OPINIÓN

Aida y los intocables

Ella entiende que cometió un delito, pero lo que sí le es inexplicable, y tiene razón, es que sea la única condenada.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
8 de febrero de 2020

No veo al presidente Duque ordenando la muerte de Aida Merlano, pero eso no significa que el “régimen” no la quiera ver bajo tierra. Y por “régimen” entiendo lo mismo que entendía Álvaro Gómez cuando lo definió como un pacto perverso y mafioso a través del cual se repartía el Estado como un botín, y utilizaba el poder para satisfacer sus intereses y para convertirse en intocables ante la justicia.

Merlano revela una realidad política que muchos ya hemos denunciado y que trasciende las fronteras de Barranquilla; una verdad tan real como intocable y que comienza en la compra de votos con el propósito de apropiarse del poder y usufructuarlo y que termina en prácticas mafiosas.

Habla muy mal de la justicia que en una región donde la compra de votos es algo tan natural como respirar Aida Merlano sea la única condenada por compra de votos, mientras que sus jefes políticos gozan de tal impunidad que termina siendo verdad lo que la Merlano dice sobre que sus jefes son protegidos de los organismos judiciales.

Ella dice que la persiguen porque decidió exponerlos y es honesta en afirmar que confiesa lo que dice no por convicción, sino porque quiere pagarles con la misma moneda.

Yo creo que en eso ella no miente. La Merlano es una mujer que sabe los secretos del poder porque durmió con los poderosos y ha visto sus fortalezas y debilidades al desnudo. Puede que ella sea una prepago de la política, pero sus jefes son pre y pospago. La diferencia es que ella es una don nadie del régimen.

Ella también señala cómo es la corrupción que anida en los círculos del poder en los que se mueven los Char, los Gerlein, los Vargas Lleras y el exfiscal Néstor Humberto Martínez, a quienes ella responsabiliza de su caída, mas no de su inocencia. Ella entiende que cometió un delito, pero lo que sí le es inexplicable, y tiene razón, es que sea la única condenada. La celeridad con que se hizo su captura y su rápida condena contrastan con la lentitud o miopía con que la Fiscalía de Néstor Humberto ‘investigó’ a sus jefes políticos. Álex Char tiene 87 investigaciones que andan dormidas, igual pasa con las de Gerlein. No hay que olvidar que, con bombos y platillos, Néstor Humberto Martínez le anunció a la opinión pública que estábamos en presencia de la investigación más sólida y sin precedentes en la historia de la política de Colombia en materia de compra de votos. Años después, la única condenada es la Merlano. Y al exfiscal que era de Cambio Radical se le olvidó que por encima de ella estaban sus jefes Char, que eran también sus copartidarios.

Si ese “régimen” terminó asesinando a un hombre de la talla de Álvaro Gómez, quien llegó a la conclusión de que lo que había que hacer era tumbar al régimen porque estaba basado en la corrupción, en la complicidad y en el aprovechamiento personal del bien común, no veo por qué no puede pasar lo mismo con una excongresista de extracción popular que nunca pudo “entrar” al Country Club de Barranquilla y que, como ella misma lo confesó, llegó a la política porque fue la amante de Julio Gerlein, jefe de uno de los clanes más poderosos del régimen.

La Merlano representa lo malo de la política, pero también es cierto que sus jefes y aliados representan lo peor de la política. La diferencia y el gran cambio radical está en que mientras ella huye y llora en el exilio, ellos están cómodos y atacados de la risa en Barranquilla.

P. D.: Lástima que Merlano ni hablara de los periodistas que están a sueldo de esos clanes y no solo en Barranquilla. Ese capítulo todavía falta por abrir. 

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