OPINIÓN

A Profundizar la Alianza

Aunque sus economías han logrado un “aterrizaje suave” tras el fin del auge minero-energético (lo cual no ha sido el caso en el resto de la Región), sus niveles de crecimiento están alrededor de un 2%, sin perspectivas claras de mejora, y el comercio entre ellos ha caído un 32% desde 2012.

Esteban Piedrahita, Esteban Piedrahita
29 de junio de 2017

La última vez que se llevó a cabo la Cumbre de la Alianza del Pacífico en Cali, en mayo de 2013, el mundo era bastante diferente. Hugo Chávez, cuyas ambiciones expansionistas para el “Socialismo del Siglo XXI” habían sido aliciente para la conformación de la Alianza, acababa de morir. El petróleo, producto central para Colombia y México, se cotizaba en torno a los 100 dólares; mientras que el cobre, principal rubro de exportación de Chile y Perú, alcanzaba precios sustancialmente más altos a los de hoy. Los cuatro países venían de cerrar un 2012 muy bueno, con un crecimiento promedio del PIB cercano al 5% y un récord de US$21.400 millones en comercio “intra-Alianza”. Un hecho no menor era que el presidente de los EE.UU. era un internacionalista convencido, amigo de México y del libre comercio.

En esta ocasión, los jefes de estado de la Alianza se reúnen en un marco diferente. Aunque sus economías han logrado un “aterrizaje suave” tras el fin del auge minero-energético (lo cual no ha sido el caso en el resto de la Región), sus niveles de crecimiento están alrededor de un 2%, sin perspectivas claras de mejora, y el comercio entre ellos ha caído un 32% desde 2012. Además, el fantasma de la izquierda radical se ha desvanecido con la caída del precio del crudo y la hecatombe venezolana, que han coincidido con un giro a la derecha en Argentina y Brasil. Finalmente, del norte soplan otros vientos, proteccionistas y anti-latinoamericanos.

Quizás por estas circunstancias, se percibe un menor nivel de entusiasmo por las perspectivas de la Alianza. Pero la realidad es que hoy ésta resulta especialmente relevante. Sus países miembros requieren, desesperadamente, de nuevas avenidas de crecimiento, más sostenibles. Y en un mundo en que la globalización está tomando un cariz diferente, la unión en un bloque con cerca de 230 millones de habitantes y un PIB conjunto de US$1,8 billones (o US$3,8 billones, si se ajusta por poder adquisitivo) resulta ventajosa para todos.

Un ejemplo de éxito reciente es el caso del turismo. La devaluación de las monedas de los países de la AP y el levantamiento de trabas al movimiento de personas, ha contribuido a fomentar el turismo “intra-bloque”. En 2016, Colombia recibió 426.000 turistas de México, Perú y Chile, un 27% más que en 2014; a la vez México fue el tercer destino de viaje de los colombianos el año pasado, Perú el sexto y Chile el séptimo.

En cuanto al Valle del Cauca, nuestra fortuna ya está estrechamente ligada a la Alianza. A pesar de la caída en los volúmenes de comercio, que recién este año se están recuperando, los países del bloque son nuestro principal destino de exportación con cerca del 19% de lo que enviamos al exterior. Cincuenta empresas del Valle exportan más de US$1 millón a los países de la AP, y el Valle y el norte del Cauca representan cerca del 38% de las exportaciones de alta intensidad tecnológica de Colombia a esos países.

Según datos de InvestPacific, en el Valle están instaladas 36 empresas mexicanas, chilenas y peruanas en diversos sectores de la economía. Y, lo que es más, hay otras 44 interesadas en invertir aquí. Las perspectivas en nuevos cultivos, como el aguacate Hass, por ejemplo, son notables, con empresas de los 3 países preparando su llegada, y la peruana Agronegocios Genésis, mayor productor de semillas y plántulas de frutales y hortalizas de ese país, ya instalada en la región. Que la Cumbre sirva para que todas las empresas vallecaucanas y colombianas renueven su entusiasmo por esta gran oportunidad.

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