Opinión
Carta a la ¿honorable? Corte Suprema
Si la ciudadanía leyera la sentencia y el salvamento de voto, se aterraría. Es como una venganza de culebrón. Y en la Corte Suprema preparan más capítulos.
¿Cuántas botellas de champaña descorcharon? ¿Cuántas guardan para su próxima victoria pírrica? Estarán felices porque Ariel Torres clavó a Luis Alfredo Ramos con unas pruebas enclenques.
No lo digo yo. Lo señala el magistrado Jorge Emilio Caldas Vera, cuyo salvamento de voto deja a sus dos compañeros de Sala como unos togados tan faltos de rigor como sesgados.
En su extensa exposición, en la que comienza por afirmar que la sentencia “está llena de lugares comunes y frases genéricas”, desgrana las inconsistencias de los testigos de cargo.
Hay una frase recurrente que debería avergonzarlos: “Afirmaciones sin soporte y análisis ponderado y depurado de la prueba son una constante en la providencia de la cual me aparto”. Asegura que resulta “fácil percibir el alto contenido especulativo en la valoración de la prueba y la ligereza en llegar a conclusiones de responsabilidad inexistente”.
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Para sentenciar, de manera rotunda: “Si la prueba es valorada con un criterio mesurado, ponderado y equilibrado, se llega infaliblemente a la absolución por duda”.
¿Ponderado y equilibrado? Imagino las disimuladas sonrisas de la mayoría de los nueve jueces que deberán estudiar el recurso de la defensa de Ramos. Apuesto a que a Hugo Quintero le cuesta contener la risa. En ningún país donde la Justicia quisiera recuperar el respeto, tendría ese agresivo tuitero, dispensador de odios, un espacio en una Corte Suprema donde debería reinar la mesura.
Tendrían que declararlo impedido, igual que a Fabio Ospitia (ficha de Leonidas Bustos). Son tan faltos de credibilidad como Ariel Torres para juzgar a nadie y, menos aún, a un uribista.
En su pormenorizada exposición, el magistrado Caldas Vera explica las razones para considerar que los testigos de cargo “no son capaces de incriminar de manera contundente, real y confiable al procesado, ni siquiera por vía indiciaria”.
Menciono algunos reparos por si a los honorables les repele leer el salvamento de voto:
El Tuso Sierra juró que entregó 10 millones de pesos a Ramos para la campaña al Senado. Pero es tan vago en sus afirmaciones que solo recuerda que fue entre 1998 y 2002. Para Caldas Vera, ubicar la reunión en un rango de fechas tan amplio “pone en tela de juicio su rememoración y evocación del encuentro”, máxime cuando en otros hechos hace unas “amplias y detalladas narraciones”.
Más aún le sorprende al magistrado que Don Berna declarara que el Tuso Sierra le informaba de todos los políticos que financiaban, pero nunca supo que Ramos fuese uno de ellos: “No recuerdo que las estructuras que estuvieron bajo mi mando hayan apoyado al doctor Ramos”.
Otra prueba reina, que Caldas Vera considera inaceptable por endeble, se refiere a Miguel Arroyave, asesinado en 2004 por los suyos. Era el jefe de las AUC en el Meta y peleó contra otro jefe paramilitar, Martín Llanos, en una guerra de miles de muertos. Pues bien, un exparaco, Andrés de Jesús Vélez, jura que supo de oídas de una reunión en Córdoba donde Arroyave decidió respaldar a políticos de Antioquia en deferencia hacia Don Berna. Y Ramos fue uno de los agraciados (aunque Don Berna no se enteró).
También hay un tal Carlos Enrique Areiza, paramilitar, que asegura que Carlos y Vicente Castaño (muertos) en el 2000 se reunieron tres veces con Ramos y le dieron un maletín con 800 millones. Para demostrarlo, se pasó años prometiendo a todo el mundo que aportaría videos de los encuentros y de la entrega. No solo jamás dio las grabaciones, sino que las fechas de las citas no concordaban con la carrera política de Ramos.
Además de que al magistrado le extrañó que en el 2000, cuando los celulares eran precarios, un escolta pudiera grabar en secreto citas de sus jefes.
“La falta de coherencia, lógica y precisión de los relatos no permiten asignar poder suasorio a las testificaciones vertidas, las cuales tampoco cuentan con un respaldo probatorio que corrobore sus contenidos”, puntualiza en su salvamento de voto.
En cuanto a la supuesta relación de Ramos con el boque Metro y el cartel de la gasolina, esencial para acusarlo de “concierto para delinquir agravado”, la conclusión de Caldas Vera vuelve a ser demoledora: no hay coherencia ni solidez en nada.
El supuesto nexo lo contó José Raúl Vélez. Aunque pertenecía al bloque Centauros (Meta), adujo que estaba al tanto de lo que pasaba en Antioquia. Relató una cita en un centro comercial de Medellín entre Ramos, un general de la Policía y un comandante del bloque Metro apodado Jota. Este solicitó a Ramos y al general armar con fusiles y entrenar militarmente a las bandas delincuenciales para poner orden en la capital paisa. A cambio, el político les dejaría operar.
Según Vélez, a Ramos “no le disgustaba la vaina para limpiar la ciudad”. Lo raro, anota Caldas Vera, es que en las fechas que da Ramos era embajador ante la OEA.
No tengo espacio para más. Pero si la ciudadanía leyera la sentencia y el salvamento de voto, se aterraría. Es como una venganza de culebrón. Y en la Corte Suprema preparan más capítulos.