Opinión
Carta a Antonella Petro
Encuentro descorazonador que una adolescente crea que las proclamas incendiarias, calumniar a tus oponentes y mentir sin ruborizarse sean el camino recto que deba seguir la juventud.
No podrá quejarse su papá de que hablemos de usted. Es él y no los opositores, ni los periodistas ni los ciudadanos del común quien la pone en el foco de atención. Si Gustavo Petro quisiera preservar su intimidad, no la habría metido en su día en aquel falso balcón palaciego para adornar un discurso sobre pensiones, tan apropiado para una niña. Ni la habría subido a la tarima este primero de mayo.
Me dirijo a usted, aunque no leerá esta columna, porque encuentro descorazonador que una adolescente crea que las proclamas incendiarias, calumniar a tus oponentes y mentir sin ruborizarse sean el camino recto que deba seguir la juventud en un mundo que ya soporta demasiados incendios.
Tampoco resulta ejemplarizante la desvergonzada exaltación que hizo su papá de una banda terrorista.
Reflexione y pregunte a otros compañeros de su edad si encuentran lógico enaltecer a unos sujetos que realizaron secuestros extorsivos y asaltaron de manera brutal un Palacio de Justicia, donde entraron disparando y matando. ¿Encarnan el ideal de un joven del siglo XXI, de espíritu abierto, tolerante y pacífico, que propugna el diálogo por encima de todo acto sangriento?
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Hay quienes consideran que, si su papá quisiera empezar a unir a un país más dividido que nunca, habría aprovechado el primero de mayo para pedir perdón por el secuestro y asesinato de José Raquel Mercado, destacado sindicalista de la Confederación de Trabajadores de Colombia. También, a los magistrados de las altas cortes, a las víctimas que secuestraron por plata y a los familiares de los que asesinaron.
Ese tipo de gestos, lo aprenderás, Antonella, a lo largo de tu vida, generan más empatía que ondear la bandera de un grupo terrorista de forma retadora. Y peor hacerlo mientras, en tu calidad de jefe de Estado, gritas a todo pulmón que ese trapo (manchado de sangre) no tienen por qué guardarlo.
Otro interrogante para plantear a tu papá sería sobre la decisión, revelada en un mitin político, de romper relaciones con Israel por segar miles de vidas de civiles inocentes y no hacer lo mismo con Rusia, que invadió y sigue arrasando Ucrania. ¿No es Putin un genocida? Aprovecha para inquirir acerca de las razones para no repudiar al tirano Maduro ni apoyar la investigación de la CPI sobre sus crímenes. Le servirá, Antonella, para profundizar sobre el significado de la palabra “incoherencia”.
Un asunto más, que preocupará a los adolescentes que escucharon a su papá, es descubrir que viven en una nación donde cientos de miles de ciudadanos inundan las calles para unirse a “la marcha de la muerte”, como calificó el presidente a las masivas concentraciones del 21 de abril.
¿Ha reflexionado sobre la gravedad, si fuese cierto, de que los compatriotas que protestaron contra las políticas de su papá pidieran su muerte a coro, tal y como él denunció? ¿Vio usted los “cientos de ataúdes” que mencionó el presidente? ¿No le aterra que haya tantos colombianos ávidos de sangre?
Podría ocurrir que la próxima ocasión en que usted viaje a Italia de paseo sus amigos europeos le transmitan su alarma al creer que en Colombia los millones que no votaron por su papá y rechazan sus políticas abrazan la esclavitud y la matanza de jóvenes.
De pronto, Antonella, conviene aclararle, antes que nada, que su papá ganó en 2022 gracias al respaldo de unos 5 millones de votantes de centro y de izquierda moderada. La mayoría no lo respaldaron porque creyeran en su capacidad de gestión tras la caótica alcaldía. Ni por evitar la victoria de un estrafalario, populista y controvertido candidato de TikTok. La verdadera fuerza que los empujó a las urnas y apoyar a su papá fue frenar al uribismo aunque no presentaba aspirante alguno.
Pregunte a Rudolf Hommes, reputado asesor financiero y columnista, uno de esos economistas que su papá ahora desprecia e insulta. No imagina la cantidad de escritos que publicó en El Tiempo apoyando de manera vehemente a Petro Presidente. Pregúntele por qué se incorporó a la legión de rabiosos conversos.
Diferente explicación le darán los exministros José Antonio Ocampo, Cecilia López o Alejandro Gaviria. Ambicionaban ocupar una cartera ministerial y creían que su experiencia y prestigio obligarían a su papá a desechar sus instintos populistas para aceptar criterios profesionales, apegados a la realidad y al Estado de derecho.
Tal vez su papá pensaba en ellos cuando el miércoles amenazó con volver a sacar a los ministros que no se sometan a sus deseos.
Para no continuar por sendas intrincadas, propias de adultos, le propongo un ejercicio acorde a su edad. Invite a unos amigos a pasar un fin de semana en la presidencial Hato Grande. Pero no aparezca por la hacienda ni llame para disculparse. Que pasen los dos días esperando sin más. ¿Qué pensarían de usted?
NOTA: Los que defendemos eliminar la figura de la primera dama tampoco aprobamos la exposición de los retoños del mandatario de turno. Deberían ser invisibles.