OPINIÓN
Abelardo recargado o la demanda como mecanismo de intimidación
El abogado insiste en demandarme por una de mis columnas en SEMANA donde lo insto a escribir bien y unos trinos donde me río de sus trajes a rayas y sus sombreros que nos recuerdan a Al Capone.
El cantante, escritor y picapleitos “italiano” Abelardo de la Espriella cuenta unos chistes muy buenos y luego pretende que su audiencia no se ría. No solo lanza un rosario de perlas que nos llegan a través de las redes sociales y portales digitales de oscura procedencia, sino que si alguien con acceso a un importante medio de comunicación lo critica abiertamente no duda en demandarlo. Para la muestra están Daniel Coronell, Ariel Ávila (a quien intentó golpear durante una entrevista en directo con Vicky Dávila), Jorge Gómez Pinilla y, por supuesto, este servidor. Ha amenazado con demandar a otros como al caricaturista del diario El Tiempo Julio César González porque este lo ridiculiza. Ha declarado, sin sonrojarse, que el sancocho, ese santo manjar culinario de la costa norte colombiana, es una comida para presos. La changua, plato distinguido cundiboyacense, le parece, literalmente, un vómito. Como todo “buen italiano”, las pastas con queso parmesano y el buen vino son una exquisitez de los dioses, quizá porque en su complejo de superioridad ideológica “el vino y las pastas” los asocia con la ambrosía olímpica, o quizá con las películas cuya temática gira en torno a la Cosa Nostra.
No tengo dudas de que el abogado es un excelente contador de chistes, pero con un macabro sentido del humor, algo así como un payaso cuya risa es solo una mueca. Considera un acto democrático asesinar a Nicolás Maduro, no solo por ser un pésimo gobernante, sino porque es un mandatario de izquierda, y para él cualquier posición política que se aleje de su cuadriculado sistema de taras es un atentado contra la democracia.
El abogado me ha tildado en dos ocasiones de “camarada” y “calandrajo”. La primera porque en este mismo espacio escribí una nota refutando sus incendiarias afirmaciones en las que señalaba al entonces presidente y premio Nobel de Paz, Juan Manuel Santos, de cucaracha; la segunda por una defensa que hice de Gustavo Petro cuando este era alcalde de Bogotá y estaba siendo investigado por la procuraduría de Alejandro Ordóñez por el asunto de las basuras. Señalar abiertamente a alguien de “camarada” en un país con bajos niveles de lectura y altas pasiones políticas no es un halago. Y si es cierto que desde lo estrictamente denotativo la palabra hace referencia, según la RAE, a la “persona con la que se comparten ideas, actividades o experiencias”, y en su segunda acepción la define como “persona con las se comparten ideas políticas”, en Colombia su significado ha venido siendo asociado con las “guerrillas”. Es decir, con agrupaciones armadas de izquierda que, desde la ilegalidad, han buscado, a lo largo de más de sesenta años, alterar la estructura social del país.
Dudo de que el abogado sea un estúpido. Dudo de que no piense antes de hablar, aunque así lo parezca. No es fortuito, pues, que me llame, desde una nota publicada en El Heraldo de Barranquilla, “calandrajo”, y en una de sus réplicas en Semana, con motivo de uno de mis artículos, “camarada”, palabras con las se ha referido, igualmente, al senador Iván Cepeda, haciendo referencia, por una parte, a mi pelo trenzado, que para él es sinónimo de descuido y desaseo. Y, por el otro, a esa imagen estereotipada del guerrillero sucio y famélico que deambula por las montañas del país con el fusil al hombro.
Nada de lo que diga este señor en público es producto del azar. Al analista político y columnista de SEMANA, Ariel Ávila, lo llamó, en la entrevista referenciada arriba, “farsante”, “estúpido”, “imbécil”, “mamerto” y lo retó a darse unos golpes apenas abandonaran el estudio de la W: “cuando salgamos de micrófonos a ver si tú me sostienes lo que me has dicho”, expresó el “eminente abogado” con una actitud amenazante, registrada en cámara, mientras uno de los guardaespaldas se interponía entre su jefe y el investigador de la Fundación Paz y Reconciliación. A Juan Manuel Santos, siendo presidente de Colombia, no solo lo calificó de “cucaracha”, sino que también lo tildó de “delincuente”, “que debería estar preso”, haciendo referencia a unos dineros de Odebrecht que, supuestamente, habían entrado a su campaña como candidato a la Presidencia para su segundo mandato. A Daniel Coronell no lo ha bajado de “mentiroso”. A Mauricio Lizcano, siendo presidente del Senado, lo llamó “la cara de imbécil mejor administrada del país”. Y a Gina Parody y Cecilia Álvarez las calificó, en uno de sus artículos de El Heraldo, “de traviesas por excelencia”, haciendo, sin duda, clara alusión a la condición sexual de las señoras.
No obstante, en una de esas “brillantes” reflexiones publicadas en el diario barranquillero, aseguró sobre el delincuente y exgobernador de Córdoba Alejandro Lyons Muskus, lo siguiente: “Si Lyons devuelve la plata que se robó y entrega a todos los miembros de la BACRIM que saqueó a Córdoba, no le veo problema en que no pague un día de cárcel”. Aquí no solo queda en evidencia su posición con respecto a las acciones de los políticos con los cuales se identifica y con (los otros) a los que llama sin tapujo “mamertos”, sino también su extraña y ambigua concepción de justicia. Pero no son las únicas perlas con las que nos ha deslumbrado. En otra declaración, publicada en esta revista, contó el chiste más macabro que pueda contar un hombre que debería regirse por la normatividad jurídica y saber medir sus palabras: “Mancuso dio una lucha que debimos dar todos los cordobeses”. Claro, los cordobeses debieron acompañarlo a masacrar campesinos y niños indefensos, violar mujeres y asesinar a sus esposos, que fue, en realidad, la lucha del sanguinario y narcotraficante jefe paramilitar que hoy pide pista en la JEP, “ese remedo de justicia” que el uribismo descalifica llamándolo “engendro jurídico” y que desde su perspectiva fue creado exclusivamente para que los exintegrantes de las Farc no pagaran un solo día de cárcel.
En Twitter: @joaquinroblesza
E-mail: robleszabala@gmail.com
(*) Docente universitario y magíster en comunicación.