Enrique Gómez Martínez Columna Semana

Opinión

Bogotá: ¿voto útil al continuismo?

Del voto útil está pavimentado el camino del infierno.

9 de octubre de 2023

El derrumbe de los partidos y la política de las aspiraciones han sido en gran medida los causantes del hecho de que prime el voto útil en muchos escenarios electorales.

El voto útil implica la renuncia a la posibilidad de escoger una opción, un candidato, que refleje una ideología, una visión de mundo o de ciudad, un conjunto de principios o capacidades o una causa de valor, que es la esencia del proceso democrático. Reemplaza el privilegio de escoger y opinar por un supuesto voto de necesidad.

La necesidad que motiva el voto útil generalmente se refiere a votar contra algo y no a favor de algo. El ciudadano se desprende de sus convicciones, de la racionalidad y busca una conveniencia coyuntural, real o supuesta, para definir su voto. Previene en vez de apoyar, se acomoda en vez de defender, se pega de la tendencia en vez de decidir.

Es un voto en el que prima el miedo, el deseo de votar ganador (innato al ser humano) o el deseo de castigar. A veces, también, refleja la expectativa de un favorecimiento individual o la preservación de un privilegio específico que beneficia al votante o una identidad gremial que prima sobre la idoneidad o a veces incluso sobre la moralidad del candidato.

En 2022, en medio de múltiples opciones de coaliciones, armadas con babas, sin consensos programáticos, de gobernabilidad o que no lograban superar los egos de los aspirantes, la decisión del elector claramente fue la de castigar. El resultado de ese voto útil de castigo no pudo ser peor. Hoy gran parte de quienes, con el voto castigo, favorecieron a Rodolfo y a Petro, no pueden estar más arrepentidos de sus decisiones.

En un escenario de balotaje, es decir, una elección que permite la doble vuelta, en democracias que han abandonado el bipartidismo en pro del pluralismo, se estructura el método de selección para concentrar la decisión de escogencia en los dos candidatos más opcionados en la segunda vuelta, permitiendo en teoría que en la primera haya una expresión pluralista más amplia.

En nuestro país, como lo vimos en la pasada presidencial, el voto útil se ha tomado también la primera vuelta electoral.

En el caso próximo de Bogotá, que se beneficia de un formato propio de doble vuelta electoral, se cierne nuevamente la sombra del voto útil sobre la ciudad.

Se votará sin arraigo y sin convicción en temas ideológicos y sin tener en cuenta la crítica agenda de seguridad, bajo la premisa facilista de frenar a Bolívar, sin reconocer que la alternativa de Galán, en últimas, refleja el continuismo de las doctrinas de centroizquierda que han puesto de rodillas a la ciudad, en una mezcla peligrosa con el clientelismo oportunista que ha devorado las arcas de la ciudad a buena cuenta de la “gobernabilidad” con el presupuesto más poderoso del país.

Pero del voto útil está pavimentado el camino del infierno.

El asistencialismo, el buenismo, la ineficacia, la corruptela y la anticultura de la izquierda han sumido a Bogotá en la depresión, la neurosis, el aislamiento productivo y el atraso monumental de infraestructura que seguirán con un Galán amarrado de manos para congraciarse con el voto de izquierda y amarrado de pies por la maquinaria tradicional, incluida la de Claudia López.

Con Galán seguirá la amargura por la oprobiosa inseguridad, el eterno trancón, la mancha dominante que rompe la estética e incita al mugrero y la degeneración general de las fachadas y ambientes y la frondosa burocracia que llenará los bolsillos de todos los clanes políticos del país.

Galán no es el cambio, es el continuismo. El ciudadano seguirá estresado, seguirá perdiendo valioso tiempo productivo, de familia y de esparcimiento, perderá su patrimonio ganado a pulso y terminará odiando a esta bella ciudad que lo vio nacer o lo acogió con cariño y oportunidades.

Y la izquierda se quedará ahí, en el gobierno capitalino. Porque la ruta de Carlos Fernando Galán es la ruta de Claudia a la presidencia en 2026, en un pacto de alternancia para habilitar a Juan Manuel a la presidencia en 2030 y el retorno, de seguro con Angélica, de Claudia a la alcaldía en 2027.

Y este pacto del continuismo de la izquierda, la clientela, el mal gobierno y la inseguridad se consagrará con el superficial e irreflexivo voto útil.

Por eso hoy hay que apoyar el verdadero cambio. Y este se logra permitiendo que una alternativa a los insípidos moderados que se acomodan y a la izquierda radical de Petro y Bolívar, llegue a la segunda vuelta.

Molano con su valor, su integridad, su capacidad, su decencia y un compromiso cierto y tangible con la seguridad y los valores, libre de las ataduras del clientelismo, debe ser la opción verdadera al continuismo de Galán.

Mientras los partidos tradicionales se ponen en fila detrás del presunto ganador del continuismo con el plato en la mano para asegurarse sus migajas de gobernabilidad y vender anticipadamente su silencio cómplice, con el que acompañaron el mal gobierno de Claudia López, la opinión que rechaza a Petro, quiere el cambio en 2026 y reclama una ciudad grande, bella, ordenada y segura debe votar con Molano.

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