ANÁLISIS DE SEMANA.COM

En las mentes de los asesinos

¿Por qué un joven aficionado al rap cambia su vida al extremo de declararles la guerra a los valores occidentales?

Armando Neira, Armando Neira
8 de enero de 2015

Son dos hermanos. Se llaman Chérif y Said Kouachi, de 32 y 34 años, respectivamente. Son los presuntos autores del más violento ataque contra la libertad de prensa en el corazón de Europa en las últimas décadas. Chérif, el menor, era un joven aficionado al rap hasta cuando conoció a Farid Benyettou, quien, según los informes de la Policía francesa, lo introdujo en una red yihadista, lo convenció para viajar a Irak, en donde “lo formaron”, se cambió el nombre por el de Abu Issen y empezó a pensar de manera distinta.

¿Qué pasó? ¿Puede un joven en apariencia común y corriente darle un giro tan drástico a su vida para dedicar sus días y noches a destruir los valores de las sociedades occidentales? ¿Cómo puede alcanzar tanta frialdad para ejecutar semejante acción sin miedo y sin temor al castigo? Son algunas de las preguntas que se hacen hoy los especialistas.

La ética de los autores de la matanza confunde. A Sigolène Vinson, una periodista independiente que había asistido al consejo de redacción de la revista Charlie Hebdo, mientras le apuntaban con un fusil Kalashnikov en la frente, uno de los asaltantes –no se sabe si fue Chérif– le dijo: “No te vamos a matar, pues nosotros no matamos a las mujeres, pero vas a leer el Corán”. Luego se fue gritando: “¡Alá es Grande, Alá es Grande!”.

La mujer respiró con vida. Sin embargo, en el mismo escenario, el otro asesino –tampoco se sabe cuál– no tuvo en cuenta este patrón de comportamiento y asesinó a la periodista Elsa Cayat. Paradójicamente, ella era una psiquiatra que trabajaba para Charlie Hebdo con una sección quincenal llamada ‘El diván del periódico’, en la que abordaba temas como la autoridad parental, la vida y la muerte.

A mediados de diciembre, los talibanes en Pakistán, durante la matanza de 132 niños y varios profesores, en el colmo del cinismo justificaron su ataque explicando que no habían liquidado a los alumnos más pequeños. Según sus valores, matar a un niño de 15 años es más “aceptable” que acabar con la vida de uno de 10.

En el caso de la revista francesa, no había niños pero sí ancianos. Georges Wolinski, de 80 años, fue uno de los dibujantes que murieron a balazos por los hermanos Chérif y Said. De ellos sí hay una certeza: su experticia militar.

Pero ¿por qué descargar su ira contra un grupo de humoristas y no contra ir a confrontar a un ejército militar? “Desde la primera publicación de las caricaturas de Mahoma, en el 2005, Charlie Hebdo se convirtió en un símbolo, en un blanco, explicó al diario El Mundo de España Louis Caprioli, que fue durante años jefe de la sección antiterrorista de la Policía francesa (DST). Al atacar el semanario se “golpea a los laicos que han osado hacer mofa del Profeta”, añadió. “Para ellos es un desquite divino”, concluyó. Por algo los atacantes gritaron a la salida: “Hemos vengado al profeta Mahoma”.

“Utilizan técnicas de guerrilla urbana”, señala en una entrevista del semanario L’Express Fréderic Gallois, veterano de la Gendarmería Nacional. “Es una auténtica operación de comandos: llegan, disparan y se repliegan – argumentó–. Disponían de armas de guerra. Actuaron con absoluta tranquilidad”. ¿Cómo pueden dos personas reaccionar así tras haber provocado un baño de sangre en la ciudad que los vio crecer? La forma serena como regresaron a su carro después de acabar con la vida de una redacción periodística. “Su golpe fue preparado de antemano, planificado”, cree Gallois.

La crueldad de la acción de los dos hermanos no fue improvisada. Poseían información precisa porque irrumpieron en la sede de la revista justo cuando se celebraba la reunión del equipo de redacción y se encontraba allí el mayor número de periodistas y caricaturistas. Es difícil establecer qué pasa por las mentes de las personas que cultivan así el odio. Lo cierto es que su fin es aniquilar la libertad, aquello que genere una sonrisa.

De hecho, como lo subrayan en un editorial compartido por los más prestigiosos rotativos europeos, “la libertad de pensar e informar estaba en el punto de mira, con la decapitación de otros periodistas, estadounidenses, europeos o de los países árabes, secuestrados y asesinados a manos de la organización Estado Islámico”.

Así las cosas, mientras se indaga qué pasa en las mentes de los asesinos, el papel de los periodistas debe ser el de seguir informando; el de los caricaturistas, seguir opinando.

*Director de Semana.com
Twitter: @armandoneira

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