OPINIÓN
Bli bla Blum…
La ausencia de canciller es siempre una pena, inclusive con una política exterior tan deshilvanada.
¿Dónde está la canciller o, mejor, en qué anda la Cancillería? La pregunta surge cada cierto tiempo, es cierto, pero últimamente, con las salidas en falso de la ministra Claudia Blum y las apariciones –si, como una aparición- en videos grabados, formales, formateados, pegados del telepromter, se ha agudizado y nadie encuentra respuesta.
La afirmación de la semana pasada ante el Consejo de Seguridad de la ONU, a propósito del reporte de la Misión de Verificación en Colombia, evidencia, para empezar, dos cosas: que la canciller no conoce el Acuerdo –que además tiene un componente multilateral y apoyos bilaterales, cosas de su cartera- y que no lee los discursos antes de pronunciarlos. Inclusive, que su equipo inmediato no los revisa, si se los están escribiendo en otra parte, y si los escribe, está desubicado o vive en un mundo paralelo.
Se entiende la envainada del consejero Archila tratando de repetir por cuanto micrófono que el gobierno está coordinado (¿sabía lo que la ministra Blum iba decir? Si sí, pero aún), y procurando aclarar que las palabras textuales-impresas-leídas hay que saberlas interpretar. ¿Ahora tenemos que ser intérpretes de San Carlos? Si precisamente lo único que tiene un ministro de Relaciones Exteriores son palabras y sobre su palabra, sobre su credibilidad y entendimiento de los asuntos internos y mundiales se fortalecen o dañan las relaciones con otros.
El episodio fue penoso y peligroso, pero pasó. El detalle está en que justo en el momento cuando más cuestionado está siendo el gobierno y el Estado por el asesinato de líderes sociales y excombatientes de las Farc, en estos tiempos de masacres, comunidades indígenas asediadas, fronteras calientes, crisis económica y social; justo en el momento cuando uno pensaría que el gobierno tiene cinco milímetros de estrategia, lo que aparece es una canciller aferrada a un libreto, diciendo todo al pie de la letra, juiciosa eso sí, pero sin mayor iniciativa, capacidad de convocatoria o de trazar nuevas políticas que le permitan al país abrir conversaciones con el resto del mundo. Hoy todo luce congelado en San Carlos.
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El gabinete del presidente Duque no es exactamente el más lucido (cada quien pone el acento donde mejor le suene…), y por mucho cuello alto, mirada adusta, peinado impecable y fondo con el retrato de Bolívar acompañando el despacho en San Carlos, la ausencia de canciller es siempre una pena, inclusive con una política exterior tan deshilvanada.
He revisado los videos de la ministra, sé que trae la experiencia como embajadora ante la ONU (con un equipo de apoyo que sabía hacer la tarea), que hasta su nombramiento hizo parte del Diálogo Interamericano, un reconocido think-tank de Washington D.C. (en la página de documentos no encontré ningún “paper” de investigación o análisis de su autoría), y que años atrás fue senadora e hizo política. Pero todo eso junto hoy no parece sumar mayor cosa para el cargo que ocupa.
El problema no es de Claudia Blum, como persona, que quede claro (repito aquí otro eufemismo). Es del presidente Duque que la mantiene. No dudo de las horas de trabajo que invierte, de la preparación antes de cualquier pregrabado o lectura de comunicados ante los medios; tampoco de su buena voluntad, su amor por Colombia, admiración por el mandatario y por Uribe Vélez, pero lo que sí cabe dudar, y cada día aumenta el cuestionamiento, inclusive al interior del ministerio, es sobre su capacidad como Canciller. Lo que llamaríamos la otra deuda externa.
Hace dos años, en una columna en El País de Cali, la ministra Blum hablaba de la necesidad de comunicar los innumerables avances y triunfos del gobierno. Y la cerró con unas palabras que, sin saberlo entonces le sirven de espejo hoy: “Presidente, recuerde que en lo que se trasmite está la magia”. Pero también, en lo que calla, el mandatario puede dejar planteado un acertijo: ¿dónde se traza la rayita entre el interés y la dignidad del Estado frente al agradecimiento por el apoyo a su campaña? A este paso, nos tocará invocar la palabras mágicas.