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Bukele y Petro

A diferencia de Bukele, el gobierno del “cambio” prefiere ver a las Fuerzas Armadas diezmadas y a los criminales de “gestores” (o como se llamen) de paz.

María Andrea Nieto
4 de marzo de 2023

Luego de tan solo seis meses, el presidente Gustavo Petro va en caída libre en las encuestas. En la última, revelada por Invamer Gallup, se demuestra que, de agosto de 2022 a enero de 2023, ha perdido 16 puntos de aprobación de su gobierno. El mandatario arrancó con el 56 por ciento y ya va en el 40 por ciento. El problema de que a Petro le vaya mal es que al país también le va pésimo. Duele repetirlo, pero las cifras de esta semana corroboran que la economía anda muy lejos de estar bien: la tasa deusura llegó al escandaloso y asfixiante 46,26 por ciento efectivo anual, el desempleo para enero fue de 13,7 por ciento y la especulación de los precios de los alimentos sigue desbordada. El panorama oscuro en la economía se traduce en que en los hogares el dinero no está alcanzando para hacer mercado, mientras el presidente Gustavo Petro y su gabinete ministerial se empeñan en hacerles la vida a cuadros a los ciudadanos, que ya tienen suficiente con estar al borde de un ataque de nervios con cada ocurrencia del “cambio”.

Las alertas están en todos los frentes y no hay descanso. La amenaza de que estaticen el servicio de la salud y que los recursos queden en manos de los alcaldes y gobernadores es aterradora. La obsesión por empadronar a los colombianos para que dependan del Estado a fin de recibir un tratamiento médico es apabullante. Los estudiantes están ahogados con el incremento de las tasas de interés de sus créditos con el Icetex. Las familias que esperaban el subsidio de vivienda Mi Casa Ya están muy preocupadas, porque el programa, por cuenta de un decreto, cambiará y esto afectará la compra de una casa, como es el sueño (y derecho) de cualquier persona.

El gobierno del “cambio” quiere arrasar con la salud, las soluciones de acceso a la vivienda, acceso a la educación superior, las pensiones, las empresas construidas y hasta la clase media. El presidente quiere controlarlo todo desde la Casa de Nariño, incluidos los servicios públicos y las aerolíneas.

Con el caos evidente y un nuevo incremento en el precio de la gasolina que presionará más la inflación, el presidente la emprendió en contra de su homólogo de El Salvador, Nayib Bukele. Desde la inauguración de una sede de la Universidad Distrital en Bogotá, el presidente cuestionó la política de seguridad de Bukele, que logró que su país pasara de ser uno de los más violentos del mundo a tener cifras en la tasa de homicidio de un solo dígito por cada 100.000 habitantes. Pero el presidente Petro, que tiene tantas ínfulas de ser un líder regional, cuestionó las cárceles donde están recluidos los pandilleros terroristas de las maras y tildó a Bukele de tener encerrada a la “juventud” salvadoreña en campos de concentración.

Petro argumentó que en Colombia, a diferencia de El Salvador, la política para combatir la violencia había sido a punta de la construcción de colegios y universidades, poniendo como (pésimo) ejemplo su gobierno en Bogotá. Resulta que Petro alcalde no construyó los 1.000 jardines infantiles con los que se comprometió en la campaña, no cumplió con la meta de 86 colegios nuevos en su plan de desarrollo (solo hizo 10) y solo contrató 2 sedes nuevas universitarias, una en Bosa y la otra en Ciudad Bolívar. Sin embargo, se vanaglorió en su mensaje a Bukele de que desde 1993 la tasa de homicidios bajó a punta de universidades y colegios, ganándose con esto réditos con la política de seguridad democrática del expresidente Álvaro Uribe Vélez.

La realidad es que la política de seguridad del gobierno del “cambio” es hasta ahora un fracaso. Al menos en términos de respeto de la Constitución de 1991, porque lo que se está construyendo es que la impunidad sea una política de Estado, en la cual se privilegia la posición del que viola la ley por encima de aquellos que la acatan y la cumplen.

Es irrisorio, por decir lo menos, que al presidente Petro le duela tanto que haya criminales, como los pandilleros de la Mara Salvatrucha, encerrados en las cárceles de El Salvador. El lugar de un criminal es pagando una condena que la justicia le imponga y no dando cátedra sobre cómo ser un buen ciudadano. Pero como la lengua es el azote de lo que sabemos, en menos de 24 horas del señalamiento de Petro en contra de Nayib Bukele, una supuesta guardia campesina en el Caquetá secuestró a un escuadrón del Esmad, asesinó a un policía e incendió los pozos de explotación petrolera de la zona. Mientras esto ocurría, el ministro de Defensa, Iván Velásquez, permanecía inmóvil, Petro recibía un nuevo escándalo por cuenta de su hijo Nicolás y su hermano Juan Fernando, que, al parecer, por separado y en distintas circunstancias, recibieron dinero de narcotraficantes durante la campaña presidencial.

Entonces, el presidente, refugiado en su cuenta de Twitter, actuando como si todavía fuera un senador de oposición sin entender que desde hace siete meses gobierna el país, escribió en sus redes sociales, ante la ola de violencia en el Caquetá en contra del Esmad, que había dado la orden de suspender la ola de violencia, como si por Twitter se pudiera lograr tal objetivo. Lo que no aclaró fue a quién se la dio, porque para ese momento la policía ya había sido secuestrada. A diferencia de Bukele, el gobierno del “cambio” prefiere ver a las Fuerzas Armadas diezmadas y a los criminales de “gestores” (o como se llamen) de paz.

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