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Columna de opinión Marc Eichmann

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Basta de distracciones

El Gobierno Petro es insensible a las prioridades de los colombianos.

Marc Eichmann
16 de julio de 2024

Ya basta de distracciones. Enfoquémonos en lo fundamental. Todos los habitantes del mundo, y en especial los colombianos, queremos vivir una mejor vida por encima de todo. Que no pasemos hambre, que tengamos acceso a servicios de salud y que gocemos de libertad. Nada más, por ahora, ni constituyente, ni cambio climático, ni Palestina.

Lejos de alcanzarlo, el gobierno de izquierda del presidente Petro está logrando todo lo contrario. En cuestión de hambre, con su programa de subsidios que apunta a unos pocos y con una intermediación financiera significativa, los colombianos tienen hambre. Más de 20 millones de colombianos sufren de inseguridad alimentaria, entre los cuales más de once millones (el 22 % de la población), come solo dos veces al día. El problema de estas familias es de plata, la plata no alcanza.

Ahora, si tenemos en cuenta que el 60 % de la población es informal, que en principio es menos pudientes que la población formal, es claro que el problema de la inseguridad alimentaria pasa por la informalidad.

La informalidad en Colombia tiene cuatro causas principales: la primera, el deficiente crecimiento económico. Si el país no crece y no se produce más, es obvio que las familias van a disponer de menos fondos para comer.

El Gobierno Petro en ese aparte se raja con ganas. Con una filosofía anti sector privado espantó la inversión en el país, los colombianos sacaron su plata por el miedo a que Colombia se venezolanice. Hicieron bien desde un punto de vista de conveniencia financiera propia, sin que esto sea un pecado: todo ser humano tiene derecho a salvaguardar su patrimonio y es responsabilidad única del gobierno crear las condiciones para atraer capital. No es responsabilidad de las naciones extranjeras ni de la ONU, como pareció insinuarlo Petro en su discurso, en el que pidió que se le rebaje el riesgo país a Colombia.

La segunda causa de la informalidad es el Estado fiscalizador. Cuando los impuestos se disparan, las personas no legalizan sus operaciones, es una reacción natural para proteger el patrimonio propio. Hoy en Colombia no se formalizan muchas de las empresas porque formalizarse significa para ellas dejar de ser viables financieramente. Entre los impuestos a la nómina, llamados parafiscales, los reglamentos y acciones exigidas por el Ministerio del Trabajo, los impuestos de renta y todo lo adicional que se inventan los políticos con el fin de controlar más dinero, es mejor seguir en la informalidad.

Petro y su gobierno no solo pasaron una reforma tributaria que grava a los más pobres con impuestos a alimentos básicos bajo el escudo de su inconveniencia alimenticia, sino que anuncia que ante su ilimitado apetito de dinero se dispone a hacer una segunda. Así mismo, se dispone a pasar un reforma laboral que incrementaría aun más el costo de formalizarse y ataca a aquellos pequeños empresarios sellándole los negocios como al piqueteadero de Doña Segunda.

Tercero, la informalidad viene de la falta de institucionalidad. ¿De qué me sirve ser formal si el valor agregado de ser formal es limitado? El acceso a los servicios del Estado es casi nulo a nivel de seguridad cuando los grupos al margen de la ley siguen extorsionando a placer, y los servicios de justicia son francamente deficientes. El Estado brinda servicios muy deficientes a los negocios formales y así es preferible segur siendo informal.

Por último, la formalización es una apuesta de largo plazo. Dada la incertidumbre, el desprecio por lo privado y el ataque permanente a quien tiene, ¿quién quiere invertir en tener un negocio formal?

Así es como el gobierno actual y sus posturas, a pesar de sus frecuentes manifestaciones de intención, defraudan a la población. Poco a poco, erosionan la capacidad de la sociedad de volverse productiva y les roba el sueño a los colombianos de una vida mejor.

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