OPINIÓN
Bogotá, la ciudad que solo es segura para los delincuentes
En lo que va del año, más de 65.000 personas han sido víctimas de alguna clase de hurto. Eso equivale a casi dos estadios El Campín llenos de ciudadanos afectados.
Cuando se habla de inseguridad en Bogotá uno corre el riesgo de perderse en un bosque de cifras. Desde luego, muchos indicadores han demostrado incrementos preocupantes desde 2020. Sin embargo, las cifras palidecen cuando la ciudadanía tiene que vivir en carne propia la desastrosa situación de inseguridad que nos aqueja. Los indicadores suelen entonces no importar y se pierde de vista que son muy importantes para comprender la situación. Se extravía el foco.
¿Por qué está disparada la inseguridad en Bogotá? En lo que va del año, más de 65.000 personas han sido víctimas de alguna clase de hurto. Eso equivale a casi dos estadios El Campín llenos de ciudadanos afectados.
Incluso, si solo tuviéramos en cuenta a los que fueron víctimas del hurto de celulares, podríamos llenar el estadio: 35.781 personas.
Al parecer, la criminalidad se convirtió en una industria floreciente en la capital y los afectados se multiplican día tras día. No hay barrio, comercio, medio de transporte o parque donde la ciudadanía esté a salvo. Es un sentir de la ciudadanía respaldado en cifras. ¿Cómo llegamos hasta este punto?
Para empezar, hay que entender que, dentro de los incrementos en criminalidad que estamos padeciendo, hay uno muy relevante: el uso de armas de fuego.
Entre enero y agosto de este año ocurrieron 754 asesinatos en Bogotá y la mayoría de ellos (441) fueron cometidos con arma de fuego.
Los delincuentes tienen mayor facilidad para acceder a este tipo de armas, evidentemente porque hay una organización detrás de esta distribución.
Esto impacta en la violencia de los atracos: un delincuente mejor armado es un criminal, por desgracia para nosotros, más efectivo. Del mismo modo, la agresividad inherente al porte de estos elementos por parte de antisociales dispara el riesgo de la ciudadanía.
En los primeros cuatro meses de 2021, el uso de armas de fuego para los delitos más sensibles creció un 63 % en nuestra ciudad. Un panorama que no puede ser más aterrador.
La intuición nos diría que todo el peso de la actuación de las autoridades, en cabeza del secretario de Seguridad, debería estar recargado a desarticular a la organización criminal que está armando a los atracadores en Bogotá.
La primera política de seguridad de la capital debería ser la lucha frontal y decidida contra las organizaciones delincuenciales, labor para la que se requiere inteligencia policial, articulación con los entes de justicia, prevención y también confianza con la ciudadanía, que debe ser aliada en esta lucha con el aporte de información y denuncias.
Sin embargo, así como la percepción de la ciudadanía es la de que Bogotá está más insegura que nunca, también lo es la de lamentar que no se está dando la pelea contra las bandas delincuenciales.
El jíbaro de barrio, el cosquillero de TransMilenio, el atracador bajo los puentes peatonales: todos ellos no serían nada, absolutamente nada, sin la organización que respalda el crimen y que mueve a nivel comercial todo el producto de esos 65.000 hurtos, no sin antes armar a los delincuentes.
¿Cómo combate nuestra ciudad esa especialización del crimen que sufrimos en los últimos años? Es difícil responderlo. Distinto a lo que ocurre en estos casos a nivel mundial, los capitalinos ignoramos el nombre de la organización y los cabecillas, sus zonas de operación, sus rostros y hasta su misma existencia. Una persona puede ser atracada con arma de fuego en Usaquén o en Tunjuelito, y pensar que fue un delincuente únicamente el responsable, cuando detrás puede haber una estructura tan compleja como la más grande empresa.
Es lamentable decirlo, pero en Bogotá hay zonas seguras para el crimen, lugares donde los atracadores, asesinos y expendedores de drogas pueden actuar a sus anchas sin que ocurra nada. Cuando menos lo esperemos, nos daremos cuenta de que ya no tenemos ciudad, ni parques, ni sistema de transporte público, ni restaurantes ni comercios donde sentirnos a salvo sea normal, porque Bogotá solo es segura para los ladrones.