Daniel Felipe Briceño Montes

Opinión

Aída Merlano es una delincuente

Todos esperamos que entregue las pruebas que dice tener en su poder y que caiga el que tenga que caer.

15 de marzo de 2023

Solo en Colombia una delincuente del nivel de Aída Merlano podía ser recibida en medio de una gran algarabía y emoción por parte de los seguidores del gobierno nacional. Su repentino arribo en un jet de propiedad de la petrolera venezolana PDVSA le cayó como un bálsamo refrescante a este gobierno que lleva más de 15 días apagando incendios en todos los frentes a causa de varios escándalos y polémicas. De forma vergonzosa se construyó una gran expectativa en redes sociales y medios de comunicación, fotos con funcionarios de Migración Colombia, calle de “honor”, rueda de prensa y toda una puesta en escena para acompañar la llegada de este siniestro personaje.

El aterrizaje de Merlano sin duda se convierte en un arma política que quizás ayude a los sectores de izquierda a nivelar la cancha en el Atlántico, en medio de la fuerte pelea electoral en la región del próximo 29 de octubre. Para el Pacto Histórico ganar o perder este departamento definirá en gran parte su fuerza política territorial y en estos momentos lo necesitan desesperadamente, teniendo en cuenta que, Nicolás Petro -una de las fichas más importantes del gobierno en la costa- se encuentra en medio de una tormenta política por las graves declaraciones que lo acusan de recibir dinero de narcotraficantes, delincuentes y corruptos para el financiamiento de la campaña presidencial. Lo mismo sucede con Máximo Noriega, virtual candidato del Pacto Histórico, a la gobernación del departamento, quien también resultó salpicado por las revelaciones.

Aída Merlano es una delincuente. La Corte Suprema de Justicia la condenó a 11 años y 4 meses de prisión por los delitos de corrupción al sufragante, concierto para delinquir y porte o tenencia ilegal de armas de fuego de defensa personal. Las pruebas en su contra revelaron como la excongresista del Partido Conservador dirigía una empresa criminal en el Atlántico donde se repartían dineros ilícitos para impulsar su candidatura al Congreso. Pero además de cometer estos graves delitos, también decidió montar una operación para fugarse de la justicia y burlarse así del país.

Mientras la rivalidad entre las fuerzas del Pacto Histórico y algunos clanes políticos del Atlántico fue creciendo, Aída Merlano supo jugar sus cartas y se convirtió en una pieza clave para la izquierda, por la información que presuntamente posee en contra de algunos líderes políticos de la región contra los que hoy compiten. Es tan así, que el abogado Miguel Ángel del Río Malo, militante del petrismo y amigo personal de Nicolás Petro, asumió la defensa de Merlano y lideró su sorpresivo regreso a Colombia.

Todos esperamos que entregue las pruebas que dice tener en su poder y que caiga el que tenga que caer. Un país como Colombia no puede seguir soportando que las empresas electorales regionales alimentadas con recursos públicos sigan definiendo el rumbo de las alcaldías y gobernaciones. Pero tampoco podemos perder de vista que hoy una delincuente se ha convertido en la principal esperanza del partido de gobierno, quienes desde ya la están utilizando en su favor para ganar poder político y ocultar los malos pasos de los miembros del partido en el Atlántico.

Lastimosamente en los próximos meses seremos testigos de un enfrentamiento grotesco en ese departamento. Por un lado, estarán los políticos tradicionales que hoy gobiernan tratando de mantener el poder y por el otro, los sectores de la izquierda que ondearán las banderas del “cambio” aliados con otros cuestionables políticos tratando de arrebatarle poder al clan Char.

Aída Merlano no es ninguna víctima. Todos los delitos y privilegios ilícitos que obtuvo fueron de forma consciente, sin explotación o engaños como lo insinuó el exsenador Gustavo Bolívar. No podemos permitir que un símbolo de la podredumbre de la clase política colombiana sea convertido en un nuevo adalid de la moral nacional. Que caiga el que tenga que caer, pero Merlano no puede ser la cortina de humo que venga a salvar la familia presidencial de sus numerosos escándalos o el arma política que le permita los políticos tradicionales disfrazados de “cambio” ganarles a los otros políticos que hoy gobiernan el Atlántico.

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