Enrique Gómez Martínez Columna Semana

Opinión

Autismo socialista

El autismo no pasará. No se corregirá. Sólo empeorará.

Enrique Gómez
18 de noviembre de 2024

1. m. Repliegue patológico de la personalidad sobre sí misma. 2. m. Med. Trastorno del desarrollo que afecta a la comunicación y a la interacción social, caracterizado por patrones de comportamiento restringidos, repetitivos y estereotipados.

Ambas acepciones de la RAE para el autismo aplican al socialismo que nos gobierna en Colombia y que domina las élites periodísticas, académicas e intelectuales locales y globales.

El mayor disparador de este autismo es —sin duda— la realidad. A la manera de polillas contra un bombillo, quienes gobiernan al país se estrellan continuamente contra ella. Aspiran tal vez a apagarla o transformar la realidad a punta de golpes, cabezazos o madrazos.

Pero la realidad se mantiene y sigue ahí. Son tantos los choques que en cualquier semana podría llenar estas páginas con nuevos ejemplos.

La semana pasada, el presidente de Ecopetrol se desgastó en todos los foros y debates convenciendo al país y a los mercados de que la ruptura del buen gobierno corporativo, la ineficacia gerencial, la politización ambientalista de su estrategia empresarial, la desbordada corrupción y la fuga de talento no eran la causa de la decadencia acelerada de la empresa.

El cínico, incompetente e irredento ministro de Hacienda andaba arrastrando los pies con otra reducción del presupuesto 2025, noqueado por la caída del recaudo que él mismo propició y del que es responsable como superior funcional del desastroso, impenitente y ascendido Mr. Taxes.

El ministro de Minas y Energía promulgó el borrador de decreto de importación de gas para supuestamente paliar la crisis de suministro que lleva meses negando.

Petro, después de sobrevolar las inundaciones en el Chocó, pidió otro billoncito para la UNGRD para paliar los efectos del invierno que no fueron mitigados en forma alguna con los 1,6 billones que él y el ministro de Hacienda Bonilla le entregaron a la Unidad a finales de 2023, con la disculpa del invierno pasado, pero con el fin de corromper al Congreso. La realidad que busca desconocer es que en muchas partes del país el Estado falla, año tras año, en la adecuación hidráulica de nuestras comunidades; que millones siguen ocupando zonas de alto riesgo y que eso pasa desde mucho antes de la obsesión por el cambio climático. Y claro, Petro —en su incompetencia— ha fracasado igual o peor que los anteriores gobiernos en cumplir con ese rol esencial del Estado.

En estos pocos pero dicientes ejemplos la respuesta política e institucional es negar la responsabilidad, echarles la culpa a otros, sean los anteriores gobiernos, los privados, los gringos, lo que fuera, y seguir en la realidad autista y alterna, alimentada por una parte por la adulación de contratistas y recién nombradas corbatas, por cohortes de influencers y periodistas de izquierda (a veces más sectarios, feroces y mentirosos que los mismos loquitos de las redes), y claro, por cientos de codiciosos contratistas que siguen alimentando la ficción socialista para que siga dispensando contratos, negocios y gabelas.

En medio de esto, nuestro centro sigue alimentando la ficción que hay que hacerles entender a nuestros socialistas. Posan de docentes, aunque saben que el gobierno es irredento. Que su repliegue autista, por obcecación o cinismo, es definitivo.

Y el autismo sigue operando en todos los frentes de acción pública. Mientras el gobierno entrega cientos de municipios a las guerrillas y las mafias y cumple a rajatabla con los acuerdos de La Picota al liberar asesinos y violadores en masa de los paracos, el minDefensa anda buscando escándalos en traducciones y sacándole el cuatro letras a su responsabilidad de dirigir la guerra.

La ministra del Medio Ambiente sigue, como un toro de lidia desbocado, arrodillando el desarrollo de infraestructura indispensable y destruyendo las industrias extractivas en un país que sólo sobrevive malamente gracias a ellas.

El autismo no pasará. No se corregirá. Sólo empeorará.

Destruirá instituciones, oportunidades, ignorará problemas y conformará un legado siniestro de ruina, coca y violencia para el próximo gobierno. Su peor efecto será la pérdida de valioso tiempo y recursos en la búsqueda de la seguridad y el desarrollo.

En su desconocimiento sistemático de la realidad está la única oportunidad real de derrotarlos electoralmente. Ponerlos en evidencia ante la población es el objetivo, para que a pesar del enorme cofre de guerra amasado con el que buscarán comprar la presidencia, a pesar de tantos municipios donde no se votará con libertad, a pesar del apoyo de tanto político clientelista entregado, a pesar de la enorme nómina nombrada en propiedad y las nóminas paralelas, pierdan las elecciones.

Pero ganadas las elecciones, en realidad, no se habrá ganado nada.

Nos debatimos entre egos que predican la preeminencia de la experiencia para frenar a los inexpertos emergentes. Vivimos en el espejismo de que un presidente por sí mismo cambiará el futuro. Ni un minuto dedicamos hoy a la formación de consensos y equipos amplios que serán la única forma de lograr un gobierno que rompa la dinámica de ineficacia para evitar que los autistas vuelvan al poder en 2030.