JUAN MANUEL CHARRY

Opinión

Bukele: democracia vs. derechos

Si Bukele gana la reelección con una mayoría superior al 80 %, podrán decir que el pueblo autoriza la restricción de los derechos fundamentales a cambio de una seguridad efectiva.

Juan Manuel Charry Urueña
1 de febrero de 2024

El País de España, hace pocos días, publicó una nota de Juan Diego Quesada, corresponsal de ese periódico para varios países de América del Sur, titulada “Bukele, el ‘puño de hierro’, sin rival en las elecciones de El Salvador”, en la cual pronostica la reelección con una arrolladora mayoría en primera vuelta, el próximo 4 de febrero, que otros estiman entre 80 y 90 %.

Describe a Bukele como un hombre de 42 años, de pelo engominado, barba recortada, pantalón vaquero, gorra hacia atrás y voz entrenada, de origen palestino, hijo de un padre polígamo, de 6 esposas y 10 hijos, que empezó como gerente de una concesionaria de Yamaha, que en el colegio se definía como un terrorista de clase y que recientemente cambió su biografía en una red social para volverse a definir como “el dictador más cool del mundo mundial”. Lo cierto es que su amplia popularidad pareciera empañarse solamente por las críticas locales e internacionales a la vulneración de derechos humanos.

El corresponsal señala que los comicios están precedidos de una prohibición constitucional a la reelección consecutiva, cuya dudosa interpretación por parte del órgano de control, integrado por simpatizantes, la permite, en razón de que su titular estuvo ausente del cargo por más de 6 meses.

Considera que el éxito innegable ha sido en materia de seguridad y en la lucha contra pandillas. Se ha logrado la paz en los barrios azotados por estas durante décadas. El pago de extorsiones superaba el 3 % del PIB, el costo de la violencia el 16 %. Para el año pasado, la tasa de homicidios bajo a 2,4 por cada 100.000 habitantes, mientras en Colombia, para un año 2022, se situó en 25,30, más de 10 veces por encima que El Salvador.

Afirma que se han violado los derechos humanos. Human Rights Watch ha denunciado excesos, otras organizaciones habrían probado torturas, detenciones arbitrarias y muertes en las cárceles. Hay quejas por juicios virtuales sin testigos. Sin embargo, Bukele sostiene que el margen de error de los arrestos es del 1 %. Los resultados en seguridad han superado las expectativas, pero los costos en violación de derechos habrían sido muy altos.

En síntesis, en los nuevos escenarios políticos nacionales de América Latina, con el fenómeno Bukele se puede decir que aparecen políticos jóvenes, de ascendientes extranjeros, estratégicamente carismáticos, que se definen como transgresores del orden tradicional, que solucionan efectivamente los problemas más sentidos de la sociedad, en este caso, que violan los derechos fundamentales de los infractores, y que rompen el sistema de pesos y contrapesos, tomando los otros órganos del Estado.

Agregaría que se trata de personajes mediáticos con proyección internacional, que hablan en inglés en eventos realizados en su país, y que participan activamente en la sociedad del espectáculo. Ahí se encuentra la nueva actividad democrática.

Si efectivamente Bukele gana la reelección con una mayoría superior al 80 %, podrán decir que el pueblo soberano autoriza la restricción de los derechos fundamentales a cambio de una seguridad efectiva, largamente reclamada. Los conflictos en distintas latitudes muestran una preocupante reducción de los derechos, una mediatización de la política que manipula la democracia y la personalización del poder en imágenes artificiales.

En Colombia, Gustavo Petro personificaría el “anti-Bukele”, exguerrillero, transgresor del orden tradicional, procedente de la provincia rural, promotor de los valores autóctonos, expresión de los desposeídos. Busca la paz derogando el delito, excarcelando y pagando para persuadir la comisión de ilícitos; está sacrificando la seguridad y la Fuerza Pública a cambio de exacerbar los derechos de los vulnerables, sin mayor efectividad.

Se pierde de vista el péndulo electoral, el mismo que llevó a Álvaro Uribe y a Juan Manuel Santos a la Presidencia para ejecutar políticas de paz opuestas a sus predecesores. Petro estaría gestando a su contradictor.

Los derechos fundamentales, una de las principales conquistas de la modernidad, están en riesgo paradójicamente por la democracia, otra conquista del constitucionalismo moderno, trasladada hoy a medios masivos y redes sociales.

Cita de la semana: “Jamás he olvidado la enseñanza de Karl Popper (…) lo que distingue esencialmente a un gobierno democrático de otro no democrático es que solo en el primero los ciudadanos se pueden desembarazar de sus gobernantes sin derramamientos de sangre”. El futuro de la democracia (1985), Norberto Bobbio.

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