OPINIÓN ON-LINE
Genocidio político, una tragedia que se podría repetir.
En el primer semestre del 2016 la firma del acuerdo de la Habana será una realidad. Pero fantasmas del pasado pueden truncar este sueño de ver una Colombia en paz.
Durante la primera semana de marzo del presente año hubo tres hechos que impactaron sustancialmente el proceso de paz en la Habana y que dejan ver el duro camino que traerá el postconflicto. El Primero tiene que ver con la información que llegó desde la zona metropolitana de Medellín. Como se recordará, hace algunos días el gobierno colombiano indultó 30 guerrilleros. Varios de ellos se desplazaron a sus zonas de origen, tres llegaron a Medellín y los municipios aledaños. La semana pasada la alcaldía de Medellín tuvo que sacar de improvisto a una de estas personas indultadas pues apenas a hora de haber llegado a su casa fue amenazada y estuvo a punto de sufrir un atentado.
No debe olvidarse que durante el año 2015, en dos oportunidades, hombres armados, de camuflado y portando prendas de uso privativo de las fuerzas militares; emitieron comunicados, uno de estos mediante un video en junio del año pasado, en los que decían que masacrarían a cualquier desmovilizado o personas cercanas a las guerrillas que llegaran al Valle de Aburrá luego de la firma de los acuerdos de paz. Hechos que no han sido direccionados únicamente a la posibilidad de asesinar sistemáticamente a los hombres de las FARC que dejen las armas, sino también a líderes de derechos humanos. Tal como se puede apreciar en la siguiente foto, el panfleto amenaza a defensores de derechos humanos en la ciudad en Barranquilla en los primeros días del mes de febrero del año en curso. La posibilidad de que ocurra nuevamente una guerra sucia salta a la vista.
(Izquierda: foto BACRIM Medellín. Fuente: www.pacifista.co Derecha: panfleto amenaza líderes de derechos Humanos en Barranquilla, febrero de 2016. Fuente: Fundación Paz y Reconciliación).
El segundo hecho, fue un pronunciamiento judicial a mediados de febrero del año en curso en el que se dice que la masacre de más de 4 mil militantes de la UP o la Unión Patriótica no fue un crimen de guerra, dejando la posibilidad de que estos asesinatos queden en la impunidad. Un último hecho, es que se cumplen 30 años de la elección popular de alcaldes y gobernadores, que fue posible por primera vez en 1986 y que abrió la puerta a un proceso, doloroso y truncado, de democratización local.
Estamos a semanas de que se firme el proceso de paz. De no cumplirse la fecha del 23 de marzo, hay algo seguro. En el primer semestre del 2016 la firma del acuerdo de la Habana será una realidad y el país tendrá una ventana de oportunidad para comenzar a realizar cambios sustanciales y mejoras a la democracia. En todo caso, fantasmas del pasado, pueden truncar este sueño de ver una Colombia en paz.
Quisiera recordar esa tragedia que fue la masacre de la Unión Patriótica, que significó la muerte en menos de 10 años de cerca de cuatro mil militantes de este partido, en un plan que se fraguó por agencias de inteligencia del Estado, políticos locales y grupos paramilitares. A ese periodo se le conoció como la Guerra Sucia o el Plan del Baile Rojo.
A mediados de los años 80 del siglo XX, producto del avance de las negociaciones de paz entre el gobierno y las FARC, nació la Unión Patriótica (UP). En esta unión confluían miembros cercanos a las FARC, el Partido Comunista y organizaciones sociales y cívicas. Por esas mismas fechas la presión social por el cambio político era importante y ante esta presión se permitió que los alcaldes y gobernadores fueran elegidos popularmente, mediante el voto.
Los resultados para la UP fueron increíbles: 25 alcaldías de forma directa, 123 por coalición y llegaron a tener 14 congresistas, además de cientos de concejales y decenas de diputados a las asambleas departamentales. Esta victoria, sumada a logros locales de movimientos sociales y políticos, como Causa Común en el Cesar, literalmente asustaron las élites. Los políticos y líderes económicos en las regiones buscaron escuadrones privados de seguridad, o paramilitares, para masacrar estos nuevos movimientos que estaban pateando el tablero político regional.
En 1986 comenzó la masacre. Las elecciones parlamentarias se dieron el 11 de marzo de 1986, en las cuales la UP logró 5 senadores y 9 representantes a la Cámara. Semanas después, cayó el primero. El Representante Leonardo Posada fue acribillado el 30 de agosto de 1986. Unas horas después, el 1 de septiembre de 1986, cayó Pedro Nel Jiménez, otro congresista. Pedro Nel Jiménez murió mientras se alistaba para ir al sepelio de su compañero Posada. Al día siguiente, el 2 de septiembre de 1986, durante el entierro de Jiménez en Villavicencio, seis hombres armados se llevaron del cementerio a Jaír López y Críspulo Hilario, dos militantes de la UP del Guaviare que asistían al funeral.
A continuación se muestra un mapa de homicidios, el cual fue construido con los datos del Centro de Memoria Paz y Reconciliación del distrito de Bogotá sobre la masacre de la UP.
En esta masacre no sólo cayeron militantes de la UP, sino también otros líderes de izquierda. Por ejemplo, uno de los hechos más recordados fue el ocurrido en Medellín en 1987. El 14 de agosto de ese año, luego de liderar una marcha, fue asesinado Pedro Luis Valencia quien era profesor de la Universidad en Antioquia y senador de la UP. Unos días después, fue asesinado Luis Felipe Vélez, presidente de Adida, sindicato de maestros de Antioquia. Este asesinato se cometió en la mañana, y a las 5 de la tarde, es decir horas después, fueron asesinados Héctor Abad Gómez y Leonardo Betancourt mientras acudían al velorio. El escritor Héctor Abad Faciolince recordaría a su padre en “el olvido que seremos”. El mapa a continuación muestra un recuento de militantes de la UP desaparecidos durante estos años.
Recientemente, Don Berna, jefe paramilitar, recordó que el propio Carlos Castaño dijo que él mismo había asesinado a Héctor Abad Gómez. También mencionó que el general Yanine Díaz fue clave en toda la masacre de líderes de izquierda. Dijo Don Berna: “Este General era clave en la lucha antisubversiva y en el apoyo a las autodefensas, en asuntos logísticos, de relaciones con otros oficiales y con información”.
Pero no sólo se cometieron asesinatos y desapariciones, las masacres estuvieron a la orden del día. Quisiera nombrar dos de ellas. La primera fue la masacre de Segovia, el 11 de noviembre de 1988. El determinador fue el político y congresista César Pérez García. Allí murieron 43 personas y quedaron decenas de heridos. La masacre fue producto de la perdida de las elecciones de Pérez García en dicho municipio, ante lo cual se alió con Fidel Castaño y contó con la anuencia del ejército para cometer la masacre.
A continuación se muestra las masacres que se cometieron contra la UP. Los datos con los que se construyeron los mapas salen del Centro de Memoria Paz y Reconciliación en Bogotá.
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Otra de las masacres ocurrió en Bogotá el 27 de febrero de 1987. En un restaurante del sur de Bogotá fueron acribillados Teófilo Forero, líder agrario y obrero, su esposa Leonilde Mora y dos militantes más de la UP, Antonio Sotelo y Antonio Toscano.
Esto fue un genocidio político cayeron más de 4 mil militantes de la UP y la impunidad es cercana al 99%. Esperemos que la historia no se repita y que lo ocurrido en Medellín la semana pasada sólo sea una excepción.