Opinión
Amenazas intergalácticas
Los hechos de esta semana que termina son muestras de la proporción de la amenaza que se cierne sobre la democracia y el Estado de derecho.
Amedida que pasan los días, el presidente Gustavo Petro se radicaliza en sus posturas ideológicas, pierde conexión con la realidad y promueve el odio y la división. En sus más recientes reacciones, desde su trinchera favorita, su cuenta de X, se inventó una amenaza institucional, pidió ayuda a la comunidad internacional y, lo más grave, convocó a los colombianos a marchar para defender su gobierno. Todo esto, como consecuencia de su delirante imaginación y como respuesta a información falsa y no verificada.
¿Qué pasó? Pues que Petro, quizás en agenda privada, perdió los estribos y se peleó con una cuenta falsa de X que suplanta al fiscal general, Francisco Barbosa. Energúmeno, se inventó que las investigaciones en contra de su hijo, Fecode y el gerente de su campaña presidencial, Ricardo Roa, forman parte de un complot para sacarlo del poder y producir una supuesta “ruptura institucional”. Procedió, entonces, a enviar un mensaje de emergencia, que tradujo a francés, italiano, inglés y árabe, diciéndole a la comunidad internacional la mentira de que la Corte Suprema de Justicia no había elegido aún a la fiscal y que eso significaba la “ruptura institucional” para que fuerzas oscuras procedieran con un golpe de Estado.
Ningún país respondió al llamado de emergencia. Y el oso oficialmente fue en todos los idiomas. Sin embargo, el delirante mensaje presidencial generó una avalancha de preguntas: ¿por qué el delirio de persecución del presidente y la obsesión por crear falsos golpes de Estado? ¿A quién exactamente estaba convocando el presidente en su mensaje de X: a los Estados democráticos que respetan el principio de no intervención y el de autodeterminación de los pueblos, a las organizaciones sociales de la galaxia que defienden causas como las de Hamás? ¿Sí lee Petro lo que escribe en X antes de enviar? ¿Quién le ayuda a Petro a distinguir la realidad de sus delirantes fantasías? ¿Cuándo empieza Petro a gobernar?
Lo que sí quedó claro luego de este penoso escándalo es que el “cambio” es experto en el diseño y propagación de cortinas de humo que tapan escándalos, pero que también generan inestabilidad, caldean los ánimos y traen nefastas consecuencias institucionales. Es una receta que no sorprende, porque fue la misma que llevó a Petro a la presidencia: estallido social, crisis, caos, descrédito y mentiras, elecciones y “cambio”.
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En este penoso asunto lo que debe quedar claro es que la Fiscalía no está investigando al presidente de la república. Lo que sí está investigando es la financiación de su campaña y la posible violación de los topes. Hay que tener en cuenta que entre evidencias e indicios aquí y allá se puede suponer que la campaña de Petro Presidente presuntamente accedió a fuentes de financiación que no fueron informadas en los reportes oficiales.
Esta semana se destacó el caso de Fecode, el sindicato de maestros afín al Gobierno, que tercerizó el aporte de 500 millones de pesos a la campaña presidencial a través de la Colombia Humana, recursos que no fueron reportados en las cuentas oficiales y con los que la campaña de Petro sí habría violado los topes establecidos por la ley. No es un caso aislado. Basta recordar los 13 eventos del periodo de “no campaña” y sobre los que nadie sabe quién los pagó ni cuánto costaron; o las escandalosas grabaciones en las que Armando Benedetti, en conversación con la zarina del “cambio”, Laura Sarabia, habla de más de 15.000 millones de aportes en la costa que no figuran en reportes; o las investigaciones que adelanta la Fiscalía contra Nicolás Petro por su posible vinculación con dineros ilícitos. ¿Todos estos son inventos de la oposición?
¿Qué es lo que ofende tanto a Petro de esta situación y de no tener una fiscal de la que él pueda ser jefe? Pues que la comprobación de estos hechos es causal de pérdida de investidura y cárcel para el gerente de campaña, el muy silencioso Ricardo Roa, premiado con la presidencia de Ecopetrol, además de las posibles penas para su hijo Nicolás de comprobarse los hechos objeto de investigación.
La consecuencia de toda esta compleja madeja de hechos y aparentes coincidencias es una ruptura institucional promovida por el Gobierno de la “potencia mundial de vida”. El presidente Petro convocó, de nuevo, marchas desde sus redes sociales con este mensaje, en su trinchera de X, del pasado 2 de febrero: “Han decidido la ruptura institucional. Como presidente de la república debo avisar al mundo de la toma mafiosa de la Fiscalía y debo solicitar al pueblo la máxima movilización popular por la decencia. Aquí no se puede tumbar un presidente progresista, el primero en un siglo, porque legalmente un sindicato de trabajadores aportó a un partido de izquierda. Llegó el momento de la expresión popular”.
Y, pues, el jueves 8 de febrero una lánguida y escasa multitud de funcionarios y aprendices del Sena, de RTVC, así como del alto Gobierno, como la militante ministra del Trabajo, camarada Gloria Inés Ramírez, y la recién nombrada superintendente de Industria y Comercio, la activista Cielo Rusinque, respondieron al llamado presidencial y salieron a acompañar una “movilización popular” que pretendía presionar a la Corte Suprema de Justicia para que cumpliera sus funciones constitucionales.
¿El resultado? Los manifestantes que llegaron a las puertas del Palacio de Justicia sitiaron a los magistrados en horas de la tarde y les impidieron su libre movilización, en lo que el Dr. Jaime Arrubla, expresidente de la Corte Suprema de Justicia, calificó como un “secuestro colectivo”. Como si fuera poco, en medio de este caos, se veían banderas de la organización terrorista del M-19, la misma que en 1985 causó el holocausto del Palacio de Justicia, quemando vivos a magistrados, civiles, e incinerando los expedientes judiciales de criminales como Pablo Escobar.
Los hechos de esta semana que termina son muestras de la proporción de la amenaza que se cierne sobre la democracia y el Estado de derecho. A Colombia la dirige un Gobierno que actúa sin racionalidad, sin criterios técnicos, con mezquindad, que promueve la división entre sus ciudadanos, rechaza el disenso, la oposición, la libertad de prensa, ataca las instituciones y menoscaba la constitución y la ley. Se esperaba. Lograron que el caos y el miedo se hicieran costumbre.