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Algunas las naciones se acostumbran a la guerra y pierden la esperanza y la fe

El problema más grave para algunas naciones, no es solamente que se acostumbre a la guerra y a los conflictos.

Julio Londoño Paredes
17 de noviembre de 2023

Hay naciones que se han acostumbrado a la guerra porque no tienen otra alternativa. Es el caso de Israel que inexorablemente por razones geopolíticas y religiosas está condenada a eso. Pero hay también crisis temporales. La guerra de Rusia contra Ucrania, es una de ellas, pero aun así, se ha constituido en algo rutinario al que el mundo paulatinamente se ha ido adaptando, incluso los rusos.

En Colombia es igual, no obstante que estamos en medio de “la paz total” y de negociaciones con grupos armados la gente se siente insegura y amenazada. ¿Qué hace entonces? No usar determinadas vías y no salir después de determinada hora, en síntesis, estar a la defensiva.

La “repúblicas independientes” de Marquetalia y Riochiquito de las que tanto se habló en los años sesenta, eran unos pesebres, comprados con las decenas que hay ahora en los cuatro puntos cardinales, aún dentro de las mismas ciudades: pero parece que no nos hayamos dado cuenta.

Los bandidos se mueven sin mayor problema por las carreteras, por las calles y por amplias zonas del país, secuestrando, asesinando, robando y extorsionando. La disculpa es que no hay denuncias y que, de todas maneras, ocho de cada diez capturados son puestos inmediatamente en libertad. Cualquier parecido con la época de Al Capone en Chicago en los años treinta es pura coincidencia.

A la gente poco le importa que el que lo asalte sea miembro de un grupo armado, de una banda de delincuentes, que actúe individualmente o si, como dicen algunas autoridades alambicadamente, “son de nacionalidad extranjera”, nacionalidad que, aunque en ningún país existe, en Colombia sí.

El mundo ha visto con horror que el grupo terrorista Hamás, tiene en su poder a más de 200 personas, a las que está utilizando como objeto de financiación, negociación y chantaje. Sin embargo, a muy pocos les importa que un número igual de colombianos hayan secuestrados con los mismos propósitos.

Grupos armados con desfachatez inaudita dicen que “son muy pobres” y que por lo tanto deben seguir secuestrando y voceros del gobierno tácitamente se solidarizan con esa posición. ¿Qué dirán los millones que trabajan denodadamente, excluidos claro está a los que se les da una mesada mensual por no delinquir?

El problema más grave para algunas naciones, no es solamente que la gente se acostumbre a la guerra y a los conflictos, sino que pierda la esperanza y la fe.

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