manuel Santos”. También habló de ‘Un país ingrato’ con el expresidente. ¿Pero usted ha cuestionado a Santos por la financiación de sus campañas y Odebrecht? Eso sí no ha merecido de su parte un cuestionamiento a la “honestidad” del Nobel. Imagino que muchos whiskies que han compartido en Anapoima se lo impiden.

Finalmente, quisiera decirle que aunque no soy vocera de SEMANA, me siento en la obligación moral de exigirle respeto por toda la gente que trabaja aquí. Son más de 500 personas que madrugan a laborar y a informar al país. No merecen sus ataques sin fundamento. Yo jamás llamaría “Cervecería El Espectador” a la casa periodística en la que usted trabaja, heredera del legado de una de las personas más valientes y más admirables en el oficio como lo fue don Guillermo Cano. 

Usted no es el dueño de la verdad, ni de la moral. Usted no tiene derecho a matonear a SEMANA por su trabajo periodístico o porque le tiene rabia a uno de sus accionistas. Pregúnteles a María Jimena Duzán, Alejandro Santos, Ricardo Calderón, Salud Hernández o a cualquiera de los otros columnistas si ellos trabajan en un “banco” o en un medio de comunicación tan respetable como lo es El Espectador.

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