OPINIÓN

Carta a Duque

Se le hace tarde para demostrar que es el presidente de todos los colombianos, con agenda propia, carácter y liderazgo.

Vicky Dávila, Vicky Dávila
30 de junio de 2019

Presidente Duque: han pasado casi 11 meses desde que usted llegó a la Casa de Nariño aquella tarde lluviosa y atropellada por ráfagas de viento, un presagio de turbulencias; tantas, que poco o nada le ha salido bien. Según Gallup, su favorabilidad apenas llega al 29 por ciento, como si se tratara de un gobernante en el ocaso.

No formo parte de las barras bravas que celebran la pésima hora del Gobierno, porque entiendo que si a usted le va mal, a Colombia le va peor. También comprendo que recibió un país inundado de coca, polarizado hasta los tuétanos, con una economía nerviosa y, lo más complicado, un país cuyo “estado de opinión” hablaba de una Colombia en paz, a pesar de la existencia del ELN, las bandas criminales y los disidentes. 

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Pero usted está en la obligación de dar soluciones porque es el Presidente; nadie lo obligó a serlo y lo que recibió ya no es excusa para justificar los fracasos. A esta altura, la gente empieza a verlo a usted como el responsable de todo lo malo, no a Santos. No sé, pero a veces lo siento tan ausente, como si el palacio estuviera vacío. Tal vez por eso, sus 17 viajes al exterior son un exceso. Pensé mucho para escribirle esto, pero no me quedó alternativa. Presidente Duque, usted no está dando la talla. Para empezar, se ha rodeado mal.

Su ministro de Defensa, Guillermo Botero, da pena; es como el “Doctor Chapatín”, aquel personaje tierno, pero desubicado, que encarnó el inolvidable comediante Roberto Gómez Bolaños. ¿No cree que eran suficientes para decirle adiós sus salidas en falso en el aterrador caso de Dimar Torres y el escándalo de la directiva militar, posible motor de nuevos falsos positivos? Pero usted lo premió, lo puso hasta de presidente encargado en plena tormenta. ¡Una bofetada! Su ministro de Hacienda cuánto daño ha hecho con sus propuestas agresivas contra los pobres y sus polémicas personales, como ocurrió con los bonos de agua, ni hablar de todos los familiares que tiene empleados en el Gobierno. Dicen fuentes que lo aprecian a usted, que Alberto Carrasquilla es una rueda suelta; su displicencia es reconocida. El doloroso viacrucis de la decente exministra de Justicia Gloria María Borrero solo demuestra que usted eligió mal cuando la nombró; esperemos a ver qué hace la nueva ministra. Presidente, hablemos del canciller Carlos Holmes Trujillo, su balance es complicado. Maduro no se cayó, aunque su Gobierno hizo el oso anunciando que el fin de la dictadura estaba cerca jugándosela a fondo por un Guaidó cada vez más desinflado. Mientras tanto, sigue la crisis humanitaria con la llegada de venezolanos al país. Trump es humillativo con usted, lo pordebajea y luego lo aplaude, pero ahí lo tiene. Hay discordias con la ONU, con el New York Times, con el que se atraviese. Internamente son lamentables las tensiones con las Cortes y las amenazas uribistas de barrer a los magistrados. Aunque el divorcio entre el Gobierno y el Congreso es evidente, no crucifico a la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez, porque estoy convencida de que con chorros de mermelada todo sería más fácil. El Gobierno no pudo con la reforma política ni con la reforma a la justicia, y fue deplorable la muerte de la ley anticorrupción. No es que los ministros anteriores fueran lumbreras, es que tenían una ayuda con muchos ceros a la derecha.

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Presidente: a millones de colombianos no les gustó lo que se negoció en La Habana; sé que en el debate político el tema produce efervescencia, pero ¿cuánto tiempo perdió con las objeciones a la JEP, que nacieron moribundas? Mejor cúmplales a los desmovilizados que siguen en el proceso y no permita que vuelvan a las armas. 

Los colombianos lo reclaman, Presidente. ¿Usted no se da cuenta que hay más gente sin trabajo? El desempleo está por encima del 10 por ciento y ciudades como Quibdó son una bomba de tiempo con más del 20 por ciento de desocupación. Los empresarios se quejan por los impuestos y su cacareada economía naranja está desteñida. Pero eso no es todo. Según el estudio Forensis de Medicina Legal, el año pasado 33 personas fueron asesinadas cada 24 horas en Colombia, la inseguridad ciudadana se disparó, los raponeros se adueñaron de las calles, hay más abusos sexuales, subieron los feminicidios y la violencia intrafamiliar aumentó. Las regiones también están incendiadas, Presidente. Allí se vive el régimen del terror y la masacre de líderes sociales es una vergüenza. Usted tiene que parar esos asesinatos. 

No puedo terminar sin hablarle del expresidente Álvaro Uribe. Sin su apoyo, ni usted ni Santos habrían sido presidentes. ¡Un privilegio y una desgracia! Uribe debe estar muy preocupado porque usted no “endereza”. En el Centro Democrático los más radicales no lo quieren ver ni en pintura; en privado lo descalifican. Presidente, escuche: hay mucha gente que votó por usted con ilusión y hoy está desencantada; lo reflejan las encuestas. Si usted no despierta, no tendrá que alejarse del uribismo, sino que el uribismo se alejará de usted, se quedará solo, y es muy difícil encontrar socios en la mala. Yo quiero que a usted le vaya bien, pero por favor, reaccione. Usted no puede pasar a la historia como un buen tipo que fue un mal presidente... y faltan 3 años. 

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