Opinión
AMLO desastre y del peligro de las equivalencias malditas
Los latinoamericanos no nos cansamos de votar mal. El facilismo y el populismo nos conquistan una y otra vez.
Mientras en Colombia se escuchan todavía y por doquier voces de la izquierda caviar y del centro ingenuo lamentarse por la oportunidad perdida de la izquierda radical colombiana “de haberlo hecho bien”, en medio del colapso histérico del Gobierno Petro en los pozos putrefactos de la corrupción, la violencia, la destrucción institucional y la inoperancia, México lindo se hunde en un nuevo mandato de populismo socialista, arriesgándose a perder definitivamente los monumentales beneficios de la salida en masa de la manufactura americana de China, tendencia conocida mundialmente como el nearshoring o deslocalización cercana y que consiste en seguir buscando mano de obra y otros costos manufactureros más baratos para mantener altos niveles de consumo, pero sin ir tan lejos y no saliéndose del huso horario de la economía compradora, en este caso Estados Unidos.
La brutal crisis de seguridad con la que AMLO entregará el país a su discípula de toda la vida, Claudia Sheinbaum, con las seis ciudades más inseguras del mundo en México, estados enteros en manos del narco, 200 candidatos asesinados, más de 25.000 homicidios y 10.000 desaparecidos en 2023, no es el único legado siniestro de su gobierno.
La obsesión por repotenciar corruptas empresas públicas, fuertemente sindicalizadas, como Pemex y las empresas de energía eléctrica, han generado un desastre gigante de implicaciones impredecibles. Pemex es la compañía petrolera más endeudada del mundo, con 110.000 millones de dólares en pasivos y una de las más ineficientes. Con la producción de crudo y condensados estancada en cerca de 1,7 millones de barriles diarios por cuenta de la sospechosa obsesión de seguir invirtiendo en un deficitario negocio de refinación y el rechazo hermético a la inversión extranjera en el sector, parece imposible volver a los volúmenes de hace dos décadas que doblaban los actuales.
La corrupción y el desgreño de los operadores públicos de energía y agua han generado un gravísimo desabastecimiento de estos recursos, frenando la requerida expansión de parques industriales del país, completamente insuficientes para acoger las nuevas inversiones en marcha del nearshoring. Se estima que los parques industriales existentes están ocupados al 99 % de su capacidad.
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Con el déficit fiscal representando el 6 % del PIB y la deuda pública en el 55 % del PIB, Sheinbaum la verá negra para sostener los subsidios y beneficios pensionales que le permitieron a AMLO ponerla en el poder.
La izquierda mexicana se ha visto beneficiada del repunte económico norteamericano e irónicamente del afán de Estados Unidos de reducir su dependencia de China. Hoy es México el primer proveedor de manufacturas a los Estados Unidos, rompiendo el liderazgo de China que provee el 16 % de las importaciones a ese país, mientras el gigante asiático pasó del 21 % hace diez años a apenas el 13 % en la actualidad.
Todo esto le ha dejado a México el pleno empleo y le ha permitido evitar que los inversionistas extranjeros se retiren del país a pesar del desastre en el que se encuentra. Pero no ha impedido la caída dramática de la nueva inversión extranjera directa que le huye, como dijimos, a la inseguridad, la corrupción, el deterioro fiscal y la carencia de servicios públicos confiables. El grueso de la inversión extranjera que sostiene al país se financia con la reinversión de utilidades de empresas ya presentes.
Y eso que por falta de espacio no me detendré en la destrucción del Seguro Popular que proveía la salud subsidiada a una gran porción de la población más vulnerable por fuera del Seguro Social a través de un esquema descentralizado por estados, apoyado en prestadores privados y el desastroso tránsito al Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), un nuevo monstruo federal, transición que ha empeorado gravemente los indicadores de salud generales y de la población beneficiada equivalente a 54 millones de mexicanos, sin disminuir realmente como lo prometió su gasto de bolsillo.
El grueso de los programas asistenciales de AMLO en pensiones y subsidios son insostenibles fiscalmente: Sheinbaum lo sabe, el país lo sabe y la clase política también.
Sin embargo, Sheinbaum barrió y Morena, su partido político, está en camino de obtener una importante mayoría en el Congreso que le permitirá a la izquierda acabar con la autonomía judicial, reformar el sistema electoral y completar su reforma energética.
Los latinoamericanos no nos cansamos de votar mal. El facilismo y el populismo nos conquistan una y otra vez.
Como siempre, el centro político volvió a caer en la misma enfermedad de las equivalencias malditas. Las evidencias de corrupción, violencia, desastre fiscal y la adherencia a políticas caducas como la estatización de servicios o el mantenimiento de los privilegios del magisterio mediocre que condena al analfabetismo bruto y sumiso al grueso de la población, pueden ser ignoradas y neutralizadas con el sirirí simplista de que los gobiernos anteriores de centro o de centroderecha eran o serán igual de malos.
El balanceo simplista e irresponsable de siempre, de quienes en el centro prefieren sus querencias socialistas por encima del análisis realista de las ejecutorias, así se bañen en sangre, pobreza y oportunidades perdidas. Ese centro tan sectario como irracional que, así como en México, llegará a preferir condenarnos a la dictadura marxista que reconocer que la salida es a través de un giro a la derecha.