OPINIÓN
¿Arrancó la campaña presidencial?
La derecha no ahorrará esfuerzos para presentar a Santos como un populista y urdir la más artera de las resistencias. Y los pobres estarán al acecho para cobrarle cada promesa incumplida.
Es muy temprano para iniciar la campaña presidencial de 2014 pero los movimientos y las declaraciones de las últimas semanas parecen un arranque de la contienda. Se movió Juan Manuel Santos a perfilar su reelección, Álvaro Uribe empezó a lanzar candidatos y a buscar una fórmula para su retorno al poder, voceros de la izquierda plantean la necesidad de llegar con un candidato único a esas elecciones.
El presidente Santos respondió por primera vez los ataques de Uribe y autorizó a sus ministros para que hagan lo propio; anunció un ambicioso programa de vivienda para los más pobres; se deshizo de la última representante del uribismo en el gabinete, y movió a Germán Vargas Lleras, su ministro estrella, a liderar este plan.
Santos quiere forjar una identidad propia de cara a un segundo mandato. Sabe que lo de Uribe es la seguridad. Allí es rey. Por eso quiere abanderar lo social. Primero lanzó la reparación a las víctimas y la restitución de tierras, ahora es la vivienda gratuita y luego será la ley de desarrollo agrario.
Nada más atractivo que presentarse como reformador social en uno de los países más desiguales del planeta y en un continente que ha virado hacia la izquierda. Es un emblema muy potente. Pero es a la vez una apuesta muy riesgosa. La derecha no ahorrará esfuerzos para presentarlo como populista y para urdir la más artera de las resistencias; y los pobres, desconfiados como son, estarán al acecho para cobrarle cada promesa incumplida, cada tropiezo en las reformas, cada acto de corrupción en sus programas.
En las filas de Uribe se sintió el cimbronazo. De ahí que ahora sea más persistente y más tenaz la oposición y más intensa la búsqueda de alternativas para competir en 2014. Han jugado en estas semanas a generar un agudo descontento entre los militares. Han insistido en la conformación de una fracción propia en el Congreso que sea capaz de frenar algunas iniciativas del gobierno. No descansan en su pretensión de vulnerar la independencia de la justicia y conquistar posiciones claves en los tribunales.
Francisco Santos lanzó la idea de escoger un candidato presidencial que lleve como vicepresidente a Uribe. Pero esa iniciativa tiene reparos legales. Otros piensan que lo mejor es que el exmandatario encabece la lista a Senado y jalone desde allí la reconquista del Palacio de Nariño. En ambos casos se percibe que la dificultad de este sector político es que no tiene figuras fuertes distintas al propio Uribe.
Algunos dirigentes de izquierda han advertido que, para enfrentar con decoro a Santos, apoyado por el Partido Liberal, Cambio Radical, sectores de La U y el Partido Conservador, y a un candidato propio de la derecha uribista, es necesaria una candidatura presidencial de toda la izquierda y sectores del centro político.
Antonio Navarro y Clara López han planteado en estos días la propuesta de ir a una consulta donde puedan estar un grupo de precandidatos del Polo Democrático, los Progresistas, la Marcha Patriótica, el Partido Verde y el Centro Independiente que lidera Angelino Garzón. Navarro va más lejos y señala que lo ideal es conformar un gran frente político entre las izquierdas y el centro político para meterse con posibilidades de éxito en medio de la erizada disputa que librarán Santos y Uribe.
Ahora bien, esta alineación inicial de fuerzas y estos augurios pueden cambiar mucho con el paso de los días. El inicio de un proceso de paz que anuncie una terminación cierta de la guerra fortalecerá tanto a Santos como a la izquierda. Y el escalamiento de la confrontación con las guerrillas junto al fortalecimiento del crimen organizado le dará más alas al uribismo.
Será muy difícil quebrar la regla de que cuando la seguridad es el principal problema tiene más opciones la derecha y cuando lo social salta a primer lugar tienen más oportunidades las corrientes de izquierda y las fuerzas progresistas. No necesitamos recurrir a los ejemplos recientes de Suramérica. Tenemos a Bogotá. Cierta lejanía del conflicto y unos mejores índices en seguridad han permitido la emergencia y consolidación de la izquierda.