OPINIÓN
El paro nacional: ¿alguien tiene la razón?
El paro nacional, que comenzó con la marcha convocada por estudiantes, grupos indígenas y centrales obreras el 21 de noviembre, ha probado ser más longevo y diverso de lo que el Gobierno o cualquier analista pronosticaron. Un análisis de Sergio Guzmán, de Colombia Risk
Es paradójico que, aunque el país está creciendo a una tasa muy superior a sus pares regionales, haya tanta desazón social frente a las desigualdades que no permiten al ciudadano común participar en esa prosperidad.
En respuesta al anuncio de paro nacional inminente, el gobierno de Iván Duque argumentó que se trataba de una campaña de desinformación para desatar ira entre los colombianos. Algunos miembros del partido de gobierno incluso hicieron alusión a fuerzas externas como promotoras de la manifestación social en Colombia al igual que en otras partes de América Latina. Del mismo modo, el presidente Duque señaló que quienes llamaban al paro lo hacían señalando leyes o propuestas gubernamentales que no habían sido formalmente introducidas por el ejecutivo, tales como la reforma pensional o la reforma laboral. Finalmente, el Gobierno dio instrucciones a las Fuerzas Armadas de hacer una presencia activa en las ciudades con el fin de transmitir el mensaje de que su prioridad era mantener el orden público, algo que algunos manifestantes interpretaron como un esfuerzo de amedrentar a quienes se volcaran a las calles.
A pesar de las acciones y mensajes del Gobierno, los manifestantes salieron a las calles el 21 de noviembre, jornada que transcurrió con relativa calma pese a choques aislados entre manifestantes y el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad). Desde el principio, las demandas de los manifestantes han sido muy variadas, incluyen temas políticos, sociales, económicos y de seguridad. Las marchas no han tenido un hilo conductor claro o liderazgos identificables, pero en el transcurso de la última semana, los mensajes no se han diluido, por el contrario, se han fortalecido e incluso radicalizado.
Hubo cuatro grandes puntos de inflexión para intensificar las manifestaciones. El primero fue la respuesta del Gobierno; en su alocución presidencial, Duque habló principalmente de orden público sin reconocer las razones que desataron la protesta. El segundo punto fue el cacerolazo de la noche del 21 de noviembre, que demostró una mayor heterogeneidad entre los manifestantes. Con el primer cacerolazo los habitantes de barrios de clase alta, mediana y baja manifestaron de forma pacífica su descontento con el Gobierno. El tercero fueron los episodios de saqueos y vandalismo en Cali y Bogotá, calificados por diversas autoridades, incluido el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, como una campaña organizada para causar temor. El cuarto momento fue la muerte de Dilan Cruz, manifestante de 17 años, a causa de un proyectil disparado por el Esmad durante las protestas.
El paro ha revelado la capacidad de cohesión de la ciudadanía, así como las profundas divisiones dentro del partido de gobierno. Algunos miembros del Congreso cercanos al presidente Duque le han instado a no ceder frente a las presiones de los manifestantes y continuar la agenda, mientras que otros sectores han sugerido al presidente apartarse del cargo. Estas divisiones han hecho más difícil la labor de negociación por parte de Duque, ya que algunos sectores de gobierno, afines al Gobierno hasta el momento, amenazan con ser opositores del presidente si llega a ceder frente a las pretensiones de los manifestantes.
El paro también ha traído importantes consecuencias para los comerciantes en las principales ciudades. Según Fenalco, el comercio bogotano pierde cerca de $50.000 millones de pesos por cada día de paro. Esta cifra es especialmente significativa a puertas de la temporada navideña, la más importante del año. Los inversores internacionales también han expresado su preocupación por el impacto fiscal del paro, particularmente si esto significa que el Gobierno no tramitará exitosamente la nueva reforma tributaria, lo cual haría difícil predecir la estabilidad fiscal de mediano plazo del Gobierno.
La pelota está en el campo del Gobierno
Grupo de diálogo minero pide imitar su modelo
¿Qué sugieren las teorías de ‘Change management‘ sobre el paro y los deseos de cambio?
La favorabilidad del presidente Duque ha llegado a su nivel más bajo desde que asumió la presidencia hace 15 meses. Según nuestro Índice Agregado de Favorabilidad Presidencial (IAFP), la aprobación de Duque se encuentra actualmente en 33,2%. En este periodo de gobierno el pesimismo sobre temas de política económica, política social y su política de seguridad ha aumentado significativamente. Es probable que la favorabilidad del presidente Duque continúe cayendo a raíz del paro y la pobre respuesta que el gobierno ha dado a las demandas de los manifestantes.
PRONÓSTICO
El Comité de Paro y el Gobierno están enfrentados en un duro tire y afloje con posiciones que se encuentran, de momento, muy distantes. Algunas de las demandas de los manifestantes son política y económicamente inviables para el Gobierno. Será particularmente difícil ceder en lo que concierne la completa implementación del acuerdo de paz con las Farc, derogar su propuesta de reforma pensional y desmontar el Esmad. Por otra parte, para poner fin al asesinato de líderes sociales no será suficiente un acuerdo entre el Gobierno y sus opositores, para esto será necesaria una profunda intervención estatal. Otras medidas como avanzar en el trámite de los proyectos de la consulta anticorrupción y avanzar en el proyecto de pago a plazos justos serán más fáciles de llevar a cabo para el Gobierno. Sin embargo, la única forma en que el comité de paro pueda tomar ventaja sobre el Gobierno depende de su capacidad de intensificar la presión en la calle, y en este sentido el tiempo juega en su contra: el desgaste puede costarles a los huelguistas la diversidad de sus participantes, uno de sus mayores activos.
Por su parte, el Gobierno no parece dispuesto a hacer cambios de fondo al modelo económico o dar revés a sus planes de concluir el trámite de la ley de financiamiento, algo que disgusta profundamente a los manifestantes pero da seguridad a los mercados internacionales frente a la continuidad del plan económico. El Gobierno cuenta además con el firme respaldo de los gremios económicos, que lo apoyan en su propósito de aguantar la presión política por causa de las manifestaciones. Algunos de sus partidarios insisten que detrás de la organización del paro hay influencia extranjera de la izquierda latinoamericana y un plan para sabotear a gobiernos de derecha de la región. A pesar de esto, el presidente Duque ha manifestado que está dispuesto a hacer cambios en su gabinete, lo que sugiere que entiende que el paro ha generado problemas de gobernabilidad.
Es poco probable que el Paro Nacional se prolongue en lo que resta de 2019. Es claro que el gobierno buscará dar largas a las conversaciones con los grupos del comité de paro hasta que inicie la temporada navideña. A pesar de lo anterior, el gobierno aún no ha dado solución a varios temas de fondo, lo que sugiere que en 2020 habrá nuevas manifestaciones urbanas en su contra, así como protestas que se extenderán a zonas rurales con el inicio de la cumbre agraria.