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… Citicos ellos

La violencia colombiana no fue decidida ni ejecutada por los marcianos. Se decidió desde la dirección de poderes políticos, económicos y sociales. Ningún sector es víctima.

Álvaro Jiménez M, Álvaro Jiménez M
7 de septiembre de 2016

Ahora y en gracia del plebiscito parece que salimos a deberle a los empresarios colombianos. Resulta que son unos angelitos: “víctimas” como dice el presidente de Comfecámaras Julián Domínguez.

Nada de generalizaciones pero tampoco exculpaciones colectivas.

Se olvida el presidente de Comfecámaras que sólo por mencionar algunos, hay procesos judiciales y condenas contra firmas nacionales e internacionales en el sector transporte, bebidas, banano, palma, carbón entre otros, como promotores, financiadores y parte de las estructuras del paramilitarismo.

Empresarios de todos los departamentos han sido promotores de la violencia y de muchas maneras.

Promotores que violaron los derechos de sus trabajadores, que impulsaron la represión institucional de la organización sindical y cuando ello no les funcionó, auparon el asesinato o desaparición de sus líderes. Promotores que financiaron la “limpieza” en pequeños y grandes municipios por décadas.

Habrá tiempo para que la Comisión de la Verdad construya relatos precisos.

La violencia colombiana no fue decidida ni ejecutada por los marcianos. Se decidió desde la dirección del poder económico militar y de los partidos políticos, de liderazgos sociales y comunitarios, de las guerrillas.

Ningún sector es exclusivamente víctima. Esto significa que lo sucedido ocurrió por la decisión y convicción de personas de carne y hueso.

Así como los jefes guerrilleros decidieron su parte, quienes los confrontaron también tomaron decisiones sobre la guerra y sobre la vida y muerte de otros.

Esta es la razón por la que el mecanismo de justicia transicional es útil para todos. Es un camino de solución que brindará herramientas para entender como llegamos a tanta deshumanización y evitar la repetición.

Los acuerdos son una oportunidad para dejar claro de una vez por todas, que las armas del estado o no, jamás deben asesinar a nadie por su visión del mundo, por su pasado, por su manera de interpretar los retos del país como sucedió con Pardo Leal, Bernardo Jaramillo y mucho menos para asesinar a quienes firmen la paz como hicieron con Carlos Pizarro.

Los acuerdos también son un momento para que los colombianos mudemos la piel, para abandonar conductas individuales y colectivas que buscan culpables antes que soluciones.

Y así como toda oportunidad, nada garantiza que la aprovechemos. Con el acuerdo, si queremos, se puede sacar adelante una democracia fuerte, construir desarrollo, inclusión económica y paz.

Por ello, si los ciudadanos, queremos aprovechar la oportunidad como debe ser, hay que transformar la conducta de los líderes, de empresarios como los de Comfecámaras o políticos como el Vicepresidente. Unos y otros persisten a lo uribista en hacernos creer que los guerrilleros son el origen del mal, fuente de todo pecado y resulta que no.

Por eso además del deseo de derrotar a las FARC como vocifera el vicepresidente, hay que derrotar a politiqueros clientelistas como Vargas Lleras y a empresarios que no asumen el rol que exige el momento.

Transformar a Colombia exige un cambio real de quienes detentan el liderazgo en el “país del poder”.

Empresarios y politiqueros, … citicos ellos.

* @alvarojimenezmi - ajimillan@gmail.com

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