OPINIÓN

La depresión de Gabino

El presidente y el Comisionado Deberían ayudarle al jefe guerrillero a liberarse del ‘estrés’ de mantener la fachada de guerrilla dispuesta a dialogar, mientras siguen matando, secuestrando y acuartelando menores.

José Manuel Acevedo M., José Manuel Acevedo M.
24 de noviembre de 2018

Nicolás Rodríguez, alias Gabino, está triste y deprimido. Al menos eso dijo para justificar su viaje a La Habana sin la autorización del gobierno nacional, generando un ruido diplomático entre Colombia y Cuba cuyo desenlace todavía está por verse. Contra el pobre, solo y triste de Gabino pesa una circular roja de la Interpol por homicidio agravado y reclutamiento de menores, delitos que el ELN no ha cesado de cometer

un solo día desde su creación, ni siquiera en los momentos en los que ha dicho estar más comprometido con los diálogos de paz que desde hace décadas se han intentado de manera infructuosa con esa guerrilla.

La depresión de Gabino es tan profunda que para distraer su mente en otros oficios distintos a los habituales del secuestro, la extorsión y los ataques reiterados contra la población civil ahora se presenta como miembro plenipotenciario de la congelada mesa de diálogos.

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¡Pobre de Gabino! Haber cometido 23 secuestros en lo que va corrido de este año mientras sus secuaces cuenteaban a los negociadores del anterior gobierno con “la paz completa” y con una mesa de negociación con condiciones inacabables lo debió dejar extenuado y ahora necesita una terapeuta que lo libere de tensiones, a lo mejor en una de las playas de Varadero. Gabino, que debió llegar desde Venezuela con la tranquilidad de quien sabe que nada le pasará porque cuenta con la plena complicidad y protección del régimen de Maduro, quiere tomarles del pelo de nuevo a los colombianos y acreditar una condición de negociador que no puede invocar si el gobierno nacional no lo reconoce como tal, y ya se sabe que eso no ocurrirá.

El presidente y el Comisionado Deberían ayudarle al jefe guerrillero a liberarse del ‘estrés’ de mantener la fachada de guerrilla dispuesta a dialogar, mientras siguen matando, secuestrando y acuartelando menores.

Por tal razón, el presidente Iván Duque y el alto comisionado para la paz, Miguel Ceballos, deberían ayudarle al jefe guerrillero a liberarse de una vez por todas del ‘estrés’ que le debe producir mantener la fachada de guerrilla dispuesta a dialogar, mientras siguen matando, secuestrando, saboteando la infraestructura y acuartelando menores. Deberíamos relevarlo de ese duro peso emocional al que se enfrenta cuando ordena escribir comunicados hablando de reconciliación, mientras mantiene vivas sus intenciones de atentar contra la gente más desprotegida en Colombia. Saquémoslo del embrollo sentimental en el que debe estar y rompamos, de una vez por todas, con esa farsa a la que algunos llaman “diálogos de paz”.

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Y es que aunque nadie dijo que la negociación se adelantaría en medio de un cese bilateral al fuego, uno sí esperaría un desescalamiento en el belicismo como muestra de voluntad de paz. Así lo hicieron incluso los miembros de las Farc antes de pactado el cese hacia el final del proceso, y eso hay que abonárselo.

El ELN, en cambio, insiste en sus acciones. Según información de organismos de seguridad del Estado a las que pude tener acceso, en el mes de agosto de este año esa guerrilla intentó 338 acciones terroristas, en septiembre más de 250 y en octubre de este mismo año planearon desplegar casi 400 actos criminales, de los cuales, por fortuna, solo alrededor del 10 por ciento llegaron a concretarse. Su infiltración en las marchas estudiantiles y su desprecio absoluto por la presión de la comunidad internacional, que les pide no llevar más niños a sus filas, dejan claro que no les interesa para nada acabar con la guerra.

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¿Qué espera entonces el gobierno para decir que el tal diálogo no va más? ¿Tiene salvación un proceso que ni siquiera con la condescendencia del expresidente Santos avanzó en los últimos años? Es más: ¿con quién está sentado el Estado hablando? ¿Con el ELN o con una parte de esa guerrilla que no representa a los sectores más duros, como los que operan en el oriente colombiano y en el Catatumbo en particular?

Ojalá este ridículo episodio de la depresión de Gabino nos sirva para hacer un alto definitivo frente a esa guerrilla. El ELN no quiere la paz, nunca la ha querido y nunca la querrá. n

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