OPINIÓN
Camas separadas
No quisiera pensar que a los militares heridos los estén llevando a otros centros de salud públicos o privados, con el propósito de no impactar las cifras del hospital Militar.
La nación se ha venido acostumbrando, peligrosamente, a los escándalos generados en el gobierno de Gustavo Petro Urrego, lo está haciendo de tal forma, que tantos anuncios, algunos aceptables, otros muchos incomprensibles más que alocados y fuera de lógica alguna, la está llevando a una especie de sopor colectivo, donde poco o nada les importa lo que diga este Gobierno y lo que es peor, lo que haga; al final el resultado será como cualquier cirugía de extirpación, cuando pasa el efecto de la anestesia, será doloroso.
La semana anterior, estuvo pletórica de anuncios en medio del desastre de la UNGRD y la no menos calamitosa puesta en marcha del modelo de salud de los maestros del país. Mientras los colombianos nos enterábamos de la salida de la institución militar del General Ospina, Comandante del Ejército Nacional y la sorpresiva llamada de un oficial de la reserva activa (víctima de la primera purga institucional de este Gobierno) para que lo sucediera, de manera callada se venía fraguando un convenio que seguiría golpeando la moral y la dignidad de los militares, tanto en actividad como en la condición de retiro.
De no ser por una carta, que surgió de la genuina preocupación en el seno del Colegio de Generales y Almirantes, el país no se enteraría de que el ministro de la Defensa había entregado el Hospital Militar Central, al servicio de quienes con sus actos de terror llenaron sus pabellones por décadas con miles de soldados heridos y mutilados, muchos de ellos dejando su vida allí.
El ministro, casi que de manera forzada, en rueda de prensa trató de explicar que la atención que se prestaría sería debido a un convenio realizado por los Ministerios de Salud y Protección social, Defensa y el Fondo Colombia en Paz, haciendo énfasis en que se asignarían recursos del Estado para la atención de los excombatientes que también tienen discapacidad “debido a lesiones de guerra”.
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Colombianos, la verdad es que no podemos acostumbrarnos a la poca importancia que este Gobierno ha venido dando a sus fuerzas militares; esto no se trata de dinero, señor ministro, esto se trata de aspectos que van más allá de un incremento de la bonificación, de la partida de alimentación o que el hospital se convierta en un buen negocio, lo que ustedes han criticado tanto del sistema general de salud; esto se trata de respeto, de dignidad, de honor, valores que los miembros de este Gobierno están lejos de entender.
Muchos de los que no entienden el sentir de los militares, podrían acudir a la figura del derecho internacional de la distinción y de la neutralidad del cuerpo médico, entre otras muchas, argumentando que ellos ya no son “combatientes” por tanto, tienen derecho a ser atendidos, lo que es cierto, pues los colombianos deben entender por encima de todo, que quienes el ministro llama “excombatientes” recibieron sus heridas no en la guerra, sino actuando en la ilegalidad, cometiendo actos de terrorismo en contra del pueblo colombiano, mientras que los soldados sufrieron sus heridas en cumplimiento de un deber constitucional, legal, en defensa de cada uno de los colombianos y ningún soldado recibió por parte de los terroristas desmovilizados la solidaridad que el ministro hoy les reclama.
Precisamente ministro, esas 1.280 personas que ahora le carga usted al ya insuficiente y congestionado servicio de la sanidad militar, pudieron llegar a este momento de la vida, gracias a que los soldados haciendo gala de un enorme y desprendido espíritu de humanidad y de solidaridad, respetaron la vida de los terroristas, los atendieron y no priorizaron la evacuación de sus soldados heridos por encima de la del delincuente que los enfrentó, aun viendo como ellos a los soldados heridos eran rematados con tiro de gracia; falta vergüenza salir señor ministro, para reclamar solidaridad a los militares.
Lo que dice la carta del Colegio de Generales y Almirantes es cierto; la capacidad del hospital militar está copada. Los tiempos de espera para una cita son muy largos, pues el servicio al cual usted alegremente le va a cargar 1.280 pacientes adicionales, no solo atiende a los soldados heridos heroicamente en combate, también atiende a las familias de los miles de militares en todos los escalafones, de todas las fuerzas militares y a los miles de funcionarios civiles que están al servicio del sector de la defensa.
Es una enorme mentira decir que gracias a los acuerdos se redujo drásticamente el número de los heridos y por ello el hospital tiene la capacidad para tenderlos. Los combates contra los grupos armados ilegales, vienen creciendo en intensidad y en frecuencia; usted señor ministro debe saberlo bien, pues gracias a los ceses al fuego, las estructuras han crecido en efectivos, se han armado y han consolidado territorios que solo podrán ser recuperados con la sangre y los miembros de muchos hombres.
El manejo de cifras es un mecanismo perverso; la izquierda lo criticó siempre y ganó muchos espacios haciéndolo. El Hospital Militar no solo da tratamiento a los afectados directamente por el combate; también atiende a los miles de soldados que por muchos años cargaron un muy pesado morral en sus espaldas, durante horas intensas, por caminos ásperos y empinados, durmieron jornadas en el piso y sufrieron en sus huesos la hostilidad de la lluvia y del sol. Hoy sus cuerpos les están pasando cuenta de cobro por tanto esfuerzo.
No quisiera pensar que a los militares heridos los estén llevando a otros centros de salud públicos o privados, con el propósito de no impactar las cifras del hospital Militar, así como la hicieran en el año 2016, para mostrar el éxito del mejor acuerdo posible, y con ese pretexto abrir la puerta del HMC a los que atentaron contra la nación colombiana.
Es difícil asimilar, que un soldado que ha perdido sus piernas, este en una cama junto al delincuente que se las quito; no puedo asimilar la idea que los soldados de la patria hagan fila detrás del sujeto que lo quiso asesinar, a soldados heridos haciendo fila con su victimario, soldados que dedicaron su vida a proteger a los colombianos esperando el turno detrás del sujeto que dedico su vida a atacar a los colombianos. Me imagino que el ministro tampoco lo consideró y de alguna manera pretendo entender la razón del porqué los generales en actividad se han quedado callados.
El Hospital Militar Central tiene más de un siglo de historia, siempre al servicio de los mejores hijos de la patria y esa ha sido la tradición. Los colombianos que enfrentaron la selva para defender el territorio patrio ante el ataque del Perú, las generaciones de soldados que desde los años 60 han venido afrontando la cruel embestida del comunismo enquistado en los numerosos grupos armados, los que de manera decidida han combatido a los grandes carteles del narcotráfico.
Ellos, los mejores hijos de Colombia, no merecen después de tanto sacrificio que los equiparen con los terroristas a los cuales combatieron durante muchos años, así ellos estén bajo el amparo de un acuerdo de paz. Me gustaría saber que hubiesen hecho los maestros o los miembros de tantas organizaciones sindicales si les dicen que tendrán que pelearse una cita con ellos. Claro, los desmovilizados tienen derecho a que se les preste su servicio de salud, se rehabiliten físicamente y vuelvan a la vida normal de los demás colombianos, eso no se discute. Aquí la cuestión es la verdadera intención de que dicha atención se haga en el hospital, cuyo nombre es específico “MILITAR”.
Los heridos en combate por parte de la fuerza pública no cesarán, pues desde ya en las negociaciones anuncian nuevas disidencias y las disidencias de las disidencias, así como lo hicieran en el mejor acuerdo de Santos. La pregunta es ¿Los que se acojan a estos nuevos procesos, también serán llevados al Hospital Militar?... Veremos. Sé que este Gobierno no tiene un ápice de aprecio por la fuerza pública, eso se sabía, eso se entiende, por eso reclamar respeto por la dignidad del soldado, por el honor militar, es un esfuerzo fútil, pues ellos nunca podrán entender eso que está en el ADN de los soldados. Frente a la permanente intención de golpear precisamente estos valores, quedará pedir al ministro que al menos les den camas separadas.