OPINIÓN
Así mataron a Javier Ordóñez
La Policía necesita una cirugía interna urgente y los gobernantes deben trabajar en ello, en lugar de echarse la culpa unos a otros.
Un grupo de policías asesinó a Javier Ordóñez en Bogotá, según el estremecedor relato que hizo ante las autoridades el único testigo que vio todo. Conocí en exclusiva el testimonio. Fueron casi tres horas de horror. Los uniformados remataron a Javier a punta de patadas y choques eléctricos. El testigo refiere que todo empezó hacia las 12 de la noche cuando Javier y sus amigos fueron abordados en la calle por dos policías motorizados. Intercambiaron algunas palabras. Luego vinieron los choques eléctricos. Pero las cosas se complicaron aún más cuando llegaron en una patrulla al CAI de Villa Luz. Dice el testigo:
(12:20 a. m.)
“Abrieron la panel, yo me bajé por mis propios medios y como Javier estaba esposado de los pies y de las manos... lo bajaron entre dos policías alzado y lo botaron junto a mis pies en posición fetal... Javier aún se encontraba vivo y me decía “Costa, me duele todo” y yo le dije: “Tranquilo, tranquilo”. Y fue cuando uno de los policías con los que Javier se había peleado le pegó una patada en la cara, una en el pecho y una en el estómago. Y yo les dije a los policías que no le pegaran más…”.
Los minutos pasaban y Javier seguía en el piso indefenso. El relato del testigo da cuenta de la participación de por lo menos siete uniformados en el crimen. Unos lo atacaron, otros fueron cómplices o, simplemente, no hicieron nada para evitar el homicidio. Hoy dos están destituidos y cinco más suspendidos.
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“Se fue el intendente, se fueron los otros policías y se quedaron en el CAI solo los dos policías que le pegaron a Javier, y uno de los policías se vino hacia Javier, que estaba en el piso consciente, y el policía se acercó y le pegó un puño en el ojo derecho...”.
En video: “Mi agente, le ruego”, el clamor de los amigos de Ordóñez para cesar los ataques
A esa hora Javier ya no respondía. Estaba inmóvil. El testigo no podía hacer nada más que implorar por su amigo ante los policías asesinos que seguían con su plan. Los uniformados actuaron con sevicia.
“Yo le dije al policía que mi amigo Javier estaba muy pálido y ya estaba inconsciente... Le dije que por favor le quitara las esposas, a lo que me respondió el policía que él era un pirobo que le gustaba pegarle a todo el mundo…”.
(1:35 a. m.)
A esa hora llegó al CAI otro amigo de Javier. Ya era muy tarde. La frialdad de los policías asesinos era sorprendente.
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“Entró al CAI mi amigo Juan David, cogió a Javier y lo sentó, y me dijo: ‘Conste, Javier no está respirando’. Y yo empecé a gritarles a los policías que le habían pegado que llamaran una ambulancia, que mi amigo estaba muy mal, y les dije que me quitaran las esposas para cargar a Javier (...) Uno de los policías lo cargó de los brazos y Juan David y yo de las piernas, y como la ambulancia no llegaba, lo subimos a una patrulla y nos fuimos para la clínica, creo que se llama Marí Lago...”.
El trayecto hacia la clínica fue eterno.
“Yo me bajé de la patrulla pidiendo una camilla o una silla de ruedas. Javier estaba totalmente pálido y no respiraba. Lo entramos en una silla de ruedas y los doctores se encargaron de él, y a los pocos minutos salió una doctora y me dijo que Javier había llegado muerto… Tenía el rostro totalmente hinchado de las patadas y los puños que le pegaron esos dos policías”.
(1:45 a. m.)
Sabiendo a Javier muerto, el testigo solo pensó en las pruebas.
“Saqué mi celular y tomé una foto a uno de los policías que golpearon a Javier…”.
(2:00 a. m.)
El testigo, quien también había sido golpeado por los policías, se llenó de valor…
“Regresé al hospital donde se encontraba Javier en la camilla y saqué mi celular... también tomé unas fotografías de cómo había quedado de la golpiza que le propinaron los policías del CAI de Villa Luz”.
El testigo también les contó a los investigadores que esa noche él se encontraba con Javier y otro amigo. Que se tomaron 1 botella de whisky y 2 de ron con unas amigas. Ellas se fueron y ellos se sentaron en unas bancas en la calle. Ahí, dos policías se acercaron. Uno de ellos llamó a Javier por su nombre y le dijo: “Otra vez, Javier... váyase para la casa”, y le mencionó, según el relato, que no quería tener problemas con él. Los tres amigos empezaron a caminar y los policías los siguieron. Uno de ellos amenazó a Javier con un comparendo. “Pues póngalo, que yo lo pago”, le respondió. El policía ripostó: “Pues véngase si usted es muy macho que le pega a todo el mundo”. Javier los encaró y en segundos empezó el ataque. El testigo también grabó. Las imágenes inéditas de las súplicas de Javier en el piso mientras soportaba los choques eléctricos de los policías conmueven el alma.
“Ya, ya, por favor, por favor, por favor… por favor, por favor... Dios, Dios; ¡ay, Dios!, ¡ay, Dios!… agente, agente, le ruego; agente, le ruego; agente, le ruego... Por favor, por favor, por favor, por favor”. Los policías no quisieron escuchar a Javier. Tampoco a sus amigos. Se encarnizaron con su víctima hasta matarla.
Este hombre grabó con su celular los ataques de los policías contra el abogado. Se filmó a sí mismo para dejar evidencia que estaba allí en el momento en que los uniformados descargaban la pistola táser sobre su víctima.
La Policía está para proteger a los ciudadanos, no para matarlos. Los asesinos de Javier deben pagar ante la justicia por lo que hicieron. Tampoco pueden quedar impunes los otros homicidios en medio de los disturbios. Todos debemos rechazar la brutalidad policial. Pero también el vandalismo. Que los que quieren sembrar el terror respondan ante la justicia.
La Policía necesita una cirugía interna urgente y los gobernantes deben trabajar en ello, en lugar de echarse la culpa unos a otros. Su obligación es garantizar la seguridad de los ciudadanos y controlar el uso de la fuerza y de las armas de Estado. ¡A la porra los políticos que hacen fiesta con el caos y la muerte! A los policías buenos, gracias por defendernos. Son la gran mayoría. Al testigo, protección... ya lo amenazaron.